A Laporta ya le cuesta defender el peso de la herencia en colapso económico

Aunque recurrirá a ese mismo argumento en la asamblea del sábado, sus propios 'gurús' empiezan a matizar que la junta actual no ha aplicado las medidas correctores necesarias ni acertadas

Joan Laporta

En el ámbito estrictamente deportivo, el balance de una Liga parece satisfacer por ahora las exigencias de quienes votaron a Joan Laporta, siempre estableciendo que sobre la Copa del Rey ganada con Ronald Koeman él mismo no se la atribuye ni la nombra ni la celebró, de hecho, en su día, y que las cuatro eliminaciones europeas consecutivas, aunque decepcionantes, no le han pasado factura. A cualquier otro presidente, por lo mismo, lo habrían triturado mediática y socialmente hasta echarlo del palco, sobre todo después de haberse reforzado el año pasado con once jugadores nuevos, en teoría para evitar la repetición del descalabro y de un cierto ridículo por caer por segunda vez seguida en la Europe League -competición que acabó conquistando el Sevilla-, ante un rival, el Manchester United, que no atravesaba su mejor momento.

Aun así, Laporta se ha asegurado, por el medio telemático del formato, que los socios no le van a poner ninguna falta ni en el ámbito futbolístico ni en el de secciones en la asamblea del sábado, donde tampoco tendrá que guerrear por la realidad económica. La manga ancha y el margen de confianza del socio resultan especialmente generosos y casi ilimitados en un terreno en el que Laporta ha podido arruinar al club sin la menor oposición y en muy poco tiempo, sin despeinarse se diría, gracias a la retirada asamblearia de todos los controles estatutarios o de saltárselos, como en el Espai Barça, aunque los haya. Solo faltó que el propio gobierno de Pedro Sánchez aprobara la supresión del aval para despejarle aún más el camino.

En todo caso, y resulta irónico, si el gasto salarial azulgrana tiende a moderarse sólo es gracias a LaLiga, que está muy encima y le ha obligado a un reajuste fortísimo a la vista del desmadre de las cuenta de Laporta. También ha regulado el exceso, el abuso y la ruina que significan las palancas, de forma que Laporta ya no puede vender más activos ni patrimonio del club con la finalidad estricta de mejorar el margen salarial. Para este mercado de invierno, LaLiga se lo ha fijado en 270 millones, lo que representa, en relación con el gasto del ejercicio pasado, de 676 millones, sólo el 40%, calculándose que sobre el presupuesto de este curso será poco más de la mitad del gasto real. O lo que es lo mismo: arrancar con un déficit presupuestario de algo más de 200 millones la actual temporada.

A veces de forma perversa y otras exagerada, la cifra de la masa salarial se utiliza indistintamente como un arma arrojadiza o como un argumento de defensa según les convenga los propios gurús del laportismo económico, ese colectivo que ha sido capaz de convertir y consolidar la herencia del pasado en la gran y única excusa para justificar las atrocidades de Laporta. Así funciona hoy este circo, el presidente dilapida casi 1.000 millones en la gestión ordinaria, diez veces más de las pérdidas de Josep Maria Bartomeu, y el tándem de Marc Ciria e Iván Cabeza salen cada cinco minutos, y las veces que hagan falta, a predicar sobre lo afortunado que ha sido el barcelonismo con el regreso de Laporta. O sea, a camuflar la realidad, omitir la crítica y a desviar la atención siempre hacia el mismo sitio recurrente, ese pasado cada vez más lejano.

La única voz que, con las mismas cifras en la mano, cuestiona y desmonta este relato es Jaume Llopis, destacado profesor de ciencias empresariales y alto ejecutivo ya casi retirado y caído en desgracia como barcelonista desde que, además de dimitir de la Comissió del Espai Barça de Laporta, proclamó como un gran error estratégico echar a Messi de un día para el otro. Las consecuencias le están dando la razón.

Los tres han sido protagonistas de un debate virtual planteado por El Periódico sobre aspectos concretos de la economía del club con el resultado esperado de un alineamiento corporativo de los dos laportistas, Ciria y Cabeza, discretos y sigilosos en el repaso de los desastres de hoy y contundente en la machacona culpabilidad del ayer. Ambos, sobre la pregunta de fondo sobre si la situación a junio de 2023 es peor que la de junio de 2021, muestran su uniformidad y militancia.

“Venimos de un junio del 2021 con vencimientos de deuda impagada y causa de disolución si fuera una mercantil. Hoy se pagan las facturas. Nos ha costado ingresos futuros e ingeniería contable en el caso de Barça Studios, pero no puede decirse que el club esté peor que en el 2021”, dice Ciria. «Para mí es evidente que está mejor. El club estaba en una situación muy compleja: no podía pagar facturas, tenía una deuda desbocada, que además vencía a corto plazo y que lo ahogaba y lo ponía en una situación realmente difícil, estaba casi en quiebra técnica. El club ha conseguido refinanciar la deuda, reestructurar la situación del balance y la situación es relativamente estable desde el punto de vista económico y financiero. El problema radica en que para hacer todo esto el club ha pagado un precio a futuro. Se le reducirán los ingresos respecto a su competencia durante 25 años con relación a los derechos de televisión que no tendrá y por otro lado ha vendido patrimonio», apunta Cabeza.

Para ambos, como para el resto, el laportismo que sigue viviendo en el único mundo donde nunca existió la pandemia ni sus consecuencias (300 millones menos de ingresos, solamente), también les pareció un acierto estratégico echar en noviembre de 2020 a Bartomeu antes de que pudiera aplicar una reducción unilateral del 20% a la nómina a los jugadores y apalancar 100 o 200 millones (no 1.000 millones). Las consecuencias, a falta de un gobierno directivo, fue dejar caer literalmente el club en manos de la comisión gestora, imposibilitada por estatutos para adoptar contra medidas, y la más que perjudicial entrada triunfal de Laporta en marzo de 2021 con una actitud voluntariamente pasiva y obsesionado en encontrar la manera de incrementar hasta 480 millones las pérdidas gigantescas del ejercicio 2020-21, esa monstruosidad que, estúpidamente, ha dejado al club herido financieramente de muerte.

La versión de Jaume Llopis es sintéticamente opuesta: «Es evidente, los datos así nos lo dicen, que la situación ha empeorado y mucho con la junta de Laporta. Tenemos menos patrimonio, menos ingresos, más gasto y tenemos muchísima más deuda».

Si es o no crítico el actual estado, que no niegan contradictoriamente ni Ciria ni Cabeza, una consecuencia directa de la herencia recibida, sus respuestas son calcadas: «La herencia está aún presente, hemos tenido contratos deportivos muy por encima del mercado que hacían insostenible el negocio ordinario del club. Ahora bien, la junta actual se ha centrado únicamente en una gestión basada en más ingresos y plantilla competitiva, mientras que el gasto se ha desbocado». «Por tanto, es esencial cumplir el presupuesto de la 23-24, corregir el gasto y hacer que el club sea viable y sostenible sin recurrir a ventas extraordinarias para cubrir el gasto ordinario», dice Ciria admitiendo que, en realidad, la situación era superable con una gestión correcta que no se ha aplicado.

Para Iván Cabeza, «es evidente que la herencia es endemoniada, en la que se juntó una reducción de ingresos estratosférica por el tema covid y unos salarios crecientes que obligan al club a asumir un gasto totalmente fuera del mercado y que se estaban pagando hasta hoy. Una situación así no se revierte en dos días. Necesitas tiempo. Lo que pasa, por otro lado, es que quizá la austeridad que reclamaba el momento no se ha aplicado. Se ha optado por gastar lo necesario para revertir también un equipo que no competía al nivel de lo que se espera del Barça y se ha abordado una serie de inversiones y gastos que quizá en la situación en que estaba el club no era la más adecuada”, más o menos lo mismo sobre la desviada actuación de la nueva junta, incapaz de corregir la economía del club.

Llopis hace un análisis en el que ya tiende a eliminar este factor recurrente: «Es obvio que heredan un club en una crisis importante de todo tipo, con 1.350 millones de deuda, que se mantiene casi igual, encima hay que contar lo que debemos a otros clubs por jugadores, unos 200 millones, y todo lo que conlleva la estructura del Espai Barça. Desde hace tiempo no se puede culpar de todo a la herencia. Como saben, dimito el día que se hace fuera a Messi y aquí es cuando se fragua la debacle económica o mejor dicho empeora la situación, porque aportaba una cantidad de ingresos por patrocinio, venta de camiseta, etcétera, etcétera. La nefasta gestión de Laporta y su junta comienza con el adiós de Messi».

En la asamblea del sábado, sin público ni interpelaciones, desde el miedo y desde la cobardía de la junta y ante una sala virtual ciega, sorda y muda gracias al nuevo orden telemático totalitario del laportismo, el enorme cataclismo de las cuentas del ejercicio 2022-23 será exclusivamente culpa del pasado. También lo será que nadie quiera pagar ni lo que vale Barça Studios. Al tiempo.

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