El alcalde metropolitano

El nuevo alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, manifestó durante su discurso de investidura que su prioridad absoluta será la resolución de la aguda crisis de vivienda que sufre la ciudad. Pero esta es una cuestión que, como otras muchas, solo tiene respuesta si la abordamos desde la realidad metropolitana.

Con 1,6 millones de habitantes y el suelo urbanizable prácticamente agotado, Barcelona necesita apostar y fortalecer, de manera decidida, su dimensión metropolitana. Bien sea con los 36 municipios y los 3,3 millones de habitantes que forman, stricto sensu, el Área Metropolitana de Barcelona (AMB), bien sea con la conurbación regional real –que incluye Mataró, Granollers, Sabadell, Terrassa, Vilafranca del Penedès, Vilanova i la Geltrú…–, que alcanza una población de 5 millones de habitantes.

En contraste con sus antecesores en el cargo, Jaume Collboni tiene el perfil idóneo, la ambición y el apoyo político para emprender, como futuro presidente de la AMB, el imprescindible salto de la ciudad a la metrópoli. Siempre, como es obvio, con consenso y el máximo respecto a la autonomía de los municipios del hinterland.

Las elecciones del 28-M han consolidado y fortalecido el poder del PSC en el cinturón rojo metropolitano. Con la conquista de la alcaldía de Barcelona por Jaume Collboni, la buena sintonía y la coherencia está garantizada en los órganos de gobierno de la futura AMB, cosa que no pasó durante los mandatos de Xavier Trias (2011-15) ni de Ada Colau (2015-23).

Esta coyuntura única hace falta que sea aprovechada para dar un impulso a la vertebración metropolitana, un proyecto que el nuevo alcalde de Barcelona tiene completamente asumido desde hace años. Cuestiones fundamentales para el bienestar de las personas que habitamos la conurbación, como la vivienda, la movilidad, el transporte público, la distribución y el saneamiento del agua, la recogida y gestión de los residuos, la lucha contra la contaminación y el cambio climático, los servicios sociales, la sanidad… solo pueden ser planificados y organizados con dimensión metropolitana.

Una tarea urgente e ineludible que tiene que encarar Jaume Collboni es la redacción del nuevo Plan General Metropolitano (PGM) que ordene el planeamiento de la conurbación. El que está vigente data del año 1976 y ha quedado obsoleto, como lo demuestran los centenares de modificaciones puntuales que ha sufrido en las últimas décadas.

El instrumento de planificación acordado para sustituirlo, el Plan Director Urbanístico Metropolitano (PDUM), arrancó su tramitación en 2015 y, hasta ahora, solo se ha producido su aprobación inicial. Pero los expertos alertan que se trata de un documento genérico, que no entra en el detalle y que habrá que esperar a tener aprobado el Plan de Ordenación Urbanística Metropolitano (POUMet) para concretar la planificación de los 36 municipios de la AMB. 

Disponer del PDUM y del POUMet aprobados y en vigencia es absolutamente imprescindible. Para desencallar, por ejemplo, el angustioso “tapón” que se produce con el acceso a la vivienda, liberando, con plena seguridad jurídica, la edificación de nuevas promociones públicas, privadas o en colaboración pública-privada. O para permitir la llegada de inversores que, sin miedo a líos jurídicos ni a una burocracia exasperante, puedan materializar nuevos proyectos empresariales. 

Como futuro presidente de la AMB, Jaume Collboni también tiene que abordar, de una vez por todas, la solución a la ampliación del aeropuerto del Prat, para que pueda admitir los grandes aviones que hacen las rutas intercontinentales. La ubicación del aeropuerto, en una zona ecológicamente tan sensible como el delta del Llobregat, es un error de diseño que, desgraciadamente, arrastramos desde hace décadas y que ningún gobernante –ni en dictadura ni en democracia- quiso afrontar con la implantación de unas nuevas instalaciones aeroportuarias, por ejemplo, en la zona del Vallès.

La prolongación de la tercera pista, con la obligada afectación de la laguna de la Ricarda, es la opción más plausible, pero contaba con la oposición frontal de la ex -alcaldesa Ada Colau y del Ayuntamiento del Prat. La decisión definitiva se tiene que adoptar en 2026, cuando se aprobará el próximo DORA, y en este tiempo hay que conseguir que Aena y el ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana ofrezcan contrapartidas suficientemente generosas e importantes en la estrategia de protección del delta que compensen la pérdida de la laguna de la Ricarda, un espacio natural privado que, por otro lado, resulta inaccesible e impracticable para el disfrute de la población metropolitana. 

El mundo del siglo XXI está organizado en metrópolis que atraen talento y ofrecen oportunidades de prosperidad y servicios. Barcelona, para ser competitiva a escala internacional, se tiene que repensar en clave metropolitana y romper las “murallas” del Llobregat, del Besòs y de Collserola que la limitan para fundirse orgánicamente, sin prejuicios ni superioridad, con su hinterland.

Esta metrópoli de 3,3 millones que engloba la AMB –o los 5 millones de la Región de Barcelona, si algún día se da estatuto jurídico a esta realidad geoeconómica- es la que está llamada a liderar Jaume Collboni. Nunca antes, ningún alcalde de Barcelona ha tenido esta oportunidad y hay que exigir que la aproveche, en beneficio de Cataluña y de su capital.

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