Laporta autoriza e impone un logo del 125º aniversario que prohíben los Estatutos

El diseño presentado por el comisionado David Carabén incorpora colores que no son los azulgrana aprobados por los socios. Bartomeu no pudo ni someter a la asamblea un retoque del escudo, porque los compromisarios exigían un referéndum

Cuando concluya la segunda presidencia de Laporta es muy posible que se haga necesaria una restauración de ciertos elementos de identidad, sobre todo si esa compulsión por borrar el pasado se cronifica y alarga, como parece que es tendencia en el actual mandato. Algunos socios que no pasan precisamente por ser abiertamente opositores a la presidencia están lamentando que una de las señas del club tan arraigada y sagrada como son los colores azulgrana haya desaparecido del logo del 125º aniversario, derivada de una licencia absolutamente frívola e impuesta por el capricho del equipo externo de diseño.

El logo, en efecto, se proyecta sobre un cuadrado de dos fondos de color verticales, uno azul y otro rojo que no se corresponden con los azul y grana del pantone de referencia en los estatutos del FC Barcelona, admitidos y aprobados como oficiales, exclusivos y que de forma obligatoria deben ser rigurosamente respetados a la hora de la reproducción del escudo, de la marca y en cualquier acción informativa, comercial autorizada o producto licenciado desde el club que requiera la impresión en cualquier formato y soporte de los colores identificativos del Barça.

Menos para el 125º aniversario que, para ganar en modernidad, brillo, fuerza y atractivo, se presenta en colores que no son los del Barça. Otra ‘genialidad’ marca de la casa (laportista) que además de parecer una broma de mal gusto se ha presentado y divulgado desde la más absoluta normalidad, con la aceptación y patrocinio de la propia junta azulgrana, una vez más encantada de darle otra dentellada a ese imaginario icónico del barcelonismo, como si ese universo secular fusionado en recuerdos azul y grana desde 1899 de pronto se hubiera vuelto decadente y anticuado, una estética que ahora es el momento de superar.

No es tan sorprendente, después de todo, viniendo de una junta que hasta se está autoconvenciendo y puede acabar plantándose si no sería necesario restablecerle el rango de primera equipación esa camiseta blanca que, a su criterio, la historia y el resto de las juntas anteriores desde la fundación del club a iniciativa de Hans Gamper han marginado y maltratado. Cualquier cosa es posible después de cruzar esa línea y pisotear el ‘azulgrana’ por chulería y pura demostración de un poder tirano y caprichoso, además de pagarle una fortuna a una agencia de diseño, creativa eso sí, por argumentar que, desde el punto de vista publicitario y comercial, los colores de toda la vida del Barça son ‘apagados’ y ‘tristes’.

No por reiterado, asombra que una dentellada de este calibre al propio barcelonismo, canibalesco, haya pasado completamente desapercibida entre el periodismo, el tejido digital y la pasividad de esos colectivos ridículos e inservibles que no hace tanto se autoproclamaron defensores y héroes del barcelonismo por haber derrocado a cualquier precio la junta de Bartomeu. Su rigor mortis sólo puede interpretarse como la demostración de que, en su momento, nacieron y fueron instrumentalizados con la única finalidad destructiva de abrirle camino a los intereses soberanistas, económicos, políticos, sociales, policiales y hasta judiciales alrededor de la figura de Laporta. Certifica hasta qué punto cualquier otra junta que no sea la de Laporta está condenada a arder en el fuego del infierno y de la oposición si conviene.

Basta echar la vista atrás para recordar que, en la asamblea de compromisarios del 20 de octubre de 2018, la directiva de Bartomeu hubo de retirar una propuesta de retoque del escudo que tenía como finalidad hacer más visible el cuerpo azulgrana de las bandas, un ligero incremento del balón centrado en la parte inferior y la desaparición de las siglas FCB para que esa impronta de los colores del Barça adquiriera un protagonismo superior a la versión anterior.

«La modificación no responde a la voluntad de hacerlo bonito, responde a una necesidad. El club no puede perder el tren de las nuevas tecnologías», argumentó Josep Maria Mir, responsable del equipo de diseñadores ante el auditorio que, en aquellos tiempos, era invariablemente presencial, participativo y democrático. «No es un capricho, sino una medida para seguir siendo una referencia», agregó el vicepresidente del área social, Jordi Cardoner en aquella asamblea, tratando de sofocar una especie de rebelión desatada en las fuerzas sociales más activas de la oposición, que no cesaron de gritar “¡Queremos votar!”, imitando la reclamación de las fuerzas soberanistas previas al referéndum del 1-O de 2017.

Los compromisarios, antes incluso de que se alcanzase el punto del orden del día en el que se iba a tratar una cuestión de tal extrema gravedad y trascendencia, proclamaron su abierta disconformidad con el atrevimiento intolerable y autoritario de la junta de Bartomeu por osar si quiera plantearse el rediseño del escudo. «Hay que tratar el escudo como lo que es, un escudo, y no como un logo de una marca comercial», gritaron encendidamente algunos socios, mientras otros exigieron a Bartomeu, ofendidos, que un asunto tan relevante para la historia del Barcelona no podía ser sometida a votación solamente por la Asamblea, sino mediante un referéndum sobre la totalidad de la masa social de la entidad. Como la asamblea se había calentado y provocado un estado de crispadas alusiones al ‘abuso de poder’ y ‘unilateralidad’ de la junta por someter ese retoque del escudo a la opinión de la asamblea, el propio Josep Maria Bartomeu tomó el micrófono para dirigirse a los socios: «Retiramos este punto del orden del día y haremos la reflexión oportuna en la junta para ver cómo podemos conjugar historia, el sentimiento y las nuevas tecnologías», poniendo fin de este modo a la creciente indignación de los socios disconformes sin llegar a someter a votación la propuesta.

Los titulares se pueden imaginar: ‘El escudo no se toca’, como resultado de esa agitación vivida en la asamblea, precedida de unas semanas de continuo debate y polémica en los medios, también inclinados a destacar el desmadre y el despropósito de la junta intentando ‘destruir’ el escudo del Barça.

Puede parecer que los tiempos han cambiado bastante. Hoy, el presidente decide quién será el comisionado del 125º aniversario y además le concede plenos poderes y autorización para sustituir los colores propios e identitarios del Barça por otros más favorables a la esclavitud del diseño. Y cuando presenta en sociedad un logo que los estatutos prohíben específicamente, ni la prensa ni los entornos digitales ni nadie dentro de ese círculo, domado y servil, se atreve a levantar la voz.

Pero este no es un escenario de progreso y evolución. O de modernidad. Es la consecuencia de la combinación de un estado de anestesia social y mediática con una gestión neroniana y autocrática. El miedo y la oscuridad directiva que ya envuelven el club también empiezan a apropiarse del 125º aniversario.

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