Laporta sigue con su política de ‘mobbing’ contra los pocos abonados fieles de Montjuic

La inseguridad de disponer de un asiento si no es con preaviso y la asignación de las peores localidades de forma sistemática están colmando la paciencia de socios tan históricos como Lluís Sabatés, que lo ha denunciado públicamente

Joan Laporta

Cuando el Barça de Joan Laporta dio a conocer sus planes de traslado a Montjuic eligió una fórmula inequívoca y directa para alejar a sus socios abonados y dejarlos fuera de juego. Además de doblar el precio de los abonos de golpe, la propia vicepresidenta institucional, Elena Fort, se encargó personalmente de rematar esta primaria intención por parte de la junta directiva de desanimar a la mayoría de los barcelonistas.

La misma y malsana voluntad de complicarle la vida y las ganas de animar al equipo hasta amargar a los socios más leales y comprometidos no ha cambiado -al contrario- con el paso de los días y de los partidos disputados en la nueva casa del Barça, que cada vez lo es menos de sus propietarios y abonados de siempre porque así se fomenta desde el propio gobierno del club.

Elena Fort consiguió un primer efecto de renuncia y de abandono masivo a base de amenazarlos con que, además de pagar dos veces más por un asiento, las localidades serían de bastante peor calidad, respecto a las del Camp Nou, en cuanto a la deficiente visibilidad del estadio Lluís Companys y, sobre todo, porque el acceso al nuevo equipamiento estaría vetado prácticamente a las dos fórmulas más empleadas por los socios en cuanto a movilidad rodada, como son el vehículo particular y la motocicleta. No habría espacio ni oportunidad para este perfil de abonado, más allá de un pequeño cupo para las motos acreditadas, advirtiendo -o amenazando, sería más exacto- a los pocos valientes que se lo estaban pensando que, a la fuerza, debían usar buses lanzadera desde puntos estratégicos de la ciudad, un parking conectado también por bus desde la Fira de l’Hospitalet -nada práctico-, la recomendación de usar el funicular de Montjuic -opción complicada- y, desde luego, la obligatoriedad de subir a pie mayoritariamente desde la plaza de Espanya, eso sí, siendo conscientes de que las escaleras mecánicas se estropeaban regularmente cuando el uso era masivo a causa de algún gran acontecimiento.

A esta mala propaganda, consciente y perversa por parte de Laporta en su empeño por ir sustituyendo progresivamente a los 82.500 abonados por clientes -o sea, por aficionados ocasionales, turistas, y visitantes, pero sobre todo por consumidores de las zonas VIP y localidades con servicios de gastronomía de primera-, la respuesta social fue demoledora, de un rechazo frontal a estas pésimas condiciones. Fue una reacción más bien muda por falta de credibilidad y el exceso de colaboracionismo y sumisión de los colectivos y plataformas (Dignitat Blaugrana, Seguiment FCB, Un Crit Valent, etc.) aunque es verdad que los pocos socios ilustres con voz en los medios y en algún escaparate con resonancia dejaron quejas y recados de desaprobación contra ese atentado al bolsillo de los socios.

Para no empañar el éxito de haber conquistado la Liga, con el caso Enríquez Negreira orbitando y las manos vacías en las competiciones europeas, Laporta hizo de poli bueno y promulgó un decreto de rebaja a la mitad del precio de los abonos con el que, más o menos, se homologaban y adaptaban los abonos del Camp Nou a las características del Lluís Companys. De poco menos de 10.000 socios que habían renovado hasta aquel momento se pasó a un registro de 16.684.

Cuando se han celebrado apenas tres partidos fuera del Camp Nou, las críticas y el malestar de estos barcelonistas, que representan el 20% de la masa social abonada, no han cesado por las incomodidades sufridas, el deterioro en la preparación y el servicio del personal de los accesos, los continuos errores de organización y, especialmente, por la mecánica incomprensible aplicada a esos pocos abonados, que no disponen de un asiento fijo pese a haber pagado con antelación por asistir a todos los partidos de la temporada.

La fórmula ideada por la junta consiste, lo primero, en poner en cuestión que el pago del abono asegura el acceso a una localidad y mucho menos específica, pues deben confirmar su asistencia con seis días de antelación -de lo contrario su asiento se pone a la venta- y luego esperar a que, un día antes, se les notifique por email la ubicación para ese partido en concreto, lo que también obliga a localizarla cada vez en un estadio que, por las reseñas, no dispone de una rotulación que lo facilite.

Tres partidos hasta ahora y tres aventuras para ocupar esas localidades que más de un socio se ha encontrado ya invadida por un turista a causa de una venta duplicada -algo casi imposible si no es por un fraude o un intento de falsificación-, y por la operativa tan complicada de accesos, además de la sensación agobiante y descorazonadora de que los que sobran allí son ellos mismos, los socios y barcelonistas históricos, cuando perciben que son mejor recibidos quienes compran una entrada porque no se quejan, pagan, aplauden y callan, mientras que los hábitos y la cultura adquirida de tantos partidos en el Camp Nou, esa entrañable rutina con la que el barcelonismo se transmitía de padres a hijos, hayan sido expresa y deliberadamente anuladas por Laporta.

La propia grada d’animación, reducida a menos de la mitad por el traslado, hubo de ponerse seria cuando, a poco de empezar la temporada, la junta quiso recortar su espacio para poder disponer de más localidades.

La situación no sería tan denunciable si no se hubiera pronunciado en las últimas horas un socio como Lluís Sabatés, histórico y paradigmático de esa máxima de «ser del Barça és el millor que hi ha», un barcelonista que difícilmente, si no es por alguna razón extrema, se ha perdido un partido del Barça, fuera o en el Camp Nou, de los últimos 30 años o más. un socio, como la mayoría, siempre predispuesto a servir al club con la máxima lealtad y el menor egoísmo ni interés, alguien sin ningún ismo que no haya sido el de la fidelidad llevada al límite y más allá.

En una carta abierta que ya está circulando en los círculos más sanos y menos próximos a la junta, Lluís Sabatés ha dignificado esta condición de ser barcelonista por encima de todo y de respeto incondicional al presidente, siempre y cuando no sea la propia junta directiva del club, como la que preside Laporta, la que intente borrar del mapa la esencia y naturaleza única de una institución que, por encima de todo, debería seguir siendo el resultado de una identidad única y de origen social.

En relación con las incomodidades soportadas en este corto espacio de tiempo, Sabatés afirma: «Y lo mínimo que puede hacer el club con estos socios -en referencia a quienes han renovado para ir a Montjuic- con este colectivo de incondicionales que somos los que estamos a la altura de la historia y valores de la Entidad es tratarnos con respeto y DIGNIDAD, definida como un trato correspondiente y proporcionado a lo que representamos (…) Y desgraciadamente -añade- el sistema de petición, adjudicación y envío de entradas dista mucho de ese respeto y trato digno más necesario que nunca. El acto de fe y amor hacia el club debería exonerarnos del suplicio de pedir entradas cada partido. De tener que identificarnos cada vez como si fuéramos delincuentes o revendedores. De tener que esperar inquietamente el día antes del partido para tener una entrada que hemos pagado al inicio de temporada. Y de tener que peregrinar a cada partido en busca de una localidad que nunca es la misma».

Lluís Sabatés considera que «Actuaciones como estas nos permiten entender por qué un 88% de los abonados y más de 60.000 socios sin abono han desertado de Montjuic, han dado la espalda al club en este difícil momento. Con estas actuaciones son ustedes corresponsables de la ruptura emocional con el socio, que no hay palanca que pueda recuperarla». Y concluye pidiendo, sin embargo, soluciones: «Están a tiempo de rectificar. De reconocer su error. Vuelvan a poner al socio delante porque el socio responde (al menos a los 17.000 que hemos respondido). El futuro de la entidad, como la hemos conocido está ligado al cambio de mentalidad y a la recuperación de la vertiente social del club que han abandonado».

Realmente es generosa y amable por su parte, y con una actitud propia y testimonial de su elevado sentido del barcelonismo, atribuirle a la junta de Laporta este mobbing social a un error o a su incompetencia en lugar de focalizar su crítica en signos evidentes de una alevosa y predeterminada estrategia de favorecer el clientelismo y la comercialización externa de las entradas. Lo que sea, argumentan otros barcelonistas menos complacientes, con tal de poder pagarle una fortuna sospechosa a Limak o de seguir alimentando los fichajes con Jorge Mendes, Pini Zahavi y otros amiguetes, además de priorizar los negocios e intereses de su círculo personal, entre ellos Alejandro Echevarria o su propio hermano Xavier, y de sus directivos. Hace tiempo que el socio se ha convertido en un lastre y una adversidad permanente para sus grandes planes. Y no lo disimula.

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