Instrucción pública y democracia

En los años 80, las asociaciones de padres, con la FAPAC y en la CEAPA, impulsábamos la educación de nuestros hijos, en escuelas que queríamos de calidad, igualitarias, inclusivas, públicas, gratuitas, laicas y arraigadas al entorno. Para que nuestros hijos lograsen ser y saber, no para la apariencia y la docilidad.

La mejor formación y cualificación profesional que proporcionaría la instrucción pública de la democracia, obligaría a repensar la vigencia del trabajo parcializado, repetitivo, monótono, aburrido, penoso, peligroso y precario. Haría a los trabajadores más libres y más capaces de mejorar su estatus y de poder cambiar de empleo cuando conviniese. Los habilitaría para intervenir en las decisiones técnicas y a comprender las cuentas de resultados de las empresas. Se podrían acomodar mejor las demandas de incrementos salariales, disminuciones de jornada y reparto de beneficios. Obtendrían satisfacción en el trabajo, adaptado a las características de los trabajadores y a su evolución.

La práctica neoliberal nacionalista, ajena al Estado Social constitucional, ha hecho predominante la disputa por el idioma vehicular, sobre las otras características a mejorar en la escuela, como la atención al abandono escolar en edad temprana.

Luís García Montero ha escrito: “Si miro hacia la educación es porque una ciudadanía formada en el proyecto de las élites implica la perpetuación estatal de la desigualdad. Élites preparadas para dominar, necesitan mayorías sin formación ni conciencia crítica, acostumbradas a la servidumbre. Y para restarle gravedad ética a esta herida en la convivencia, resulta muy eficaz la infantilización del pensamiento, personas que no se sientan responsables, dominadas por un narcisismo consumista sin interpelaciones y por una promesa de felicidad que desconozca asuntos como los de la pobreza, el dolor, la enfermedad, el envejecimiento y la muerte.”

En ese propósito, hacen desaparecer la categoría profesional de los trabajadores, cualificación responsable en función de los conocimientos y la experiencia. El salario lo hacen depender del nivel del puesto de trabajo simplificado, diseñado y valorado prescindiendo total y absolutamente del trabajador que lo pueda ocupar. La promoción, salarial, es por el simple transcurso del tiempo. Convenios colectivos de Seat e Inditex.

Así se obtienen trabajadores prescindibles, sustituibles con facilidad, pagados por el mínimo requerido pero utilizados al completo. Explican ese disparate aludiendo al principio de “a igual trabajo igual salario”. Como si en una tienda de ropa hiciese el mismo trabajo una persona con solo estudios primarios, que otra con conocimientos de corte, confección, utilidad de géneros e idiomas.

Aparecen, como atributos dominantes, la sumisión y el miedo a perder el salario, aparejado a la antigüedad y al puesto de trabajo, siempre amenazado por la deslocalización o merma de la empresa.

El avance y la implantación de la inteligencia artificial, no se concibe como ayuda sino para suplantarnos. A pesar de ser incapaz de equilibrar la creatividad con la restricción. Produzca tanto verdades como falsedades y desconozca si es conveniente, adecuado o contraproducente. Carezca de capacidad crítica, sin compromiso con las decisiones e indiferencia a las consecuencias. Carece de razonamiento y capacidad de distinguir, bajo marcos éticos, de entre lo que se puede, lo que se debe o no hacer. El camino emprendido sin control es preocupante ¿Quién se responsabilizará del error, el engaño o el delito?

Para evitar que prevalezca, sin oposición, el inconstitucional modelo neoliberal, basado en el dogma de Milton Friedman: “la única responsabilidad de la empresa es el incremento del beneficio para sus gestores y dueños”, hay que aprobar leyes como la de Protección de los Derechos Humanos, de la Sostenibilidad y de la Diligencia Debida en las Actividades Empresariales.

Avanzar en instalar la democracia en la empresa. Aquella que, al final de la dictadura, ya negociábamos con poco éxito. La intervención sindical en el control de gestión, la organización del trabajo, la formación y la promoción profesional. Sin esto, como mínimo, los propósitos de participación y corresponsabilización de los trabajadores, en el devenir de las empresas, son simples cantos de sirena y meros brindis al sol, con el conflicto latente.

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