Arreglar España y estropear Cataluña

Si el referéndum de autodeterminación que reclaman los partidos independentistas para apoyar la investidura de Pedro Sánchez es inaceptable, en la medida que provoca la división y la confrontación de la sociedad, la amnistía de los encausados y condenados en el proceso secesionista de Cataluña también lo es. Para continuar instalado a la Moncloa, parece que el líder del PSOE está dispuesto a conceder esta medida de gracia, que rehabilitaría políticamente, entre otros, a Carles Puigdemont y a Oriol Junqueras.

Esto enerva a buena parte de la sociedad española y catalana y a la mayoría de los votantes socialistas. Para otorgar la amnistía, debe haber el paso previo, por parte de sus beneficiarios, de pedir perdón por el daño ocasionado y hacer acto de contrición, con la promesa solemne de no volver a intentarlo.

Pero los líderes independentistas no están dispuestos a hacer este gesto. Están convencidos que actuaron correctamente y, por lo tanto, se reservan el derecho de perseverar, en los años venideros, en la lucha por la ruptura de España. Esta es la fuerza que, creen, les confieren sus 14 escaños en el Congreso de los Diputados.

Que no se equivoque Pedro Sánchez. Si permite, sin ninguna disculpa pública por parte de los implicados, que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras vuelvan a dominar la escena política de Cataluña, el conflicto independentista volverá a subir de tono y de agresividad.

¿Qué tipo de legislatura se imagina que tendrá Pedro Sánchez si la aprobación de los presupuestos, de las leyes y de las mociones dependerá de ERC y de JxCat que, además, están en una guerra permanente entre ellos que durará, como mínimo, hasta las próximas elecciones autonómicas del año 2025? La competencia permanente y despiadada entre los dos partidos independentistas hará que cada apoyo parlamentario que necesite el futuro Gobierno de PSOE y Sumar sea objeto de una agotadora e indignante subasta.

La concesión de la amnistía se puede contemplar si es un gesto de sincera reconciliación, pero es inadmisible si, como en este caso, es una expresión de debilidad y desesperación de Pedro Sánchez para continuar en la Moncloa. Quede constancia: yo no quiero ver a Carles Puigdemont, ni a Marta Rovira, ni a Josep Maria Jové ni a ninguno de los líderes y activistas del desgraciado proceso independentista en la cárcel. Considero que la inhabilitación para ocupar cargos públicos durante una larga temporada es la condena que se merecerían por su grave irresponsabilidad.

En vez de inhabilitarlos, la amnistía los rehabilitará y volveremos a tener a todos los protagonistas del 1-O en la palestra pública. Como que la Generalitat tiene todos los medios de comunicación, públicos y privados, comprados y domesticados, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont se convertirán, rápidamente, en los amos y referentes del “cotarro” mediático y esto será insoportable.

Pedro Sánchez se vanagloria de haber desinflamado el clima político en Cataluña, en comparación con los años turbulentos del Gobierno de Mariano Rajoy. En parte, tiene razón. Pero aquello que ha contribuido, de verdad, a la bajada del “soufflé” independentista ha sido el miedo a la represión judicial, las batallas cainitas entre ERC, JxCat y la CUP y, en especial, la constatación que los líderes del proceso son unos embusteros compulsivos, unos fantasmas y unos cobardes, hecho que ha desencantado a la gran mayoría de sus seguidores.

Paradójicamente, si la proclamación de la república independiente de Cataluña –que este era el objetivo del 1-O- fue una derrota y un fracaso de los estelados, la concesión de la amnistía, gracias a los votos independentistas que necesita Pedro Sánchez para ser investido y gobernar, será un gran éxito del cual podrán presumir Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Parece mentira que Pedro Sánchez, obcecado y cegado por el poder, no vea la jugada.

Más paradojas: la amnistía tal vez solucionará durante una temporada la gobernabilidad de España, en la medida que Pedro Sánchez tendrá los apoyos necesarios para poder continuar en el cargo. Pero, en cambio, desestabilizará, nuevamente, Cataluña. Las renovadas y constantes apelaciones a la independencia que tendremos, gracias a la moral de victoria que la concesión de la amnistía dará a los estelados, reabrirán las dolorosas heridas del 2017, que ahora ya estaban prácticamente cicatrizadas.

En su intento de arreglar el “problema catalán”, Pedro Sánchez lo que conseguirá es estropearlo. Conociéndolos, los líderes independentistas, una vez amnistiados, se prepararán, a continuación, para el siguiente “embate” que, según ellos, tiene que ser el definitivo para culminar, ahora sí, la secesión. Por lo tanto, los no-independentistas que vivimos en Cataluña lo tenemos claro: vienen tiempos duros.

Tal vez el contexto político que vive España actualmente es propicio para la concesión de la amnistía. Pero el horizonte inevitable que nos espera en Cataluña la desaconseja absolutamente. Lo más inteligente es, desde esta evidencia, la convocatoria de unas nuevas elecciones generales que puedan alejarnos de este “dilema diabólico”.

Para “desinflamar” Cataluña ha quedado constatado que la fórmula de los indultos, manteniendo la pena de inhabilitación, funciona. Pero para eso hace falta que se celebren previamente todos los juicios que faltan -9-N, 20-S, 1-O, Tsunami, CDRs…- y que se emitan las sentencias correspondientes.

Amnistía y autodeterminación: este es el precio que piden Oriol Junqueras y Carles Puigdemont para dar sus 14 votos a Pedro Sánchez. La autodeterminación es inconstitucional y no se hable más. La amnistía no es explícitamente inconstitucional, pero sus efectos sí que lo serán. Y catastróficos.

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