Cambio climático y frialdad de lucha

Cuando una cuestión merece un Día Internacional quiere decir que se ha convertido en importante (a pesar de que también hay algunos muy folclóricos) y he aquí que el cambio climático tiene ya el suyo (el 24 de octubre). Es una buena ocasión para hablar un poco de él.

¿Qué es en realidad esto del cambio climático, del que tanto se habla? En el fondo, es un cambio estadístico. Es decir, el clima de un lugar se define por unos valores estadísticos de una serie de variables atmosféricas (temperatura, pluviometría, presión, vientos, etc.) adquiridos a lo largo del tiempo y cuanto más larga sea la serie, mayor precisión tiene. Por ejemplo, el clima gallego es más lluvioso que el catalán porque el valor medio de lluvias a lo largo de los años es mayor. Un cambio climático significa que estos valores se modifican significativamente en relación con los históricos. Y esto es lo que ocurre ahora: el clima de Catalunya ha cambiado porque, por ejemplo, cada vez hay oleadas de calor y sequías más frecuentes, más intensas y más prolongadas.

Susana Alonso

A lo largo de la historia de la Tierra (más de cuatro mil millones de años), no es la primera vez que se produce un cambio climático. Todos hemos estudiado lo de las glaciaciones, que eran también cambios climáticos. La novedad de lo que estamos sufriendo ahora estriba en dos hechos significativos: primero, que parece más rápido que nunca (la temperatura está a punto de incrementarse 1,5ºC en menos de doscientos años y eso parece que no había ocurrido nunca) y que la causa del cambio es la humanidad (cuando hasta ahora eran fenómenos geológicos o planetarios).

Existe un amplio consenso científico en que el uso masivo de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) ha alterado la composición de la atmósfera con el incremento de la concentración de gases de efecto invernadero (como el CO2 y el metano) que ha aumentado la temperatura, y en consecuencia, ha alterado otros parámetros (como la altura del nivel del mar o las precipitaciones). Los combustibles fósiles empleados eran un inmenso sumidero de carbono, proveniente de grandes biomasas vegetales, que enterrados bajo tierra no hacían ningún daño. Al realizar su combustión, hemos liberado a la bestia que no es otra que el CO2.

Si se cumplen los escenarios previstos por los científicos a corto y largo plazo, los efectos sobre la humanidad pueden ser catastróficos. Sería muy paradójico que lo que nos ha hecho triunfar como especie (la capacidad única de utilizar la energía externa) se convierta también en la causa de la desaparición de la civilización. Pero como sucede siempre, los sufrimientos serán desiguales: lo que para el primer mundo puede representar modificaciones en el sistema de vida, en países pobres puede representar la muerte si tierras cultivables dejan de serlo. De hecho, cada año existen más «refugiados climáticos» que en lugar de huir de una guerra, lo hacen del hambre por culpa del cambio climático.

Ante este problema que nos hemos creado nosotros mismos, todas las administraciones hacen grandes reuniones y acuerdos para reducir las emisiones de los gases que provocan el cambio climático. Hablan mucho, pero la realidad es que las emisiones no han hecho más que aumentar a escala global (entre 2000 y 2021 han pasado de unos 23.000 a 37.100 millones de toneladas) y la guerra de Ucrania ha sido la excusa para que algunos países hayan vuelto al uso del carbón. No vamos por buen camino y es necesario intensificar la transición energética (sustituyendo los combustibles fósiles por la solar y eólica fundamentalmente) a la vez que reducimos el consumo energético.

El gobierno de Cataluña, carente de competencias reales en aspectos importantes de la transición energética (como es la autorización de parques eólicos de más de 50 MW o de la planificación e implantación de la eólica marina) tiene políticas erráticas y contradictorias que le llevan a incumplir sus propios objetivos, pese a ser poco exigentes. En efecto, el PROENCAT 2050, aprobado el pasado junio, prevé que solo el 23% del consumo final de energía sea de origen renovable en 2030, la mitad de los objetivos europeos.

El gobierno catalán, más preocupado por cuestiones identitarias que por los problemas reales, lleva un retraso considerable al respecto de la transición energética, una vía importante de lucha contra el cambio climático.

No vamos bien y hay que recordarlo cuando es el Día Internacional del Cambio Climático. En realidad, debería recordarse y actuar siempre.

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