¿Por qué Laporta tiene en su mano superar la crisis de juego del equipo?

Araujo i Romeu, durant el partit contra el Xakhtar Donetsk

Joan Laporta atraviesa, ahora de verdad, la primera situación de riesgo desde que asumió por segunda vez la presidencia del FC Barcelona el 7 de marzo de 2021. En la génesis de su proyecto, dando por hecho que tenía alguno, la afición barcelonista antepuso la enorme ilusión generada por su llegada a la realidad de un equipo que, con Ronald Koeman de entrenador, empezó ganando la Copa y se le escapó la Liga cuando ya había hecho lo más difícil, que era remontar.

Ahí fue cuando Laporta demostró la ausencia de cualquier guión, pues primero echó al entrenador holandés y luego rectificó esa decisión cuando ya había resuelto echar a Messi y a Griezmann, sabiendo que Koeman no le montaría ninguna crisis y se conformaría con cualquier cosa, incluido Luuk de Jong, para cubrir ese vacío en ataque. Un pésimo plan, sin duda. Con Koeman debutaron entonces jugadores como Araujo, Pedri, Gavi, Balde, Nico, Jutglà, Abde, Ilaix Moriba, Yusuf Demir y Konrad de la Fuente, que sellaron su salto al primer equipo o se vendieron en operaciones realmente interesantes, urgentes y necesarias para las arcas del club.

La prensa, cuando el equipo dio los primeros traspiés, se encargó de enterrar a Koeman y de presionar a Laporta para que fichara a Xavi sobre quien había dicho que «está verde», cuando parecía que jugaba en el equipo de Víctor Font.

No le convencía. Pero una vez más, sin ninguna hoja de ruta, más allá de tener en la cabeza los dos o tres entrenadores que ya estaban pillados, aceptó finalmente fichar a Xavi, al que le ha dado 16 nuevos jugadores a cambio de una Liga y una Supercopa de España. Xavi también ha sufrido cuatro eliminaciones europeas, algunas ridículas, y ha destapado otros jugadores de la herencia como Lamine Yamal o Fermín López. Ha habido de todo en estos dos años cumplidos desde su debut.

Lo que no ha acabado de conseguir es uniformidad en el juego ni en la puesta en escena táctica, sembrando dudas en el propio equipo, entre la afición y la directiva, un poco cansados del resultadismo y de recurrir al 4-4-2 como el único sistema fiable para controlar al menos los partidos. O sea, la renuncia tácita a ese ADN blaugrana que prometió no traicionar nunca.

Ahora, tras el disgusto del clásico y dos partidos feísimos en Anoeta y ante el Shakhtar Donetsk, y las criticas recayendo en algunos fichajes de edad y cuestionando la capacidad de Xavi para enderezar la nave, es cuando hace falta, mucho más que madera de buen entrenador, la mano experimentada del presidente y de Deco, en quien ha depositado Laporta todo el peso de las decisiones deportivas. El papel de ambos es clave si de verdad creen que Xavi es quien puede enderezar el rumbo y son capaces, también, de transmitir esa confianza y su rotundo apoyo al técnico para que el vestuario sepa lo que hay.

Si ellos dudan, entonces sí que Xavi lo tendrá muy complicado para gobernar la situación. La pregunta es si Laporta y Deco tienen un plan, el que sea, o simplemente están a la expectativa. Eso seria dudar.

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