Efectos del paroxismo feminista y experimentos antropológicos

Vaya por delante que mi simpatía política por Irene Montero es nula (al igual que mi simpatía periodística por el editor/presentador de TV3 Toni Cruanyes es cero -por razones que ahora no vienen al caso, o quizás sí, lo veremos-), pero como suele decirse en castellano: “al César lo que es del César”.

Hacer leña del árbol caído no es honesto, pero en este caso es vergonzante, ya que los diferentes partidos o núcleos de Sumar, internos y externos, han utilizado a Irene Montero como cabeza de turco, por los resultados de una errónea política colegiada y continuada desde el minuto 1 del Gobierno de coalición en materia feminista y de género. Que a última hora de la legislatura, el PSOE haya comenzado a desmarcarse en algunos aspectos de la Ley del Sí es sí o de la Ley Trans (corregir es de sabios) no quiere decir, ni excluye, que en el fondo la política seguida y marcada por el Gobierno de Pedro Sánchez, ha sido “feminista” y de “género”, siguiendo la estela y aumentando la del Gobierno Zapatero (recordad que fue quien empezó a bautizar a los miembros del Gobierno, como “miembras” y que fue el primer gobierno europeo en legalizar el matrimonio homosexual).

Recordará que después de Zapatero llegó el PP (como después de Obama ganó Trump). Estábamos avisados, pero no, erre que erre. Muy modernos, en un país de enormes déficits sociales. Ahora, a la vanguardia de Europa y del mundo con la Ley Trans. Por cierto, esto no es Suecia y aquí la revolución sexual de verdad todavía está pendiente. Esto explica que aquí reine la pornografía a diestro y siniestro y claro después vienen las “manadas” y la violencia sexual (y los niños con móviles a los 9 años…).

El actual gobierno ha seguido y aumentado su paridad en el Consejo de Ministros, también con una reciente ley para empresas. La cobertura de los medios, la narrativa, la preocupación, la alarma social asociada, la publicidad institucional (que ya viene de lejos), los recursos, las normativas y las subvenciones con carácter feminista y de género han sido una constante durante todo este tiempo.

Todo ello con el apoyo sin fisuras de fondo (otra cosa es de ritmo y ambición) por Unidas Podemos, tanto por parte de Izquierda Unida como de Podemos y otros partidos menores vinculados a la coalición. Respecto a Cataluña hay que decir que En Comú Podem (coalición de Catalunya en Comú y de Podem Catalunya, conocida como los “Comunes”) son de hace años líderes en narrativa feminista, de género y LGTBIQ, y de cuotas de mujeres y listas cremallera antes de que hubiera normativas de paridad. Muy modernos también. Ya hace años que el 60/40 (60% mujeres y 40% hombres) se impone desde el primer día de la fundación de los «Comunes». Ahora lo que se lleva son jóvenes mujeres feministas, los adultos, trabajadores, sindicalistas o pensionistas, parece que no existan.

Pero volvamos al ámbito estatal, Yolanda Díaz parecería querer desprenderse de Irene Montero y de su línea, pero hay que recordar (las hemerotecas son para eso) que su primera presentación de Sumar en Madrid la hizo rodeada de ocho mujeres y un hombre. Y que ella ha formado parte de una coalición de partidos de izquierda que originariamente, en 2016, se llamaba Unidos Podemos (en masculino) y que posteriormente, en 2020, se cambió el nombre por Unidas Podemos (en femenino). Estaba cantado el rechazo, aunque ha tardado. Por tanto, la responsabilidad de toda la agenda feminista está compartida por sus socios y por todo el Gobierno. La apuesta, la estrategia política, movilizaciones, leyes, ritmo de las leyes, todo, la alarma social también, ha sido compartida por todos (por tanto, Irene Montero simplemente es la expresión política de lo que ha fabricado el conjunto del Gobierno).

También debe decirse que toda esta narrativa, lucha, preocupación y alarma social feminista y de “género” ha sido muy amplificada por los medios, por no decir altamente interesada y amplificada, a veces hasta el paroxismo. Especialmente La Sexta y TV3, más feministas y de “género” que un Partido Feminista como el de Lidia Falcón, que ha sido deglutido por esta ola (cuando curiosamente su feminismo era más social y menos sexista). Obviamente esta amplificación ha sido y ha sido muy bien estudiada en el laboratorio y al parecer la izquierda ni se entera de las razones… Quizá deberían leer al canadiense Jordan Peterson, que lleva mucho tiempo advirtiendo de la trampa subyacente a esta ola (ideología/identidad de género, a la que deberíamos añadir ahora la “trans” y todo el abanico LGTBIQ).

Ejemplo de la paradoja, la desviación, el revisionismo y confusión que arrastra hace tiempo a todas las izquierdas (a unas más que a otras) es la trampa en que hace años caen el Día de la Mujer (donde se hunde el mundo) y el día del Orgullo (gay, ahora LGTBIQ) (donde también se hunde el mundo) y el abandono del día del Trabajo (el histórico 1 de Mayo) donde ni medios, ni partidos, ni sindicatos (lo que hacen es cumplir la papeleta), tienen ningún interés, como si ya estuviera pasado de moda, fuese una celebración rancia (así lo han convertido aquí) o no existiera eso que algunos multimillonarios reconocen como lucha de clases (“Por supuesto que existe la lucha de clases, y la vamos ganando”: Warren Buffett).

Las izquierdas (todas, unas más que otras) se han añadido a dichas «guerras culturales», en algunos casos justificadas, otras disfrazadas, otras amplificando los derechos de las minorías, los derechos civiles, etc. pero cayendo en la trampa que los ideólogos y estrategas hace años están tendiendo a la izquierda para que se aleje de su electorado tradicional y más cuando no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado.

Por “guerras culturales” debe entenderse aquella confrontación no de derechas/izquierdas o como decía el 15-M, los de abajo/los de arriba, o de lucha de clases, si no de identidades (la guerra de sexos sería una expresión simbólica, las de género, las culturales, religiosas, étnicas (racismo/anti-racismo), la nacional/nacionalista, símbolos/banderas, lenguas, afinidades, consumos, músicas, vegetariano/no, fumador/no, nudista/no, animalista/no, conservacionista/no).

El paroxismo de las guerras culturales ha llegado con la Ley Trans y la Ley de Bienestar animal (que suponemos se quiere que pase desapercibida para no crear más malestar). La Ley Trans, por modificada que haya sido, y no la Ley del Sí es Sí, no nos engañemos, es la que ha llevado al abismo al gobierno PSOE-UP (a todo el Gobierno y a todos los socios). Que la derecha haya explotado el error técnico-jurídico de la ley del Sí es Sí, no quita que no forme parte de un mismo paquete o apuesta política muy (demasiado) posmoderna y “cultural” (cuando éste es el terreno en que se mueve bien la derecha y más la extrema derecha).

Se ha ido demasiado lejos, como dice suavemente un muy buen analista, Antoni Puigverd, con los experimentos antropológicos, pero lo grave es que no se sabe leer el error desde hace muchos años: “la suma de minorías no da una mayoría social, puede dar suma cero”. También la izquierda debería leer más a Michel Weivorka, un buen analista francés. ¿Estaremos a tiempo de reconducir esta posmodernidad no entendida por las clases trabajadoras, que como rechazo, por desafección, provoca la ola reaccionaria? Me temo que no, aunque en Catalunya el PSC de Salvador Illa, ha evitado entrar en esta guerra, no puede rehuirla: la ola que viene de Madrid, del PSOE-UP (ahora Sumar), la de Catalunya en Comú (que insiste en presentar una joven mujer feminista de nº1 por Barcelona y otra joven mujer feminista de nº1 por Girona) y la inestimable “ayuda” de TV3, siendo la TV líder feminista y de género de toda España, puede provocar efectos no deseados en el comportamiento electoral de los hombres, como a última hora ha detectado el propio PSOE: que ha perdido un millón de votos de hombres en las últimas elecciones. ¿Y esto no lo sabían los asesores del presidente o el propio presidente?

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