De absolutas y veranos azules

Entrada la noche del 28 de mayo, tres figuras salían al balcón de la sede del Partido Popular en Madrid, tras conocerse los resultados de las elecciones municipales y autonómicas: en el centro, el líder de la formación, Alberto Núñez Feijóo; a un lado, el alcalde José Luis Martínez-Almeida, y al otro, la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso. Las caras lucían felices, y es que ella había alcanzado la mayoría absoluta ⸺con un total definitivo de 70 escaños sobre 135⸺, después de rozarla en los comicios de 2021, y Almeida había logrado el mismo objetivo, doblando prácticamente los resultados de 2019 ⸺de 15 a 29 ediles⸺, al hacerse con los 11 del hundido Ciudadanos y un poco más.

El PP no veía unas cifras tan propicias desde 2011, cuando Esperanza Aguirre, con 72 representantes, y Alberto Ruiz-Gallardón, con 31, obtenían sendas mayorías absolutas al frente de la Comunidad de Madrid y del ayuntamiento capitalino. En definitiva, los populares han gobernado ambas instituciones durante casi 30 años, exceptuando el período de Manuela Carmena como alcaldesa.

De una forma u otra, el Tamayazo de 2003 se ha ido consolidando y hoy casi nadie recuerda a Rafael Simancas, ahora secretario de Estado y a quien aquel episodio de presunto transfuguismo impidió convertirse en presidente autonómico. En cambio, más o menos todos saben quién es Esperanza Aguirre, la beneficiaria. Por su parte, personajes como el ex presidente socialista Joaquín Leguina o los alcaldes de los 80 Enrique Tierno Galván o Juan Barranco parecen enmarcarse en una cierta prehistoria política.

Durante estos años, el PP madrileño ha mostrado diversas caras: del tono y carácter de un Gallardón o una Cifuentes a los de una Aguirre o una Ayuso. Y así hemos llegado a hoy: la aparición de Vox ha hecho girar a la derecha a ciertas corrientes entre los populares, donde algunos ya se movían con soltura. Es el caso de IDA ⸺iniciales de la actual presidenta madrileña⸺, quien en su discurso de investidura en la asamblea dejó frases como: “España merece un mejor Gobierno y no quiere que sus enemigos ocupen sus instituciones, ni que la cambien por la puerta de atrás. Bildu sí está gobernando España, ellos y sus socios sí han buscado el desprestigio o el ninguneo de nuestras más altas instituciones: la corona, los jueces, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, las fuerzas armadas”, y la enumeración continuó.

En esta estrategia de hablar más de España que de Madrid, refrendada en las urnas por los votantes, Ayuso también quiso ponerse como ejemplo de ahorro público al mantener un Gobierno con solo nueve consejerías, eliminando la vicepresidencia y, de paso, lleno de caras nuevas. La propia presidenta anunció que continuaría “reduciendo viceconsejerías y direcciones” para tener “probablemente el Gobierno más austero” del Estado. Una lectura alternativa de estas medidas sería el adelgazamiento implacable de la administración pública, obedeciendo la desaparición de la figura del vicepresidente y la renovación íntegra de los consejeros a que Ayuso no quiere que nadie le haga sombra, y cuando le parece, hace tabula rasa.

Pero, en esta operación de hacer más endeble la administración, la presidenta no olvida a quienes de algún modo la ayudaron a ella o a los suyos. Así, Ana Dávila encabeza la Consejería de Familia, Juventud y Asuntos Sociales, después de haber sido viceconsejera de Asistencia Sanitaria y ser cesada en octubre de 2020, cuando ya había firmado el contrato de suministro de mascarillas por el que el hermano de Ayuso recibió una comisión de al menos 55.850 euros.

Las victorias en los gobiernos autonómico y municipal no solo en Madrid, sino en buena parte del Estado, hicieron crecer el optimismo del PP de cara a las generales con el lema de campaña Verano azul, en referencia a la serie de los años 80.

Pero en Madrid algunos han lamentado que el verano cogiera el tono verde de Vox, que en sus pactos con los populares ha vetado la obra Orlando, de Virginia Woolf, en la localidad de Valdemorillo, o ha eliminado los puntos violetas “podemitas” (en palabras de la concejal de Servicios Sociales) de apoyo a las mujeres acosadas o maltratadas en las fiestas municipales de Torrelodones. Para acabar de redondearlo, el cantante Rayden ha anunciado que no actuará en las fiestas de Alcalá de Henares, de donde es originario y donde también gobiernan PP y Vox, como “deber moral” por “la censura” ejercida por la extrema derecha. Todo esto explicaría por qué el PP de Madrid ha bajado del 47,3% de voto en las autonómicas al 40,5% en las generales del 23-J, o por qué Vox obtuvo 7 escaños allí en 2019 y ahora se ha quedado en 5.

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