Laporta reacciona mal, acusando a Messi de resentido, insensible e impaciente

Messi deja al presidente en falso tras tomar la iniciativa mediática y asumir su negativa porque no se fía de Laporta ni quiere que por su culpa la junta eche a Ansu Fati o Raphinha y haga recortes

Joan Laporta

Cuando por fin habló Messi, una vez tomada la decisión de seguir su carrera futbolística en el Inter Miami, quedó al descubierto que, en efecto, la oferta de Joan Laporta era del todo inaceptable, mal presentada y tardía, descuidada, improvisada, imprecisa, incierta, condicionada a terceros, insegura y hasta cierto punto perversa. Y con trampa incluida hasta el final, pues desde la directiva azulgrana, además de no concretar realmente la posibilidad de poderlo inscribir, el planteamiento forzaba a Messi a soportar la tortura de estar esperando todo el verano, a ver si Laporta encontraba por algún lado el poco dinero por el que Leo hubiera vuelto: apenas 25 millones de euros.

«No quiero dejar mi futuro en manos de otro», dijo, asestando de este modo el principal reproche, aunque elegante, a un presidente que, por dos veces, lo ha dejado en la estacada, la primera vez hace dos años con una puñalada traicionera, inesperada y tardía, cuando el futbolista, a una semana de empezar la Liga, hubo de soportar el trauma de recibir una patada en el trasero. Esta segunda vez Leo lo ha visto venir. Ha detectado que, detrás del verdadero interés de Xavi, su principal interlocutor a lo largo de todo esto proceso, el presidente sólo estaba jugando mediáticamente a la posibilidad de recuperarlo, que se trataba sólo de tentarlo por el capricho personal de evitar pasar a la historia como el presidente que echó a Messi y por el interés coyuntural de tener distraída a la prensa y el entorno con su fichaje mientras se disipaban las sombras del caso Negreira y de la opacidad y escándalo social provocado por la financiación del Espai Barça.

A Messi no le tembló el pulso, a la hora de la verdad, de asumir personalmente esa negativa final, tomar la iniciativa, hablar claro y definir exactamente los principales motivos para renunciar, muy a su pesar y al de su familia, a volver al Camp Nou por la puerta grande.

También en el terreno mediático que tanto domina Laporta, seguramente el único, le sacó ventaja actuando con la velocidad del rayo, ofreciendo una entrevista a Mundo Deportivo y Sport en París, a pocos minutos de hacerse oficial su fichaje por el Inter Miami, mientras que a Laporta no le quedaba otra que replicarle en forma de nota oficial, tibia, insulsa y con un cierto reproche a su padre, Jorge Messi, por las formas.

No era un problema de dinero, sino de formas. Messi rechazó el plan de viabilidad azulgrana para alcanzar su fichaje a base de traspasar a jugadores que no quieren irse del Barça como Ansu Fati, Raphinha, Frenkie de Jong o cualquier otro, y de obligados recortes en los salarios. “No quiero eso ni pasar otra vez por lo mismo”, ha dicho rotundamente ante la perspectiva de acabar fichando de nuevo por el Barça, siempre y cuando Laporta pudiera obligar a algunos futbolistas a irse a la fuerza y a otros a bajarse o diferir salarios, una carnicería en el vestuario que tampoco garantizaba que al final se abriera el hueco salarial pertinente ni facilitaba su reentrada en el equipo.

Una oferta azulgrana dominada por la incertidumbre, el riesgo y la inseguridad, impresentable por parte de un presidente como Laporta que, si de verdad pretendía su regreso, sólo tenía que haber hecho los deberes a tiempo.

Leo no ha ocultado su dolor porque le echaran con las malas formas y el engaño que vivió la víspera de aquel 5 de agosto, cuando hubo de hacer las maletas y despedirse con amargas lágrimas del Barça, el club de su vida. Justificadamente, ha argumentado su lógico deseo de no repetir una experiencia parecida, de promesas infundadas, vacías y embusteras. En esa entrevista final, Messi ha recordado no entender que en agosto de 2021 prescindieran súbitamente de sus servicios y apenas unos meses más tarde, en la misma temporada, Laporta se gastara lo mismo o más en traer a Ferran Torres, Aubameyang y Adama Traoré.

La impecable exposición de sus motivos, incluida la valentía de adjudicarse la plena responsabilidad de su decisión, ha dejado igualmente a Laporta y su entorno dolidos y mosqueados. Laporta esperaba seguir jugando frívolamente a los fichajes, marear la perdiz hasta el final, pasarse los días intoxicando a la prensa y esperar que, bajo la presión de estar atrapado en ese peligroso juego, Leo quizá aceptase venir prácticamente gratis en el último momento. Era, de nuevo, otra trampa. Laporta apostaba una vez más por esa proverbial confianza en su suerte y en agarrarse al cualquier clavo ardiendo.

Se ha topado, sin embargo, con que ni Javier Tebas ni Leo Messi le han comprado el cuento, no se han creído su relato, fantasioso, ni su capacidad para cumplir con ese plan de viabilidad que, con Messi o sin él en el horizonte, hará sudar sangre a Laporta.

El ejército del presidente del Barça reaccionó como cabía esperar la misma noche del miércoles acusando a Messi de todo: de insensible, de resentido, de impaciente, de mentiroso y de mal barcelonista. Nada que Messi no supiera que iba a ocurrir cuando, honestamente, el jugador admitiera que en su día le dolió que lo echaran, que lo engañaran, temiendo que Laporta lo volviera hacer. Efectivamente, Laporta quería volverlo a hacer, pero esta vez no podrá.

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