Israel, cuando el maltratado se convierte en maltratador

Es una lamentable evidencia que muchos de los maltratadores fueron niños o niñas, chicos o chicas maltratados en su infancia o juventud. A menudo maltratados que no superan las heridas mentales y psicológicas provocadas por el maltrato y el abuso sufrido en el pasado, pierden la capacidad de empatizar con el otro, piensan que casi todo el mundo está en contra de ellos, son incapaces de entender que en la vida muy a menudo tendrán un no como respuesta, e igualan a aquellos que les dicen que no con su antiguo maltratador. Esto ocurre con las personas y a veces también con los pueblos, las naciones y colectivos humanos. Los serbios que fueron víctimas de persecuciones y matanzas generalizadas en la Primera y Segunda Guerra Mundial, se convirtieron en verdugos y genocidas en los años noventa en las guerras de división de la antigua Yugoslavia. No lo fueron todos los serbios evidentemente, ni todos los líderes políticos o militares serbios. Recordemos que el ejército bosnio que defendía la Sarajevo multiétnica durante el asedio hace treinta años, estaba dirigido por el general Jovan Divjak, serbio de Belgrado. Pero un servidor que estuvo muchas veces en los años noventa en Bosnia o Kosovo, cuando preguntaba a un soldado, miliciano o un simple ciudadano que estaba en el bando agresor, éste me negaba que ellos fueran agresores, culpaban a los bosnios o a los albanokosovares de sus desgracias y apelaban a lo que les había pasado a sus abuelos en la Primera o Segunda Guerra Mundial o incluso a sus antepasados hacía seis siglos en la batalla de Kosovo contra los turcos. Justificaban sus crímenes, que minimizaban, ya que para ellos eran la respuesta lógica a lo ocurrido hacía cincuenta o seiscientos años

Más compleja es la situación en el conflicto que arrastra Israel y Palestina desde hace 75 años, desde la creación por parte de la ONU del estado judío en el contexto del justificado sentimiento de culpa de Europa por el Holocausto, pero entendido por los supervivientes del Holocausto como la recuperación de la patria perdida hacía dos mil años. Parte del sionismo estaba convencido de que siendo ellos un pueblo sin tierra, recuperaban una tierra que ese período interino de dos mil años, había sido una tierra  sin pueblo, casi deshabitada, ocupada transitoriamente por algunas tribus de pastores árabes.

Más allá de reconocer el engaño que sufrieron los palestinos cuando los estados islámicos y musulmanes les animaron a rechazar el plan de partición de Palestina que daba la mitad del territorio a Israel y la otra mitad al futuro estado palestino, los palestinos han sido expertos, en el entre todo o nada, en perder todas las oportunidades. Y gran parte de la sociedad israelí, convencida de que volvían a su casa, ha deseado un Israel que abarcara desde el río Jordán al mar, quedándose un número limitado de árabes como mano de obra, haciendo marchar a Egipto o Jordania a los millones de palestinos. Parte de los ultrarreligiosos y sobre todo los seiscientos mil colonos que ocupan los asentamientos de Cisjordania así lo creen. Arabia Saudita, patria del islamismo y guardiana de las dos ciudades más sagradas del islam, Medina y La Meca, con el reconocimiento del estado de Israel que ocupa la tercera ciudad sagrada, Jerusalén, cometía la última traición que los estados árabes hacían a los palestinos. Detener ese reconocimiento de Israel que preparaba Arabia Saudí fue uno de los motivos del ataque de hace tres semanas perpetrado desde Gaza por Hamás y la Yihad Islámica. Ataque cometido en el cincuenta aniversario de la Guerra del Yom Kippur que demostró entonces que Israel era vulnerable si los estados vecinos se unían contra el estado judío. Pero esta vez quien traspasaba las fronteras de Israel y mataba a soldados y civiles no eran ejércitos de unos países vecinos con los que se puede negociar, sino palestinos sin estado recluidos en el gueto de Gaza que los muros y la vigilancia electrónica no pudo detener.

Se cumplen tres semanas de ese ataque y parece que Netanyahu ha fracasado en su intento de aprovecharlo para provocar una nueva Nakba y hacer marchar a los dos millones largos de palestinos de Gaza hacia Egipto, confiando en que una vez establecidos allí la comunidad internacional se encargaría de su subsistencia y asistencia. Y Netanyahu que hace un mes motivaba manifestaciones masivas contra él por su voluntad de perpetuarse en el poder y su reforma judicial, ahora gracias a esta guerra ha logrado reafirmarse con un nuevo “qui dia passa, any empeny” como decimos los catalanes y logra su objetivo de continuar intocable en el poder. Y ante las reflexiones del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, afirmando que estas acciones condenables de Hamás no salen de la nada, sino que son fruto de décadas de ocupación, Israel, incapaz de empatizar, como el maltratado que se convierte en maltratador, respondió anunciando que negaría los visados de entrada a los trabajadores y diplomáticos de la ONU. Con la misma ira respondió Israel ante la resolución del viernes de la Asamblea General de la ONU que pide un alto el fuego y la liberación de los rehenes. Unos rehenes que por primera vez no parecen la prioridad de Israel ya que de continuar esta devastación de Gaza la mayoría probablemente morirán por su propio fuego amigo. Y para terminar, una última reflexión. Más allá de los miles de muertos y heridos, si se convierte en una nueva batalla de Stalingrado o sencillamente una devastación y derrumbe total como el del gueto de Varsovia -¡repitiendo los patrones!-, se destruye Gaza y se acaba con los líderes de Hamás y también las personas vinculadas a Hamás, funcionarios y policías que gestionan administrativamente el territorio, ¿quién se hará cargo de la administración y gobernabilidad del territorio y sus gentes? Recordemos que tras la disolución del estado iraquí que hizo George Bush hijo en 2003, de ese vacío surgió el Estado Islámico. Y aunque Netanyahu dice estos días que Hamás es como el Estado Islámico, esto es totalmente falso, aunque incomprensiblemente muchos líderes occidentales, cuando les dice esa barbaridad no la enmiendan.

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