El baile de cifras del Espai Barça es un escándalo sin precedentes

Las propias fuentes de la operación financiera confirman que el Palau Blaugrana ha desaparecido del acuerdo firmado con Goldman Sachs, el engaño de Eduard Romeu y el flagrante incumplimiento asambleario

Eduard Romeu, vicepresidente económico del Barça en su intervención sobre la venta de los derechos televisivos
Eduard Romeu, vicepresidente económico del Barça en su intervención sobre la venta de los derechos televisivos.

Las voces discrepantes del laportismo son tan tímidas y débiles que, lejos de resonar amenazadoras u opositoras, apenas se escuchan. Es un fenómeno propio de la naturaleza actual del entorno azulgrana, donde la crítica, la que sea, nace muerta.

El redoble del embuste abiertamente exhibido por Laporta en la esperada y más frustrante presentación de la financiación del Espai Barça duró solo unas horas, apenas suscitó comentarios de los opinadores de peso y las rotundas afirmaciones de los analistas especializados respecto del engaño con el Palau Blaugrana tuvieron un recorrido menor y más bien tímido.

Por lo menos media docena de medios que contrastaron con sus fuentes o especialistas la mentirosa versión del vicepresidente económico Eduard Romeu, capaz de afirmar que se contemplaban los costes del nuevo Palau Blaugrana en los 1.450 millones del préstamo cerrado con Goldman Sachs y hasta veinte inversores, no dudaron en rectificarle y establecer que, efectivamente, la junta de Laporta intentó embaucar a la prensa y a los socios con una puesta en escena lamentable y ridícula, sin argumentos ni respuestas a las preguntas concretas sobre la cuestión.

El ’sí’ de Eduard Romeu al Palau Blaugrana, histórico, no solo lo desmintió su propia ejecutiva, la directora corporativa Maribel Meléndez. Las fuentes próximas a la operación también confirmaron que se han asignado 1.070 millones para el grueso de la reforma del Spotify Camp Nou y parte del Espai Barça, 160 millones para el primer paquete de intereses y 200 millones para contingencias de una obra que nadie se cree que vaya a costar 850 millones.

Las contingencias han aclarado las mismas fuentes, forman parte de un sistema de garantías peculiar y de cobertura frente a los sobrecostes que se ven venir como el sol después del alba. El FC Barcelona, aunque se le han otorgado esos 200 millones para imprevistos, deberá congelarlos en un fondo de provisión, intocable, hasta que se hayan consumido los 1.070 millones de las obras más prioritarias.

En todo caso, se echará mano de esa reserva si se produce una situación de gasto por encima de lo presupuestado, una circunstancia prevista e integrada en un plan de financiación que no contempla en ningún caso las obras del Palau Blaugrana.

La fórmula no deja de ser una señal de desconfianza de los inversores con relación a esa sorprendente elección de una constructora turca, Limak, no por su capacidad para realizar las obras, sino por las enormes dudas surgidas sobre el precio licitado y los plazos concertados. Los inversores aceptaron ese margen crediticio, del 23% sobre el coste de la reforma del Spotify Camp Nou, como contramedida a la voluntad del club de no avalar el préstamo con patrimonio o con parte de la propiedad.

Laporta, además de evitar dar la cara en esa hora de la verdad, consciente de la farsa que había de representar, escurrió el bulto, dirigió unas palabras al auditorio, agradeció el esfuerzo común de sus colaboradores y se sentó a disfrutar del espectáculo ofrecido por el vicepresidente económico, Eduard Romeu, y dos ejecutivos que a duras penas pudieron corroborar ese embustero ‘sí’ al Palau Blaugrana.

La cuestión de fondo no es otra que el riesgo de impugnación social en base a lo que parece un flagrante y descarado incumplimiento del mandato asambleario de octubre de 2021 y del posterior referéndum que aprobó un proyecto concreto de Espai Barça y un límite máximo de endeudamiento de 1.500 millones. Los socios dieron luz verde con sus votos a una propuesta con un inequívoco plan de inversiones y de costos: 900 millones para el futuro Camp Nou, 20 millones para el estadio Johan Cruyff, 60 millones para la Modificación General del Plan Metropolitano, 100 millones para la urbanización del entorno urbanístico y el Campus Barça (Museu, Hotel, Oficinas, Centro de Convenciones, Megastore…) y 420 millones para el nuevo Palau Blaugrana.

Para comparar el contenido de ese mandato asambleario que Laporta y su junta están obligados a cumplir no existe, ni se expuso con claridad en la rueda de prensa, un cuadro de inversiones para el destino de los 1.450 millones cerrados con Goldman Sachs, JP Morgan y otras entidades financieras. Por los datos aislados y dispersos ofrecidos, parece que se han reservado 1.071 millones para el estadio y resto del Campus, 179 millones de intereses y 200 millones para ese ‘colchón’ que con bastantes dificultades soportarán los sobrecostes de la obra.

Ninguna alusión, sin embargo, a los gastos que, de acuerdo con las fuentes de la operación, han sido certificados como parte del acuerdo: 850 millones para la reforma del Camp Nou, 23 millones de “fee” de Limak, 36 millones para el Campus Espai Barça, 145 millones para devolver el crédito puente avanzado, 150 millones para contingencias, 32,2 millones de costes de la emisión de bonos, 97,2 millones para otras fases del Espai Barça, 35 millones de otros costes de construcción y 131,6 millones de intereses.

Una ceremonia de la confusión y de inexactitudes que, en su conjunto, no dejan de ser una burla y una mentira infantil con la que Laporta trata de encubrir su determinación de quebrantar lo votado por los socios y desvincularse de ese compromiso con el nuevo Palau Blaugrana sobre el que también entraron en contradicción. “Hay que buscarlos –dijeron desde la junta directiva sobre los 420 millones ‘desaparecidos’ del Palau- en las contingencias que no tenemos intención de gastar y en el diferencial de 50 millones con relación a los 1.500 aprobados por la asamblea”.

Un burdo intento de tomadura de pelo a los socios que, transcurridas 24 horas, no han vuelto a escuchar en los medios ni en las redes la más mínima reacción de denuncia por un escándalo, una patraña y una manipulación sin precedentes en la historia del FC Barcelona por el volumen y la trascendencia de pisotear un acuerdo social democráticamente adoptado y certificado.

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