Érase una vez… Barcelona. El derribo de las viejas murallas medievales que encorsetaban la ciudad, a mediados del siglo XIX, abrió la posibilidad de imaginar y de edificar una nueva urbe. Esta tarea fue encomendada al ingeniero francmasón Ildefons Cerdà, que diseñó la “Reforma y Eixample de Barcelona”.
Para hacer este proyecto, Ildefons Cerdà realizó, previamente, profundos estudios económicos y sociales. Su objetivo era que la nueva ciudad fuera el hogar de las clases trabajadoras, ofreciendo unas viviendas espaciosas, bien iluminadas y rodeadas de jardines, para poder desarrollar una vida sana y confortable.
También se avanzó al futuro y, por eso, dibujó unas calles anchas y racionalmente ordenadas, para poder facilitar la movilidad de las personas y de las mercancías. Cuando Ildefons Cerdà planificó el Eixample tengamos presente que todavía no se habían inventado los automóviles, pero su genialidad visionaria hizo que se adaptaran fácilmente.
Como bien sabemos, el proyecto de este sabio ingeniero fue prostituido y masacrado desde su inicio y hasta hoy por ávidos especuladores, con la complicidad de muchos gobernantes municipales. Las manzanas, que debían tener solo dos inmuebles, fueron edificadas por los cuatro lados. Su interior ajardinado fue ocupado por talleres y almacenes. Las fachadas, que tenían una altura uniforme de 16 metros, fueron desfiguradas y aumentadas con áticos y sobreáticos, en su mayoría ilegales. El skyline, totalmente uniforme, fue destrozado con la construcción de enormes torres, como la del Banco Sabadell.
Aprovechando la conmoción general provocada por la pandemia de la covid-19, el anterior consistorio municipal, presidido por Ada Colau, también perpetró una agresión contra el Eixample, con la aplicación del llamado “urbanismo táctico” y la implantación de los “ejes verdes”. El objetivo, se dijo desde el Ayuntamiento, era ahuyentar los coches de la trama urbana y, de este modo, hacer una ciudad más respirable.
Pero este proyecto, liderado por la entonces responsable de Urbanismo, Janet Sanz, y el ex-arquitecto jefe, Xavier Matilla, ha sido un despropósito. Más allá de las supuestas buenas intenciones, la realidad es que los comunes consumaron otro atentado contra el Plan Cerdà, como se explica muy bien en el libro “SOS Eixample”, editado el pasado mes de mayo por EL TRIANGLE.
Por motivos electorales, la transformación de la calle Consejo de Ciento en un “eje verde” se hizo deprisa y corriendo, sin un estudio profundizado sobre su impacto en la movilidad. Los coches que ahora no pueden pasar no se han volatilizado: utilizan rutas alternativas y quienes pagan las consecuencias son, principalmente, los vecinos de la torturada calle València, que se ha convertido en un atasco permanente. El aire saneado que, supuestamente, hay en la calle Consejo de Ciento se ha convertido en más irrespirable en las calles del entorno.
De este modo, Ada Colau, Janet Sanz, Xavier Matilla y Salvador Rueda, el ideólogo de los “ejes verdes”, se han cargado uno de los principios fundamentales del plan ideado por Ildefons Cerdà: el igualitarismo. ¿Por qué se decidió ajardinar la calle Consejo de Ciento y no Caspe o Rosselló?
Los grandes beneficiarios de esta obra, que ha costado 26 millones de euros, son los propietarios de los inmuebles que hay en la calle Consejo de Ciento, que ahora han visto revalorizados exponencialmente sus pisos y locales. ¿Quién podrá pagar los alquileres que se pedirán para instalarse en este lugar privilegiado de la ciudad?
Los comunes –soi disant declarados enemigos de la especulación inmobiliaria y de la gentrificación- han convertido la calle Consejo de Ciento en el paradigma de estas plagas urbanas. Con su política de los “ejes verdes” han instaurado unas calles de primera y otras de segunda: una medida clasista y en las antípodas de los valores izquierdistas que dicen encarnar.
Ildefons Cerdà, desde su tumba en el cementerio de Montjuic, ha asistido, indignado, a todas las aberraciones que, por culpa de la codicia especulativa y la corrupción municipal, ha sufrido el proyecto de Nueva Barcelona que legó a la ciudad. Pero ahora, son Ada Colau y Janet Sanz –las autoras de la última puñalada al Eixample- las que no duermen tranquilas.
La magistrada del juzgado contencioso-administrativo n. 5 de Barcelona, Montserrat Raga, ha anulado la reconversión de la calle Consejo de Ciento, puesto que considera que la tramitación del proyecto se tendría que haber hecho a través de una modificación del Plan General Metropolitano (PGM). Además, constata que no se han realizado los pertinentes estudios previos de impacto económico y ambiental y que la obra se ha ejecutado de manera irregular, troceándola en una veintena de adjudicaciones parciales.
La sentencia es contundente: exige que el Ayuntamiento desmantele este “eje verde”, cosa que el alcalde Jaume Collboni ya ha dicho que no hará. La batalla legal será larga y, seguramente, será el Tribunal Supremo quien, dentro de unos años, diga la última palabra. Pero, de momento, la magistrada Montserrat Raga ha puesto en evidencia la frivolidad, la prepotencia y el autoritarismo de Ada Colau y Janet Sanz.
Por su parte, la magistrada del juzgado n. 26 de Barcelona ha admitido a trámite la ampliación de la querella criminal formulada por Josep Antoni Acebillo, ex-arquitecto municipal de Barcelona, contra Ada Colau y Janet Sanz por las obras de la calle Consejo de Ciento. Ahora, se investigará si, además, se produjo fraude en la utilización de las subvenciones europeas con las cuales se financió este proyecto, que el demandante considera que es ilegal. Si la querella acaba prosperando, Ada Colau y Janet Sanz lo pueden acabar pagando muy caro y su patrimonio personal está en riesgo.
Ildefons Cerdà ha tenido, históricamente, muchos enemigos que han intentado cargarse el Eixample. La ciudad todavía le debe el reconocimiento y el homenaje que merece. Su nombre continúa asociado a la inhóspita plaza que hay al final de la Ronda del Medio. Pero la venganza masónica se ha puesto en marcha.
