¿Por qué siempre ganan los mismos?

A raíz de las votaciones del día 28 de mayo volví a tener la sensación que tengo en los últimos años de que las elecciones siempre las ganan los mismos. En unas elecciones municipales y autonómicas hay un montón de ciudades y comunidades en juego y, por tanto, los míos siempre ganan en un sitio u otro. Pero en España es evidente que la derecha y la extrema derecha han obtenido, cogiditos de la mano, unos resultados que las han hecho muy felices. En Cataluña ha sonado una música diferente pero, como hace años que los independentistas cantan lo de que «antes muerta que socialista», mucho me temo que el criterio identitario pasará por delante del social a la hora de elegir a muchos alcaldes y alcaldesas.

Agrava esta sensación de derrota persistente la reelección de Erdogan como presidente de Turquía el mismo día 28. Victoria que se añade a las obtenidas por la derecha más radical e insolidaria en los últimos tiempos en Italia o Finlandia. En Estados Unidos, el presidente es de los míos pero no me entra en la cabeza la inmensa cantidad de gente que votó y sigue apoyando a un mentiroso compulsivo, chovinista y antipático como Donald Trump.

Quizá debería reformular la pregunta y en vez de preguntar porque siempre ganan los malos debería plantearme porque hay tanta gente que les vota y aplaude. Entiendo que en la vida debe haber de todo y que, de hecho, ésta es su gracia. Si todos pensáramos igual la convivencia y el diálogo serían notoriamente aburridos, pero ¿qué hacer para ahorrarnos tanto egoísmo, tanta insolidaridad, tanta desigualdad, tantas injusticias como hay ahora en el mundo?

Como hoy me ha dado por las metáforas musicales, diré que el mundo funciona como la canción aquella de la yenka: “Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un dos tres”. La letra dice que esta forma de bailar es fácil y graciosa. Y la sensación de la que os hablo es que la canción que bailamos desde hace años hace así: “izquierda, derecha, derecha, derecha, atrás, atrás, un dos tres”.

En fin, antes muerto que rendirse.

Un día de éstos tenemos que hablar de los medios de comunicación.

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