Vox, muleta del PP o salvadores de España

Aunque el PP y Vox gobiernan en coalición en Aragón, Extremadura, Comunidad Valenciana, Castilla y León y los Consejos Insulares de Baleares, y cerca de 150 ayuntamientos gracias a pactos, algunos como el de Valencia conseguido en sesenta minutos, otros como el de Extremadura impuestos desde Génova a la presidenciable popular María Guardiola que se resistía, la relación entre Vox y el PP vivió sus peores momentos el pasado 17 de agosto cuando Vox votó a su propio candidato para presidir el Congreso de los Diputados en lugar de hacerlo por la popular Cuca Gamarra. La negativa de Vox a votar a Gamarra fue la respuesta a la negativa del PP a dar un puesto a Vox en la Mesa del Congreso. Pero PP y Vox saben que están condenados a entenderse más allá de que la mayor parte de los votantes de Vox lo habían sido antes del PP y que algunos ya han vuelto a él, y de la certeza que tiene el PP de que difícilmente conseguirá en solitario la deseada mayoría absoluta. Así parece que el PP sólo volverá a la Moncloa si tiene el apoyo de los de Abascal. Vox y PP tienen vasos comunicantes, pero como se vio el 23 de julio en muchas provincias de poca población y pocos escaños el bajón de votos de Vox no necesariamente significaba que los escaños perdidos por los verdes fueran a los que aventuraban un “Verano azul”.

Con la fecha fijada para la investidura, seguro fallida de Feijóo para el 26 de septiembre, Vox ha anunciado que votará SÍ a Feijóo sin exigir que Abascal sea vicepresidente. Vox no pone condiciones ya que sabe que este gobierno no se materializará y una vez fracase Feijóo, será el turno de Sánchez. Si el líder socialista no lograra el apoyo de Junts, o al menos de un par de sus diputados y la abstención de los demás, se repetirían elecciones en enero. Y en este caso, Vox, muy debilitado por las crisis internas podría aún perder más votos y escaños si parte de sus votantes volvieran al PP ante la duda de que no estuviera asegurado el entendimiento entre Abascal y Feijóo –¡o de Ayuso!- para llegar a la Moncloa. De momento, sin embargo, está pendiente la investidura del presidente de Murcia, el popular Fernando López Miras, que no ha cedido a las exigencias de Vox, y si el 7 de septiembre no existe gobierno esta comunidad tendrá que repetir las elecciones.

Murcia fue precisamente el lugar donde la crisis que sufre Vox estalló hace tres años cuando tres de los cuatro diputados autonómicos retiraron sus poderes al entonces secretario general Javier Ortega Smith que era quien gestionaba la subvención que daba la Asamblea autonómica al grupo parlamentario de Vox. Crisis que se repitió en otros muchos lugares al quedarse y gestionar la dirección de Vox los fondos de los grupos autonómicos y municipales, y acabó con la salida de Macarena Olona y el cese de Ortega como Secretario General que fue sustituido por Ignacio Garriga. Y el tándem de Ignacio Garriga con el vicepresidente primero, Jorge Buxadé, se ha hecho con el mando de Vox, con un Abascal que simula estar al margen. La marcha de Iván Espinosa tras sacar de las listas a los ultraliberales Víctor Sánchez del Real o Rubén Manso, no debe entenderse como una pugna entre falangistas y ultraliberales, porque no hay nadie más falangista que Ortega Smith que también fue apartado. Es la constatación de que dos ultracatólicos del Opus Dei y obsesionados con conspiraciones mundialistas, Garriga y Buxadé, marcan la línea.

Si la legislatura arranca en dos o tres meses con Pedro Sánchez investido, Vox lo tendrá fácil para mantener su discurso antiglobalista, aunque con 33 diputados no puede hacer mociones de censura ni recursos en el Constitucional. Pero si Sánchez no logra ser investido y se repiten elecciones en enero habrá nueva escabechina para hacer las listas y decidir cuál es su programa electoral. Hacer de monaguillos de Feijóo -o Ayuso- para que lleguen a la Moncloa, o hacer de salvadores de una España a la que como dice Garriga, le arrebataron la libertad hace 45 años, y que, como lamenta Buxadé, ha permitido que muchos de sus hombres se hayan convertido en seres desarraigados, sin amor a la patria, manipulados por el consumismo y el ateísmo globalista.

Xavier Rius Sant, periodista, es autor del libro “Vox. El retorno de los ultras que nunca se fueron”

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