Messi no es el peor de los problemas de este verano para Laporta

Aún necesita grandes ingresos antes del 30 de junio para cerrar el ejercicio en los parámetros de Laliga y la norma del 40% para fichajes le niega a Xavi los refuerzos que quiere

Joan Laporta

El verdadero shock para el Barça de Joan Laporta no se reduce, ni mucho menos, al hecho de que Leo Messi haya quedado muy lejos de su radar económico. Algunas fuentes aseguran que la propuesta última del presidente al padre y representante del futbolista, Jorge Messi, fue de 12 millones ahora y la promesa de que en agosto, con las ventas hechas, se pudieran ampliar esas condiciones. Otras, simplemente, se limitan a indicar que Laporta le pidió que esperara un par de meses sin ni siquiera asegurarle ni la inscripción ni tampoco una parte del supuesto contrato. En ningún caso -eso sí que parece confirmado- se trató nunca de una oferta por escrito y en condiciones, circunstancia que también ha generado cierta controversia en la versión de las partes.

Lo que no es serio por parte de Laporta es haber flirteado, sin haber hecho los deberes ni adoptado las medidas urgentes previas y necesarias para encajar los 25 millones que costaba Messi, sólo eso, 25 millones, con esa media mentira instrumentalizada sobre el definitivo OK de LaLiga a su plan de viabilidad a primeros de junio. Laporta le puso a Messi esa fecha como válida para cerrar un acuerdo y Messi, de nuevo incauto y engañado, se lo creyó. Siendo cierto el plazo y la existencia de un plan de tesorería, lo que volvió a hacer Laporta fue jugar con fuego suponiendo que habiendo apalabrado a Leo LaLiga no se atrevería a aplicar la normativa y que el propio Leo, si quedaba algún fleco, no asumiría la decisión de dejarlo plantado.

Como siempre, Laporta estaba equivocado, esta vez con la agravante de un escenario posterior sin Messi y sin apenas recursos para fichar este verano, pues LaLiga ya le ha advertido que en esta ventana de fichajes sólo podrá invertir en refuerzos el 40% de las ventas netas o de la reducción de salarios o, finalmente, de la entrada de patrocinadores.

Eso, además, siempre que cumpla con un cierre al 30 de junio que garantice el cumplimiento de algunos parámetros como los 250 millones de beneficio acordados hace un año a cambio de validar un ingreso también neto en palancas de 640 millones. A Laporta le tocará sudar la gota gorda hasta final de mes para cuadrar unos números que, de nuevo, son alarmantemente desoladores respecto del presupuesto aprobado en la asamblea por los socios y de las previsiones, empezando por la minoración de los ingresos de las competiciones europeas, la incompetencia comercial del equipo de Laporta y el permanente aumento de los salarios no deportivos y de los gastos generales. El desastre está escrito en mayúsculas y amenaza con empeorar las cosas.

De momento, LaLiga le ha fijado en aproximadamente 15-20 millones su margen de recuperación salarial, apenas suficiente para los atrasos pendientes como la renovación de Gavi, Iñaki Peña y Marcos Alonso y las ampliaciones de contrato de Araujo y de Balde que incluso podrían estar en riesgo si la contabilidad azulgrana no detiene la cuenta atrás de alguna de estas operaciones y, superados ciertos límites, alguno de estos jugadores se da a la fuga.

A partir de las directrices de LaLiga, marcadas rigurosamente por el estado crítico de las finanzas azulgrana, las posibilidades de que Joan Laporta pueda atender las exigencias de Xavi se complican extraordinariamente, en especial la sustitución de la pieza clave de Sergio Busquets. Desde luego se puede ir olvidando de Zubimendi, el jugador de la Real Sociedad con el que sueña el staff técnico del primer equipo, porque tiene contrato en vigor, a punto de firmar una mejora de sus condiciones con el equipo donostiarra y la posibilidad de jugar Champions la próxima temporada sin necesidad de venir al Camp Nou. La proeza de pagar su cláusula de libertad de 60 millones queda, salvo milagro, bastante fuera del alcance del actual Barça de Laporta.

Con este panorama, públicamente desesperado, las ventas tampoco serán un asunto sencillo, mucho más después de que Leo Messi relatara que, por boca de la propia junta y ejecutivos del Barça, que para poder encajar su fichaje era preciso sacrificar futbolistas (todo apunta a Ansu Fati y Raphinha) e imponer una rebaja salarial a un vestuario que, seguramente, no se ha ido de vacaciones tan feliz y contento como se pueda suponer. Algunas voces, como la del portero Ter Stegen, han advertido que los jugadores ya han realizado suficientes esfuerzos en este sentido, básicamente, más allá del recorte Josep Maria Bartomeu del 7% puntual impuesto con el primer zarpazo de la pandemia, las facilidades concedidas para aplazamiento de ficha que se dilatarán en algunos casos hasta la temporada 2025-26.

Por ahora lo que ha hecho Laporta ha sido aplacar el ruido de los traspasos a la vista de que ni Ansu Fati ni Raphinha han mostrado -al contrario- la menor predisposición a aceptar su salida. Falta saber hasta qué punto el propio Xavi está dispuesto a presionarlos comunicándoles, por expreso deseo de Laporta, que no tendrán minutos la próxima temporada. Lo hizo el año pasado con Gerard Piqué porque no se avino de rebajarse la ficha, le apretó las tuercas a Frenkie de Jong en la pretemporada y, finalmente, fue apartando a Jordi Alba de la titularidad hasta que el lateral ha dado el definitivo paso atrás.

Xavi se enfrenta a una tesitura singular, pues incluso echando del equipo a dos delanteros como Fati o Raphinha puede acabar el verano sin refuerzos en ataque, si la renta de esos traspasos no es suficiente. Otro escenario aún peor pasa por empujarlos fuera del equipo sin que al final se cierren las operaciones y, llegado el momento, haber de reclutarlos para jugar y ganar los partidos. Viene días de tensión, nervios internos y grandes decisiones para cerrar el ejercicio, en primer lugar, y, posteriormente, reforzar la plantilla sin apenas recursos y la amarga sombra de ese fracaso y ridículo vivido por culpa de haber inflado el globo mediático de Messi sin una base ni intenciones reales de acometerlo por parte de Laporta. Demasiado humo.

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