«Eso de que en el sur de Europa trabajamos menos es un tópico»

Entrevista a Joan Sanchis

Profesor asociado de Economía Aplicada en la Universidad de Valencia. Ha trabajado como asesor de políticas de empleo del Gobierno valenciano. También ha desarrollado otras iniciativas relacionadas con el tiempo de trabajo, lo cual le ha llevado a colaborar en los programas del Ministerio de Industria. Acaba de publicar Cuatro días. Trabajar menos para vivir en un mundo mejor (Barlin libros).

Sorprende la contradicción entre el trabajo, entendido como maldición bíblica y el apego a él, tan intenso y compartido…

El trabajo, planteado desde la cultura católica, que es lo que más nos ha influenciado, es un castigo, pero, al mismo tiempo, una manera de revivirse, de salvarse. Al final, vivimos en una sociedad en la que todo gira alrededor del trabajo. El trabajo es la puerta de entrada de la identidad personal y profesional, que es la misma. Cuando conoces a alguien una de las primeras preguntas que se le hace es “a qué te dedicas”. No en el ocio, por ejemplo, sino a una actividad remunerada. El trabajo es también lo que nos permite subirnos a esa rueda del consumo, y de sentirse socialmente incluido. Porque ahora, si no posees determinadas cosas, que antes no fueron imprescindibles o relevantes, estás considerado un paria. Esto explica, en alguna medida, porque trabajamos muchas más horas, a pesar de todos los avances tecnológicos. Muy poca gente se plantea cuestiones sobre el trabajo, digamos, de una forma provocativa, rupturista. La gente va a la nevera y la única manera de que esté más o menos llena es trabajar. Y tiene que aceptar las condiciones que sean, porque tener un trabajo es un lujo en esta sociedad. Así están las cosas y no hay nadie que plantee una enmienda.

¿En cualquier caso, el trabajo no es un absoluto, sino casi todo lo contrario? ¿No es lo mismo el trabajo por cuenta ajena que por cuenta propia, mejor o peor remunerado, en peores o mejores condiciones…?

Hay trabajos considerados más o menos aceptables y hasta prestigiosos y otros degradantes. Depende de la definición que hagamos del trabajo. Y, al final, hay trabajos que no son ni considerados como tales, ni necesariamente retribuidos y que, en cambio, son fundamentales para la vida. Si aceptamos el prototipo de trabajador como hombre blanco, que trabaja 40 horas semanales en la industria, es posible porque en su casa hay una mujer que se encarga de cuidar los hijos, la alimentación, la limpieza…Cosa imprescindible para reproducir la fuerza de trabajo del marido. Todo lo cual conlleva una discriminación hacia estos trabajos, históricamente desarrollados por mujeres. Un sesgo significativo en lo que entendemos que es trabajo y que no lo es.

La lucha por las ocho horas ha pasado a la historia como una de las grandes batallas del movimiento obrero ¿Por qué ahora, cuando parecen existir mejores condiciones para reducir el tiempo de trabajo, no figura tal cosa entre las prioridades de los trabajadores y quienes los representan?

Durante mucho tiempo se han venido priorizando otras cuestiones en las reivindicaciones de los trabajadores. Las derivadas, por ejemplo, del incremento salarial. Con algunas excepciones, a veces notables, como es el caso de Francia o Alemania, donde ha habido debates e intentos de progresar en este terreno, la verdad es que la cuestión del tiempo de trabajo ha estado relegada. Cosa que sorprende porque, históricamente, las cosas han ido en sentido contrario y ahora, que podemos hacer muchas más cosas en menos tiempo, resulta que nos estancamos. Desde hace cien años la jornada laboral no ha variado. Pero, en cualquier caso, la cuestión está resurgiendo, aunque de forma diferente. Ahora es significativo que, por ejemplo, no haya un liderazgo sindical. La demanda viene más de la sociedad civil, e incluso desde algunas empresas. 

¿Esta tendencia es más bien global o se circunscribe a España?

Es general, a pesar del escepticismo de muchos sindicatos. Y las excepciones, que existen, tampoco son notables. En España, UGT lo lleva como una de sus reivindicaciones. CC.OO. también ha hablado del tema, pero siempre en un segundo plano. En Alemania, IG Metal, que es uno de los grandes sindicatos, es tal vez uno de los pocos que en Europa ha planteado la reducción del tiempo de trabajo. En este caso, quizás por necesidad, con intención de mantener el empleo frente a la automatización. Y, en cualquier caso, tampoco con mucha fuerza. Se entiende este escepticismo sindical por temor a posibles movimientos oportunistas empresariales que, aprovechando la reducción de jornada, acaben recortando plantillas. Mientras la reducción del tiempo de trabajo no tenga un liderazgo sindical va a ser más difícil conseguirla. 

¿De todos modos, la jornada laboral se está reduciendo realmente en países como Francia, que ensayó las 35 horas semanales?

El Gobierno socialista de Martine Aubry instituyó esta reducción, pero las sucesivas administraciones conservadoras fueron descafeinando la medida, incrementando las horas extraordinarias, etc. Así, aunque la jornada legal es en Francia de 35 horas, se acaba trabajando bastante más. Algo que se ha hecho, claro, de manera políticamente interesada. En Grecia asistimos a un arreón del incremento del tiempo de trabajo. Estamos en un momento de polarización. Al tiempo que se incrementa el debate sobre su reducción, vemos lo de Grecia o lo que hizo el año pasado Bélgica, que aprobó la semana laboral de 4 días, pero de 40 horas. Grecia tiene un problema de productividad, y hay quien piensa que se puede corregir trabajando más horas. Una fórmula gastada. Los países con mayor productividad son los que trabajan menos horas. En Alemania se trabaja casi 300 horas anuales menos por persona que España. La productividad tiene que ver con muchos factores y no especialmente con que la gente se esfuerce. No es verdad el tópico de que en el sur de Europa trabajamos menos. 

¿Es el teletrabajo es una oportunidad para la reducción del tiempo de trabajo o más bien un espejismo que, en realidad, lo incrementa, y de manera desregulada?

El teletrabajo, como la reducción de la jornada laboral, puede ser utilizado para bien o para mal. Bien planteado, regulado, tiene mucho sentido y sin ello puede resultar dañino. Es verdad que los avances tecnológicos van por delante de la política, algo que no puede ser. Sólo cuando empiezan a verse los efectos negativos se empieza a pensar en hacer algo. El teletrabajo puede ser una gran oportunidad para la reducción del tiempo de trabajo, y para que este se adapte más a las necesidades de las personas. Si esta forma de trabajo no se acompasa a los cambios, a la forma de entender el trabajo, puede agudizar aún más las contradicciones entre nuestra vida personal y profesional. Habría que ser mucho más contundente e ir por delante de los acontecimientos.

¿A la luz del cambio climático, la reducción del tiempo de trabajo adquiere mayor sentido, e incluso empieza a percibirse como un factor crítico para hacer frente a los problemas medioambientales?

El tiempo de trabajo está muy presente en las propuestas de decrecimiento. Una de las potencialidades que tiene la reducción del tiempo de trabajo es que ayude a la gente a plantearse preguntas sobre el trabajo, como el cuestionamiento de la presencialidad, lo que representa en su vida…, y disponer así de más elementos de juicio a la hora de tomar decisiones. Cosa que también se extiende a otras cuestiones, como la Renta Básica Universal. En definitiva, la reducción del tiempo de trabajo es un impulso transformador, que incluye como producimos, consumimos, nos comportamos… Hay que acabar con el ciclo de ganar y consumir. Algo que también nos lleva a regular cuestiones como la publicidad. La reducción de la jornada de trabajo es una ventana de oportunidad a los planteamientos decrecentistas, porque puede generar mucho consenso. El decrecimiento es algo que hay que saber explicar, sobre todo a la gente que no llega a final de mes. Porque una cosa es la Academia y otra la práctica. 

¿En último término, y tal como apuntabas y dice Serge Latouche, se trata de trabajar menos para vivir de otra manera?

Vivir de otra manera es quizás lo más difícil. Se trata de cambiar de hábitos, de manera de ver las cosas… Es algo incómodo. Como los cambios horarios, el trabajar menos tiempo… Genera en ocasiones reacciones defensivas. Ocurre a veces que no gusta que se hable de lo que nos molesta. Es una reacción de autodefensa que se percibe entre algunos hombres que se sienten ofendidos ante el feminismo. Llevamos una especie de chip que nos ha implantado el capitalismo respecto a la ética del trabajo.

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