“Mantener la posición” y “No surrender”

Carles Puigdemont y el sector “intransigente” que domina Junts x Catalunya (JxCat), dicho sea con todos los respetos, son como son. Que no se hagan ilusiones Jaume Asens y, mucho menos todavía, Pedro Sánchez: no conseguirán que los herederos del pujolismo voten “sí” a un gobierno presidido por el líder socialista, por más que cuente con el apoyo parlamentario de Sumar, ERC, Bildu, PNV y BNG.

El objetivo prioritario de JxCat, más allá de la retórica de la amnistía y del reconocimiento del derecho a la autodeterminación, es la reconquista de la primacía en el espacio independentista, que le ha arrebatado ERC, y la recuperación del Gobierno de la Generalitat (y TV3) en las elecciones autonómicas del 2025. Para lograr este hito, los herederos del pujolismo necesitan desmarcarse de manera llamativa y permanente del partido de Oriol Junqueras y sacar pecho.

Para JxCat, ir a Madrid solo tiene sentido para continuar erosionando a ERC y a los socialistas, que acaban de ganar con contundencia las elecciones del 23-J en Cataluña. Eso sí, los de Puigdemont negociarán con el PSOE los votos prestados que les faltan para poder tener grupo parlamentario propio y, a cambio, apoyarán la candidatura de Meritxell Batet como presidenta del Congreso de los Diputados.

Para hacer esta tarea de erosión, a JxCat le es imprescindible tener grupo parlamentario propio. No solo por las ventajas económicas y logísticas que esto supone. Es la manera que Míriam Nogueras pueda tener visibilización mediática. En el grupo mixto, que es donde tendría que estar JxCat, por el número de escaños y votos obtenidos el 23-J, quedaría diluida y esto no le sería posible.

Pero tras el pacto que haga con el bloque progresista para la constitución de la Mesa del Congreso de los Diputados, no es previsible que JxCat vaya más allá. Mantendrán, a buen seguro, reuniones públicas y privadas con emisarios del PSOE, del PP, de Sumar, de ERC, del PNV… para tantear posibles acuerdos, pero, al final, Carles Puigdemont no se casará con nadie: no tiene ningún interés objetivo.

Los problemas de Carles Puigdemont no son la gobernabilidad de España ni barrar el paso a un hipotético gobierno PP-Vox. Sus problemas son el bienestar de su familia, no poder moverse de Bélgica, la presión del juez Pablo Llarena, la próxima sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), su candidatura a las elecciones del Parlamento europeo del año próximo, las investigaciones de la Comisión Europea sobre la trama rusa del proceso y el futuro judicial de su abogado de cabecera, Gonzalo Boye, acusado de colaborar en una operación de blanqueo de dinero con el narcotraficante Sito Miñanco.

De este pack de angustias vitales que gravitan sobre la cabeza del ex-presidente de la Generalitat, solo hay una que Pedro Sánchez tenga a su alcance resolver: el bienestar económico de su mujer y de sus dos hijas. Solo hace falta que la Diputación de Barcelona, gobernada por el PSC, renueve el contrato de la tertulia en inglés que hace semanalmente Marcela Topor en la televisión del ente provincial.

El resto de dossiers están en manos de la justicia, española y europea, y aquí Pedro Sánchez sabe que no puede incidir. Obviamente, puede activar un indulto –como hizo con los dirigentes del 1-O encarcelados-, pero esto implica que, previamente, Carles Puigdemont tiene que comparecer, por iniciativa propia o vía extradición, ante la justicia española, ser sometido a juicio y condenado en sentencia. Pero estamos hablando de un horizonte a largo plazo que quiere decir, de entrada, prisión y que vendrá precedido por la posible repetición de las elecciones españolas, a finales de año, y de las europeas del año próximo.

Hay dos conceptos fundamentales que definen la estrategia del ex-presidente de la Generalitat y de su formación, JxCat: “Mantener la posición” y “No surrender”. Pactar con el PSOE y votar a favor de la investidura de Pedro Sánchez es una enmienda a la totalidad a estos preceptos fundacionales y dejarían a Carles Puigdemont como un “botifler”, a ojos de la parroquia independentista más hiperventilada que le apoya en las redes y en las urnas.

La única esperanza de Pedro Sánchez es que la disyuntiva que tiene JxCat encima de la mesa –hacerlo presidente o precipitar unas nuevas elecciones- haga estallar las tensiones que, desde su fundación, están latentes en este partido, entre los sectores “intransigente” y “pragmático”. Hasta ahora, se han impuesto los “intransigentes”, encabezados por Carles Puigdemont y Laura Borràs, pero su gestión ha sido ruinosa: en la actualidad, el poder institucional de JxCat, por falta de habilidad negociadora, ha quedado reducido a la Diputación de Girona (compartida con ERC) y al Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès.

No es descartable que el sector “pragmático” de JxCat, que lidera Jaume Giró, decida plantear batalla para intentar conseguir el control del partido y reorientar, en sentido positivo, las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez, tal como habría hecho la antigua CiU y reclaman las fuerzas vivas del empresariado catalán. Pero Carles Puigdemont, a pesar de que no ocupa ningún cargo orgánico en la dirección del partido, quiere dirigir y controlar personalmente el tempo y el contenido de las conversaciones que pueda haber y es muy difícil que deje escapar esta oportunidad de situarse en el foco mediático. Su ansia de protagonismo es infinita y ahora, desde Waterloo, puede saciarla… mientras espera las resoluciones judiciales que marcarán su futuro y, en consecuencia, el de su familia.

JxCat necesita llegar a las próximas elecciones autonómicas sin ninguna hipoteca política que pueda dar pie a la concreción de la “cuarta lista” que promueve la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Y si puede ser con un Gobierno PP-Vox en Madrid, resultado de la repetición de las elecciones generales españolas, mejor que mejor.

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1 comentario en «“Mantener la posición” y “No surrender”»

  1. Que más quisieras, desde el gobierno se pueden hacer muchas cosas, y desde luego arreglar la situación personas de Puigdemont sería sencillo para el gobierno, incluso dejando que se presente a las elecciones catalanas, que ganaría. Desde luego con un gobierno PP-Vox que suspenda la autonomia de Cataluña si que no va a pasar.

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