Laporta se pone las pilas y lidera el derrumbe del Espai Barça y del Femenino

También se han dado a la fuga el último responsable del proyecto, Álex Barbany, y el 'jefe' de la actual sección más ganadora del club porque el presidente es cada vez más alérgico al talento y la profesionalidad

Laporta, presentant el finançament de l'Espai Barça

No hay que confundir la aparente eficiencia de la marcha de las obras de reforma del Spotify Camp Nou con el simbolismo de una dinámica desalentadora en la que sus responsables se dan a la fuga -uno tras otro-, la financiación aprobada es opaca, embustera, manipulada, ruinosa e insuficiente porque ni alcanza para amortizarla ni contempla el conjunto de los equipamientos -falta el Palau- y el urbanismo aprobado del conjunto del Espai Barça, no sólo en el MPGM. Tampoco se cumple lo acordado con los socios en la asamblea y ya puede descartarse que el día 29 de noviembre de 2024 la construcción permita una reapertura de mínimos para celebrar partidos con al menos dos tercios de los socios presentes en las gradas y festejar el 125º aniversario de la fundación del FC Barcelona.

La culpa no será de Limak, la tendrá la improvisación y la frivolidad de Joan Laporta, porque su capricho de reformar el estadio exactamente al revés de como estaba previsto obliga a un reajuste de tal envergadura que en el Ayuntamiento de Barcelona no saben, por mucha voluntad y predisposición que aporten, cómo aprobar una licencia de construcción sin saltarse, como hace Laporta, la normativa, la ley y el rigor arquitectónico.

La sensación de que Laporta sólo ha demostrado ser un consumado especialista en derribos y voladuras de cualquier estructura azulgrana que pueda quedar en pie tras dos años de mandato ha vivido en las últimas horas otro episodio ilustrativo de cómo el territorio azulgrana se vuele infértil y devastado, tierra quemada, a su paso. El mismo día que trascendía la huida anunciada de Markel Zubizarreta como presidente del Femenino que lo ha ganado absolutamente todo bajo su demostrado buen gobierno, también se reconocía internamente otra fuga de peso, la de Álex Barbany, director ejecutivo del Espai Barça, una vez resuelto con el área de recursos humanos su finiquito.

El Femenino, no hay duda, queda descabezado y huérfano de quien, gracias a la confianza y la determinación del eje formado por Sandro Rosell, Josep Maria Bartomeu y Jordi Mestre, que pusieron en sus manos el ambicioso y coherente proyecto de convertir la sección en otra área profesionalizada, a imagen y semejanza del primer equipo, Masía y futbol base incluidos. El resultado, gracias a una iniciativa pionera que hoy ha elevado a exigencia y normalizado el propio Consejo Superior de Deportes, ha superado todas las expectativas, pues el Femenino ha llegado a llenar el Camp Nou, ha conquistado dos Champions en tres años, dos Balones de Oro en la figura de Alexia Putellas, y, además de ser la base de la selección española campeona del Mundo, ha liderado una revuelta contra el machismo secular de las estructuras de la Federación Española y ha sacudido los estamentos de la UEFA y de la FIFA. Lo ha hecho mientras Laporta, pusilánime y escondido detrás de una pose de aparente apoyo a sus jugadoras, intentaba sostener y cubrirle las espaldas como podía a su amiguete -también de juergas- Luis Rubiales.

Para Markel Zubizarreta, que probablemente será contratado por la Federación para impulsar desde esta nueva atalaya la modernización del fútbol nacional, los recortes injustificados ordenados por quienes se zampan cada día la carta entera de Via Veneto y de Botafumeiro, o se llevan más de 100 invitados a la gira por Estados Unidos para que se diviertan sus amigos y familiares, unidos a las injerencias continuas sobre a quién fichar, y por cuanto, y sobre a quien darle la baja, la convivencia se hacía insostenible.

Laporta, fiel a su instinto y a esa voracidad destructiva de cualquier rastro del pasado, aunque fuera mejor, sólido y con grandes expectativas, ya se cargó al entrenador de la herencia a las primeras de cambio y cuando ha podido, después de presionar al director del Femenino hasta agotar y poner a prueba su paciencia, se ha deshecho de él, seguramente para aplicar su solución preferida. O sea, colocar a alguien que le deba el favor, lealtad ciega, no discuta las órdenes y le permita al presidente mangonear a su antojo.

Un clásico de esta nueva era suya y de su diversión favorita de usar y tirar a cuantos colaboradores y cargos le puedan dar un lustre inicial, exprimirlos y utilizarlos en su beneficio, siempre y cuando no expresen ideas propias, iniciativa, profesionalidad, talento y, sobre todo, no discrepen de sus locuras.

Ese estilo megalómano y encubridor de tantos intereses oscuros y sospechosos es la causa del interminable desfile de personajes como el Jaume Giró, Ferran Reverter, Jordi Cruyff, Mateu Alemany, Ronald Koeman o los Messi, Griezmann, Piqué, Jordi Alba, Mirotic, Jasikevicius o hasta Dembélé. Laporta quiere ser el único crack del Barça.

También, en el ámbito concreto del Espai Barça, es responsable de la salida de miembros de su comisión de ilustres como José Elías o Jaume Llopis, luego de Ramon Ramírez, el director general de confianza de Ferran Reverter, el propio directivo al mando, Jordi Llauradó, y hace apenas unas horas, Álex Barbany, en principio el ejecutivo designado para conducir ese barco del que salta todo el mundo con algo de dignidad barcelonista, vergüenza y dos dedos de frente desde que Laporta puso al frente, en la práctica, a Joan Sentelles, uno de los enterradores del Reus y negrero de las atrocidades, negocios y prácticas inconfesables de Laporta en sus buenos tiempos de embajador azulgrana en Uzbekistán.

La vida allí, en núcleo duro del Espai Barça, es imposible para cualquiera que no esté, como Sentelles, al dictado de las órdenes directas de Laporta, que es quien decide todo lo que se hace y deja de hacer, también quién, por cuanto y a cambio de qué, mientras el resto mira a otro lado hasta que resuelve, como Álex Barbany, no seguir participando ni en la farsa ni en el derrumbe descontrolado de un estadio que tanto costará rehacer y levantar por segunda vez en su historia. No sólo porque dentro de poco ya se habrá agotado el dinero si no se empieza a devolver, lo cual es imposible jugando en Montjuic. El desgobierno y el caos internos, como lo demuestran las bajas en combate y la supervivencia y la inmunidad de los mediocres, convierten en una misión imposible avanzar en tiempo y forma con una construcción que ya es, en sí misma, una especie de Torre de Babel en la que es Laporta quien, a su capricho, provoca desconcierto y confusión. También en este ámbito empieza a notarse la mano, o la mala influencia, de Alejandro Echeverría.

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