PIB y emergencia climática

El Producto Interior Bruto (PIB) es una magnitud macroeconómica que contabiliza los bienes producidos o servicios prestados durante un período de tiempo determinado y en un territorio concreto. Y si el valor se divide por el número de habitantes de la región, se obtiene el PIB per cápita.  Según el Fondo Monetario Internacional y en términos absolutos, EUA con unos 25 billones de dólares de PIB anual se sitúa en el extremo superior mientras que Tuvalu, con solo 70 millones, es la economía más débil del planeta. Si el cálculo se normaliza por habitante, los extremos de PIB per cápita los ocupan Luxemburgo (con casi 120.000 dólares por habitante) y Burundi (con menos de 200 dólares por habitante). Resulta evidente que estamos muy lejos de conseguir los objetivos de la Agenda 2030.

El PIB es una magnitud mide la riqueza de un país pero también pone de manifiesto las injustas diferencias entre países ricos y pobres. En consecuencia, los objetivos económicos suelen basarse en conseguir un crecimiento continuo del PIB (su media mundial se ha más que triplicado en 50 años), orillando las situaciones en las que precisamente se da una tasa negativa en el crecimiento del PIB durante varios trimestres. Cuando la pandemia supuso un parón económico, el PIB se redujo en un 10% a nivel mundial.

No soy economista por lo que me limito a exponer conceptos y datos básicos antes de entrar en el análisis de mi átomo. ¿A costa de qué crece el PIB?  Si se trata de la producción de bienes y servicios, necesariamente es a costa de los recursos, tanto materiales como energéticos, que la Tierra ha puesto a nuestra disposición. Por ejemplo, los países con pobreza energética extrema consumen menos de 3 KWH per cápita mientras que los países más desarrollados superan los 15 KWH. A su vez hay una relación directa con la emisión de gases con efecto invernadero, que es más elevada en los países con mayor PIB.

En definitiva, el PIB es depredador de recursos. Incluso en el caso que se consiga que las fuentes energéticas (no solo eléctricas sino también  de combustión) sean totalmente renovables, a pesar que la energía solar sea gratuita (siempre que a alguien no se le ocurra gravarla con un impuesto) requiere de elementos para su producción (desde hormigón y acero hasta neodimio y litio) que son finitos y, por tanto limitantes.  Por lo tanto, un modelo de desarrollo de la sociedad basado en un consumo continuado de recursos no renovables no parece compatible con la lucha contra el cambio climático que, sin duda alguna, es el principal problema al que se enfrenta la humanidad.

Se han propuesto otras maneras de medir el grado de desarrollo. Por ejemplo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene un programa desde 1966 conocido como Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dentro de las estadísticas que releva este organismo, ha construido un Índice de Desarrollo Humano (IDH), cuyo objetivo de ser un indicador del desarrollo en el país, y comparable a nivel internacional. Este índice está compuesto por tres variables fundamentales: salud, educación y riqueza (medida a través del PIB).  Con este índice, los países más ricos sea acercan al valor 1 mientras que los más pobres no superan un 0,5.

Lamentablemente en el cálculo del IDH interviene también el PIB, y de nuevo desarrollo se asimila a riqueza y, en consecuencia, a depredación de recursos.

¿Qué ocurriría si se midiera el desarrollo humano en otros términos? Por ejemplo, con índices que tuvieran en cuenta la igualdad de género, el acceso a la cultura, la capacidad de reducción de la huella de carbono, el tiempo de espera para una intervención quirúrgica en la sanidad pública, el porcentaje de territorio (terrestre y marino) protegido para la conservación de la biodiversidad, el porcentaje de población con acceso a agua potable, etc. ¿Qué sociedad tiene una mayor grado de desarrollo? ¿La que es culta, justa y está comprometida con la protección del medio? ¿La que tiene simplemente un mayor valor económico, basado en el consumo de recursos? Las políticas públicas ¿debieran enfocarse hacia el desarrollo del primer modelo o del segundo?

Ya sé que son preguntas retóricas, sin respuesta posible ya que las urgencias que impone la economía (hay que producir cada vez más como parte de un engranaje que alimenta al estado y a los restantes elementos sociales) impiden una reflexión serena sobre lo que he propuesto. En el fondo se trata de decidir si como sociedad se es más feliz cuánto más rica sea o quizás  existen otros elementos que no se han introducido en ninguno de los índices de medida objetiva.

Pienso que estamos abocados a un modelo de decrecimiento, causado por la limitación de los recursos. Se debiera reflexionar en los términos que he hecho en este átomo pero, en todo caso, hay que decidir con urgencia si el decrecimiento acabará siéndonos impuesto (como en el caso de la pandemia) o bien seremos capaces de gestionarlo.

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