A Laporta le sale muy caro haber tocado el bolsillo a los socios

Abusar en los precios de Montjuic ha bajado su popularidad y Elena Fort ha mentido argumentando que estaba prevista una revisión de las cuotas que puede suponer 15 millones menos de ingresos

Elena Fort

La capacidad de la vicepresidenta Elena Fort para mentir e intentar embaucar a los socios y al resto del barcelonismo no tiene nada que envidiar a la de su presidente, Joan Laporta, una habilidad que le servirá, como ha comentado con su círculo más personal, para llegar a ser algún día la primera presidenta de la historia del FC Barcelona. De momento, sin embargo, ya ha pasado a ocupar un lugar destacado en el ranking de los bochornos y ridículos de esta junta que, si por algo destaca no es sólo por su descaro y el menor sentido de culpa cuando se trata de engañar al socio, sino por inventarse las trolas y las excusas más vergonzosos para justificarlo.

El argumento de Elena Fort para reaparecer ante los medios y anunciar una rebaja del 50% de los abonos sobre los anunciados un mes antes no ha podido ser menos ingenioso ni más embustero, pues ha aludido a una cierta previsión: «Desde que se fijaron los primeros precios, que respondían a unas exigencias económicas frente a un año difícil, -ha dicho de segundas- el Club se propuso trabajar con la pasibilidad de poder reajustar los precios».

De sonrojo, pues de su primera intervención para dar a conocer las condiciones aprobadas en junta para el traslado a Montjuic las conclusiones fueron inequívocas en el sentido de que, precisamente, se había cargado un 40% de sobrecoste en las equivalencias entre las de las gradas del Spotify respecto del Lluís Companys, precisamente para compensar la minoración de ingresos que comportaba la reducción del aforo, de casi 100 millones entre todos los conceptos de explotación.

El mensaje de la junta resultó esclarecedor y tajante: o bien los socios compensaban una parte de ese desequilibrio o bien, por su omisión, lo harían los turistas aprovechando que los abonados renunciaban en masa a ver los partidos en Montjuic. Puede que el primer error de la junta de Laporta fuera no consultar antes a los socios sobre el traslado, aunque desde luego al presidente nunca le ha importado ni ha actuado según su opinión o su punto de vista. El segundo, en la misma dirección, fue aplicar unas tarifas inasumibles para provocar la mayor desafección posible y así poder concentrarse en el negocio que más interesa, la reventa de las entradas por diferentes vías, un terreno abonado a la especulación, las trampas, el fraude, el dinero negro y los arreglos con turoperadores que, en su mayoría, son amiguetes y conocidos.

El impacto, pero sobre todo la descarnada y fría comunicación de la estrategia inicial de la junta de Laporta, a base de dejar sin aliento a los socios abonados con un aumento imposible, produjo la renuncia esperada del 90% de los abonados. Para frotarse las manos, si Laporta, siempre negligente y desbocado, no hubiera previsto que no tocarle el bolsillo a los socios es el primer mandamiento del barcelonismo que un presidente debe tener siempre en cuenta y menos aún sin hacerlo por una buena causa o sin argumento. En 2003, Laporta ya les subió los abonos a los socios un 40% con el pretexto de que Joan Gaspart, ahora y siempre su mejor amigo, había dejado el club arruinado. Lo planteó, eso sí, con la promesa de levantar las alfombras, algo que conscientemente se negó a hacer a cambio de un turbio acuerdo personal y que sí que intentó contra Josep Maria Bartomeu, esta vez sin encontrar un solo delito que llevar al juzgado.

La reacción, no calculada, ha sido de un malestar social que le ha arruinado la alegría de la Liga y que ha dejado a Laporta por primera vez algo tocado en sus encuestas y sorprendente popularidad. Había que arreglarlo, como siempre tarde y mal, y le tocó a la no menos implacable Elena Fort, mucho más creíble en su papel de Cruella de Vil que en el de perdonavidas, salir a soltar esa inaceptable patraña: que ya estaba previsto trabajar en una reducción de las cuotas si el estado de la economía mejoraba, aludiendo ahora al contrato recientemente anunciado con Ambilight TV para la manga de la camiseta. En ningún momento de su intervención a finales de abril pasado, Elena Fort se refirió a la más remota posibilidad de revisarlas. Más bien al contrario: insinuó que en el futuro las necesidades y las urgencias del club, especialmente al regreso al nuevo Spotify con los asientos y los servicios mejorados para los 85.000 abonados, aguardaba una revisión inevitable.

Por si acaso, Laporta ya prometió una rebaja el día siguiente de ganar el título en el campo del Espanyol. Lo hizo en RAC1 la mañana siguiente en respuesta a una pregunta previamente convenida, aunque por más que esa noticia se quiso potenciar desde el club, la rúa de celebración fue la menos multitudinaria que se recuerda.

Las cuentas igualmente nunca salen en el mundo económico del Barça de Laporta, pues si Ambilight TV pagará un promedio de 10 millones por temporada, menos de lo que representaban los ingresos por la manga de hace cuatro años con Beko, el posible diferencial entre unos abonos u otros no quedaría en ningún caso compensados. Si los socios copasen el 100% de los asientos disponibles en Montjuic, la tesorería habría ingresado 30 millones con los abonos iniciales y la mitad con la rebaja; o sea, 15 millones. Mucho más si, como la junta esperaba, ahora se ocupan localidades con las que iba a alimentar la reventa oficial. Así de cara le ha costado la broma a Laporta de jugar con los abonos azulgrana que son, históricamente, la base del tejido familiar barcelonista, pues cada una de las familias del Barça sudan para pagar esa media de dos o tres abonos anuales.

Otra de las inoportunas decisiones de la junta fue dejar muy claro que el pago del abono no garantizaba en ningún caso disponer de un asiento fijo, ni tampoco de una localidad asegurada en cada partido para acabar de desanimar a los socios. Esa posibilidad, sujeta a una demanda de abonos superior a la oferta, se disipó enseguida.

Ahora está por ver la dimensión de la respuesta de los socios a esta súbita e imprevista rebaja que, desde luego, aún afea más y pone en tela de juicio la propuesta original, sin duda maledicente, antisocial y propia de una junta que, habiendo vendido el Barça sus acreedores del Espai Barça, ya le da igual si el socio está más o menos contento.

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