El club y las agencias se ven obligados a rebajar hasta un 40% las entradas para Montjuïc

La mediocre gestión del exilio del primer equipo por parte de Joan Laporta no ha evitado el derrumbe de una asistencia que el curso pasado batió el récord del siglo con 83.497 espectadores de media en la Liga

El Estadio Olímpico de Montjuïc el último Gamper

Desde la directiva de Joan Laporta se transmite ahora la firme convicción de que una media de entre 35.000 y 40.000 espectadores en los partidos de Montjuïc responde a las expectativas de un traslado que por ahora ha provocado malestar, disgusto y recelo social y que, como también era de esperar, no convence al público turista y visitante. La realidad es que el departamento de Ticketing azulgrana se las ve y se las desea para colocar las entradas disponibles a causa de los enormes problemas de movilidad y de la bien ganada fama de estadio muy poco ‘futbolero’ por su identidad arquitectónica y funcionalidad multiuso, especialmente para alojar conciertos y para lo que fue inicialmente concebido, como un estadio de atletismo.

Las agencias oficiales y los revendedores están intentando realizar promociones de todo tipo aplicando descuentos de hasta el 40% con la finalidad de aumentar los registros de asistencia a la vista de que, por ahora, ni los socios ni el gran público están respondiendo.

La esperanza depositada en que Montjuïc funcionase como estadio alternativo a las obras del Spotify Camp Nou estaba fundamentada en los registros del curso anterior, realmente positivos. Según los datos del propio aparato de comunicación laportista el estadio azulgrana cerró “firmando la mejor media de asistencia en la Liga del siglo XXI(…) con sus gradas casi llenas en todos los duelos, consiguiendo una media de 83.497 personas por partido. En este siglo no existe ningún precedente con una cifra similar. Desde que el aforo del campo se quedó en 99.354 localidades tras la eliminación de la grada de pie, el Spotify Camp Nou no ha establecido cifras tan altas como las de este año. Además, el récord es aún más meritorio si tenemos en cuenta que en diciembre se produjo el derribo parcial del Gol Sur de la tercera gradería, lo que redujo el aforo hasta los 95.877 asistentes”, especificó en una nota oficial de balance destacando los partidos de mayor afluencia coincidiendo con los Clásicos de Liga (95.745) y de Copa (94.902), el partido de despedida de Gerard Piqué (92.605) y el Barça – Valencia (89.644).

“Por primera vez -añadía el estudio- en todo el siglo XXI, la media de asistencia en el Spotify Camp Nou ha superado la barrera de las 80.000 personas. Hasta ahora ninguna temporada registraba una cifra superior. La que más se avecinaba era la 2010/11 con 79.192 asistentes. De cerca le siguen la temporada 2015/16 y 2016/17, que con cantidades casi idénticas acumularon 78.342 y 78.678 espectadores respectivamente. La media global de asistencia al estadio, si tenemos en cuenta todas las competiciones (Copa del Rey, Champions League y Europe League), apenas varía de la media en la Liga, situándose en 83.396 espectadores y espectadoras”.

Sin duda, también consecuencia del efecto positivo y de atracción generado por la conquista del título de Liga por parte del equipo de Xavi y del estreno de una nueva generación de fichajes, siete nada menos, liderada por la figura de Robert Lewandowski, el goleador procedente del Bayern que había conquistado las dos últimas Bota de Oro europeas.

En ningún caso, si hay que interpretar estas estadísticas inalterables y positivas a lo largo de la temporada, debe considerarse que las eliminaciones en Europa produjeron desánimo o deserción entre las filas barcelonistas ni tampoco la ausencia de Messi, desde el verano de 2021, ha influido negativamente en las métricas de asistencia pese a que desde la junta se difundió como pretexto ante la prensa que recuperar a Messi era clave para el alza de los ingresos, no al menos en el ámbito del Tiketing.

El fenómeno Montjuïc, esa recesión evidente, no responde a ningún aspecto deportivo, sino al hecho en sí de que la identificación social y del resto de los aficionados del Barça con su estadio, desde 1957, resulta tan poderosa e indivisible como para que el aislamiento o haber arrancado al equipo de su espacio y nicho natural provoque, por decirlo así, una especie de trauma o de rechazo a esa identidad tan arraigada.

La desnaturalización y el rechazo eran, por otra parte, previsibles. Lo sabían la junta de Sandro Rosell y de Josep Maria Bartomeu, que en ningún momento se plantearon la posibilidad del exilio, y también la de Joan Laporta de acuerdo con una encuesta interna que avisaba seriamente de esta situación social, radicalizada además a causa de su insensible actitud de plantear inicialmente esos precios prohibitivos y disuasorios y ahora, en la hora de la verdad, por complicar la asignación de entradas, a ciegas o con errores informáticos que tan regularmente se producen con perjuicio directo a los socios abonados.

Nadie comprende el motivo por el cual a los socios y público que han adquirido una localidad de abono o una entrada hayan de esperar a que dos días antes del partido se les asigne e informe por correo del asiento preciso de su emplazamiento, a menos que ante la demanda y en atención a las agencias oficiales o compromisos de la junta se prioricen determinadas peticiones de calidad o de grupos en perjuicio de quienes no conocen a nadie que, desde dentro, les pueda garantizar entradas ‘mejores’ que las del resto.

En cuanto a las asistencias, está claro y está suficientemente probado que de no mediar esa alergia a Montjuïc, de sobras conocida, los más de 80.000 espectadores de media del curso anterior deberían asegurar un lleno hasta la bandera de un aforo establecido como el del Lluís Companys, también dentro del espacio urbano de la ciudad de Barcelona, en 54.357 asientos, 6.000 de los cuales afectados por una abanico de entre el 80% y el 100% de visibilidad completa.

El resto de los aspectos que ha complicado y reducido las ganas de probar la experiencia de Montjuïc pasa por las restricciones viales decretadas por el Ajuntament, que también está en contra de que los aficionados puedan llegar al Lluís Companys, y por genios como los del equipo de Laporta que obligaron a quienes consumieron un vaso de agua a realizar un cola de media hora para recuperar el coste del vaso (2,5 euros) utilizado obligatoriamente en aras de una mayor sostenibilidad. Todo exagerado en exceso.

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