«No creo que el libro esté en crisis»

Entrevista a Anna Monjo

Doctora en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona. Trabajó en Antoni Bosch Editor, desde 1979. Se incorporó a la Editorial Icaria en 1987, donde ha sido directora. Ha publicado artículos en revistas especializadas, y es autora de “Los treballadors y la guerra civil. Historia de una empresa colectivizada (Empúries) y “Militants: democràcia i participació a la CNT als anys trenta” (Laertes editorial).

En 1931, el 40% de los españoles adultos eran analfabetos. Ahora, un 98,44 sabemos leer y escribir. La cuestión está en el uso que hacemos de este aprendizaje ¿Se lee mucho, poco o parecido a lo que se hacía hace un siglo?

Nos pasamos el día leyendo. Los nombres de las calles donde vamos, leemos anuncios… Pero ¿Qué significa leer? Es una puerta abierta a conocer algo nuevo. Y ahora podemos acceder a esta puerta desde muchos ámbitos. Con otros recursos. Se lee más, evidentemente. Y está aumentando el nivel de lectura. Las mujeres son las que más leen, y ahora hay muchas más mujeres que hombres que escriben. El interés por conocer se vincula de muchas maneras. A través de la lectura y también, de manera muy fuerte, del audiovisual ¿Cómo accede la gente a conocer cosas nuevas? Fundamentalmente, por situaciones de ficción interesantes que nos llevan a otra realidad que no es la nuestra. Hay momentos en que se incrementa el nivel de lectura y otros en que se reduce. 

¿Cómo se lee, a través de que soportes?

Se lee muy diferente, según mi percepción. No sé si la gente joven, que ha accedido a la lectura a través de la electrónica, puede tener un mayor nivel de concentración al hacerlo. Pero la gente que hemos leído en papel, y mucho, lo hacemos de manera oral, cuando lo hacemos en pantalla. No nos sumergimos. No nos introducimos tanto en el texto. Vas más rápido, piensas en cómo acabar. No hay identificación con el objeto, como en la lectura clásica del libro, en la que te metes dentro. La lectura electrónica está asociada a textos cortos, que cambian rápidamente de tema. Por eso, no sé hasta qué punto se asimilan los contenidos de la misma manera. Está por ver. Quizás se está produciendo una modificación en la percepción y el propio uso de los sentidos. En cualquier caso, las argumentaciones tienden a ser más cortas. Cuando estás leyendo un libro 200 páginas, que es lo que requiere un argumento filosófico, lo haces de manera más pausada, y vas entendiendo las frases. Si no, lo que te queda con cuatro ideas. No sé, en fin, si los jóvenes, pueden entrar en el fondo de un texto a través de modos de lectura digitales.

Está moda lo corto, en esto del leer y escribir ¿El tiempo dedicado a ello tiende a reducirse, drástica e indefectiblemente?

Hay textos divulgativos y bet sellers que son muy largos, lo que pasa es que tienen un registro muy ameno, muy comunicativo, que hacen que puedan tener éxito. Pero cuando haces cosas más analíticas mejor que sean cortas, porque cuesta mucho que alguien se comprometa a una lectura de algo realmente sesudo. En cualquier caso, al hilo de los tiempos, en que todo es más rápido, no podían dejar de serlo la lectura y la escritura. Y lo corto, claro, es más rápido. Vamos tan rápido que las cosas parecen generar resonancias. Algo que parece nos obliga estar muy al loro para captar las cosas, sin perdernos nada.

¿Y qué leemos? ¿Lo de siempre, de uno u otro modo? ¿Por dónde van, digamos, los contenidos?

Se lee mucha ficción. Los muy jovencitos leen más literatura fantástica. Usan mucho el audiolibro, porque es un soporte muy adecuado para ser usado en los desplazamientos. Leen y escuchan, lo cual también puede cambiar la percepción. Se tarda más en escuchar que en el leer. Dura más, creo yo. La narrativa, en su origen, fue oral. En África, la tradición de contar historias sigue muy viva. Y lo ha sido en todo el mundo. Quizás se puede estar más concentrado escuchando. El cómic se lee mucho. Está en ascenso en todo el mundo, sobre todo entre los jóvenes. Ha bajado mucho la lectura de ensayos sobre ciencias sociales y pensamiento crítico, en otros países. Todo el tema de conflictos o de países, como pueden ser los de América Latina, que antes era muy demandado, ha perdido interés.

¿Ha tocado techo, digamos, la globalización del interés? ¿Volvemos a lo aparentemente próximo, más entendible?

Si. Vuelven a interesarnos las cosas más próximas, cercanas. Lo que sigue despertando mucho interés son cuestiones como la ecología y, desde luego, el feminismo. Temas que van transversalizándose. Por ejemplo, están apareciendo estudios sobre el feminismo asociado al colonialismo. También cuestiones antropológicas, en muchos casos relacionados también con el colonialismo. El feminismo tradicional, muy de mujeres blancas, está empezando a ser visto desde una perspectiva mucho mas amplia. La esclavitud y sus formas actuales es una cuestión muy actual. El feminismo, cada vez más transversal, está vinculándose a muchas cuestiones, incluida también la del medio ambiente. 

¿Los contenidos clásicos, ligados a la filosofía, el pensamiento…, gozan aún de una cierta vitalidad o son ya solo cuestión de especialistas?

Esto, que despertó tanto interés en los siglos XIX y XX, empezó a caer en picado, a partir de finales de los 80. Los conceptos anteriores, en pugna, se han dejado en aras del liberalismo. No se habla de marxismo. Y, sin embargo, sí que se detecta y se critica la desigualdad, pero la manera de conceptuarlo es muy light. Es todo más fragmentado, desprovisto de contexto, desamueblado… Algo que quizás tiene también que ver con la posmodernidad. Falta el relato que lo vincule todo y le dé un paraguas, un concepto, en que se puedan ubicar las causas. Existe la percepción, pero la idea de comunicarlo no ha salido, y ha de salir. Es necesario un cambio de paradigma, en el sentido de cambiar el sistema, a partir de distribuir más equitativamente, y de superar los retos actuales. Algo que, efectivamente, nos tiene que llevar a plantearnos un decrecimiento. Tenemos algo de idea de por donde tienen que ir las cosas. El desafío está en comunicarlo, en la confrontación con un capitalismo que no funciona.  Existe la evidencia de que las cosas van mal, de la mercantilización de todo, pero no sabemos cómo cambiarlo. Estamos en un mundo que se estrecha y anuncia un futuro muy duro.

El libro, como el periodismo en papel, se asocia a crisis ¿Realidad o espejismo?

No creo que el libro está en crisis. Hay libro electrónico, quizás más útil en temas especializados, como los de carácter jurídico. Algo que no hace necesario imprimir todas las novedades que van apareciendo., y que facilita enormemente la consulta. Funciona bien y mejor con los jóvenes, evidentemente. En Estados Unidos, el boom en lo electrónico es la novela rosa, de la cual se vendían miles y miles de ejemplares en papel. Pero, en cualquier caso, e libro electrónico está subiendo de una manera tranquila, digamos. Las novelas no se acaban. Es diferente con el periodismo. El algo más difícil, más problemático. Es más rápido, complejo… Yo estoy acostumbrada a leer en papel, pero ahora, reconozco, leo más los titulares que el artículo. El papel, de todos modos, es carísimo. Con la pandemia hubo acaparamiento y subió mucho. Sin embargo, el libro se abarata porque, en primer lugar, no se imprimen tantos ejemplares. Se puede editar casi a demanda; imprimiendo a medida que se va vendiendo La maquetación es menos costosa y más rápida…

¿Y las librerías están llamadas a seguir gozando de relativa buena salud?

Las librerías tienen futuro porque en ellas hay mucha actividad. La gente joven si que adquiere los libros de otra manera, y no en la librería. La librería es un espacio de valor añadido en el que se comparten actividades. Desde los años 90, yo siempre he hecho presentaciones y debates, porque es la manera de ver como el libro se proyecta y la gente responde ante algo, ante ideas. Es una parte muy interesante del trabajo editorial. Ahora, todas las editoriales hacen esto. Así, las librerías ya son, y están llamada a ser equipamientos culturales de proximidad. Como lo son las bibliotecas, que están llenas, tienen mucha versatilidad y dan muchas prestaciones, desde leer el periódico hasta prestar libros, conferencias… 

¿El COVID le vino bien, digamos, al libro?

Con la pandemia aumentó mucho la lectura. La gente tenía menos distracciones, menos viajes, el cine… Supongo que también les vino bien a las series. Esa vuelta a la lectura, creo que se está manteniendo. Supuso recuperar, de algún modo, el espacio propio, dentro de esta dinámica de estímulos que vivimos. Libro y audiovisual no están reñidos, sino que parece lo contrario. De hecho, muchas series de éxito están basadas en relatos, que primero fueron libros. 

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