Laporta arrastra al Barça a un verano aún peor de ‘fichajes fantasma’

Obsesionado por renovar el equipo, el déficit ordinario del ejercicio se ha triplicado y ahora, sin palancas ni ventas ni recortes suficientes, necesita tapar el ridículo de perder a Messi y que LaLiga le obligue a avalar

Joan Laporta

Hace más o menos un año, Joan Laporta daba cerrojazo a la temporada 2021-22 con un escenario tétrico y opresivo por la falta de expectativas y de recursos. El equipo de Xavi había terminado el curso descolgado del Real Madrid y con ningún título que celebrar, pérdidas considerables en el ejercicio económico, y el mensaje inequívoco de Javier Tebas sobre la situación, más que apurada del margen salarial, en el sentido de que “hoy en día el Barça no puede fichar a Lewandowski”.

Aquel fue el detonante del modelo palancas, o el desesperado y viejo truco de vender el coche para comprar gasolina, que dio como resultado unos ingresos netos de 840 millones de euros a base de vender descontroladamente activos y patrimonio del club para solucionar los problemas más urgentes, como ampliar el margen salarial para cerrar un total de siete operaciones, las más importantes de las cuales fueron las de Lewandowski, Raphinha y Koundé, y esconder la causa y el origen de la dramática situación a la que ha conducido la pésima gestión de Laporta, derivada de la falta de ingresos. El club arrastra desde el final de la pandemia, que coincidió con la ocurrencia de echar a Messi y el aterrizaje de la nueva junta directiva, un desequilibrio presupuestario superior a los 200 millones, un mal endémico y amenazador al que Laporta ha reaccionado del peor modo posible: a base de fichar compulsivamente y de consolidar la precariedad aumentando los riesgos y la posibilidad de que el club sea insolvente en breve.

De hecho, ya lo es, pues su economía ya está ahora completamente bajo el control de LaLiga, que le ha prohibido seguir arruinándose y el empleo de más y más palancas, sujeta al estricto cumplimiento de un plan de viabilidad, que sólo ha tardado un día en incumplirlo.

Laporta, un presidente despilfarrador que sólo sabe vivir del exceso, la agitación, el gasto caprichoso y la convulsión mediática, sique siendo incorregible, como lo demostró el hecho de que, en el mercado de verano anterior, hubo de prestar un aval, junto con el tesorero, Ferran Olivé, y el director de fútbol, Mateu Alemany, para formalizar la inscripción de Koundé cuando la Liga ya había empezado.

Cualquier otro presidente que no contara con un aparato mediático tan poderoso y manipulador como el suyo, y un entorno del todo anestesiado y amnésico, hace tres años que habría aplicado un plan de recortes y de control del gasto para paliar esa caída de los ingresos que, debe recordarse, sólo ha afectado al Barça de Laporta y no al resto de los clubs grandes de Europa. Todos ellos, con la excepción azulgrana, han recuperado el pulso económico e incluso lo han superado, al igual que los niveles de explotación anteriores al shock de la covid. Sólo Laporta, que ha visto cómo se llenaba el Camp Nou, el museo y las megastore de un turismo masivo y desbordante, sigue perdiendo dinero.

La explicación es que al echar a Messi se le fueron cayendo los patrocinadores, no llegaron nuevos, y, lejos de administrar correctamente el terrible impacto de su ausencia, la solución Laporta fue gastar más, no solo en jugadores, también en comilonas, fichajes, comisiones, desplazamientos de cinco estrellas y contrataciones de amiguetes y familiares sin medida y a precios por encima del mercado.

Los balances, como el del año pasado y presuntamente el de este ejercicio, arrojan beneficios como los 98 millones a 30 de junio pasado y los 274 millones previstos, según el presupuesto aprobado en la asamblea última. La realidad es que probablemente no pase de 250 millones el superávit de esta temporada, lo que significará que casi 500 millones de las ganancias netas de las palancas habrán servido exclusivamente para compensar el pozo de las pérdidas ordinarias más grandes de la historia el club y en ningún caso a rectificar ese déficit ordinario al que sólo LaLiga intenta poner freno con unas exigencias que, evidentemente, Laporta no ha podido cumplir.

Tan dramática es la situación, aunque el entorno mediático y la propia afición sigue disimulando y mirando hacia otro lado, que Laporta ya no pudo inscribir las renovaciones y ampliaciones de contrato el pasado invierno ni tampoco ahora, si no es mediante la presentación de un aval personal de 6,6 millones de la propia junta aprobado ayer en la reunión ordinaria. Una medida desesperada y extrema que representa la admisión y proyección de un fracaso, otro más, sin precedentes.

La prensa laportista intenta normalizar esta aberración administrativa, reincidente y evitable, que además llega acompañada de otra aún mayor, como es seguir comprando jugadores como Íñigo Martínez y Gundogan, y parece que también se gestionan los del croata Brozovic y el brasileño Vitor Roque, a los que el Barça no pude pensar en inscribir si antes no se venden futbolistas que, por ahora, no tienen la menor intención de ser empleados como moneda de cambio. Son fichajes fantasma.

El propio desprecio de la junta del Barça por futbolistas como Lenglet, Umtiti y Dest provoca que su valor baje en el mercado y no ayuda -al contrario- que el propio Laporta se ponga la soga en el cuello anteponiendo el enorme obstáculo de atar fichajes a cerrar los traspasos y así disponer de recursos para inscribirlos.

Siempre es igual: primero es fichar sin regatear, pues así las comisiones engordan solas, y luego el victimismo, los lamentos y los trucos contables para ir superando los exámenes de la Liga. El ridículo de esconderse el día que Messi renuncia porque nadie le ha hecho una oferta no ha sido suficiente escarmiento. Al contrario. Como el año pasado, reaccionó al ultimátum de Javier Tebas fichando a Lewandowski, estirando el brazo infinitamente más que la manga a base de vender las joyas de la abuela, la vergüenza de perder a Messi por 25 millones le ha provocado esa misma ansiedad y sueños de grandeza, con la diferencia de que esta vez no hay palancas ni joyas, sólo un posible negocio con Catar y la extraña sensación de que a Laporta tampoco le motiva tanto conseguir dinero para el club o para sus fichajes. De momento, el panorama es aún peor que el año pasado, de récord de pérdidas ordinarias y de incapacidad para sobreponerse. El día de la marmota.

(Visited 168 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

NOTÍCIES RELACIONADES

avui destaquem

Deja un comentario