Colau cambia el prestigio de la ciudad por una foto ‘chachi’

La misma semana en la que el Financial Times escribe un reportaje sobre la decadencia de Barcelona y su escandalosa pérdida de prestigio internacional después de diez años de independentismo en la Generalitat y dos mandatos de un gobierno municipal sin más rumbo que un populismo dogmático y de baratillo, la alcaldesa Ada Colau toma la decisión de romper el hermanamiento con Tel-Aviv con la excusa de la situación de apartheid a la que están condenados los palestinos hoy en día. Puro postureo. Ganas de quedar bien no se sabe con quién. Una muestra más de la ignorancia y la estulticia que imperan hoy en día en la Casa Gran.

Romper el hermanamiento con Tel Aviv supone dejar solo a Ron Hiudai, casi el único político de izquierdas con algo de peso en Israel, ante Netanyahu y la extrema derecha que le apoya. Supone también dar la espalda a los cientos de personas que defienden la democracia en su país con manifestaciones semanales contra los cambios legislativos que quiere introducir el primer ministro para enturbiar las consistentes acusaciones de corrupción que le persiguen.

Cuando hace ya un año que Rusia invadió Ucrania, no tenemos noticia de que el hermanamiento con San Petersburgo vaya a romperse; por el contrario, sigue bien vivo por mucho que se hayan reducido al mínimo las relaciones. Quizá el hecho de iniciar una guerra que ha costado decenas de miles de vidas, que ha destruido cientos de ciudades y ha causado el mayor éxodo en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, no es un hecho extraordinariamente grave a los ojos del gobierno municipal. O simplemente Colau y sus amigos compran el discurso de la propaganda putinista, que convierte al pueblo ucraniano en un puñado de peligrosos nazis. Lo que es seguro es que la alcaldesa no fue capaz de entender el gran papel que puede jugar la diplomacia de las ciudades cuando visitó Kiiv invitada por su alcalde.

Por cierto, buena parte de los drones que golpean diaariamente la capital ucraniana se producen en Esfahán, otra ciudad hermanada con Barcelona, situada en el corazón de Irán, sobre la que no tenemos noticia de que se hayan roto, suspendido o rebajado las relaciones, pese a la salvaje represión que el régimen de los ayatolás ejerce contra las mujeres -y también muchos hombres- que han salido a la calle en protesta por el asesinato de Mahsa Amini a manos de la policía de la moral por el simple hecho de haber mostrado un mechón de su pelo por debajo del pañuelo que le cubría la cabeza. Protestas que ya han costado la vida a 300 personas, que se sepa, y que ha llevado a miles a la cárcel.

Si aceptamos las excusas que ha dado Colau para romper con Tel-Aviv, deberemos entender que le parece magnífico el tratamiento del régimen iraní a sus mujeres, que entiende que ya está bien que una mujer se vea obligada a cubrirse con un hiyab sólo con cumplir nueve años y que salir a la calle signifique ser sometida a la fiscalización de un cuerpo policial específicamente creado para controlar si su vestimenta se ajusta a los cánones islámicos, donde cualquier cosa puede significar una violación de estos preceptos, desde llevar el velo caído, la gabardina demasiado abierta, o muy corta o muy estrecha. Y no sólo los policías. Tampoco debe ver condenable que cualquier hombre, y ya no digamos si es un mulá, pueda abofetearlas en plena calle si cree que la forma de llevar la ropa es indecorosa.

Quizás considere como una gran ganancia del feminismo que la mujer sea tratada durante toda su vida como una menor de edad y como tal deba tener el permiso de su marido -o de sus hermanos- para obtener un pasaporte o cualquier otro documento, quizá incluso debe considerar justo que en caso de herencia una mujer sólo pueda recibir la mitad que un hombre. Siguiendo esta lógica, no podemos hacer otra cosa que esperar a ver a la alcaldesa y a sus concejalas como lucen un hiyab en sus apariciones públicas, en muestra de su empoderamiento feminista.

Absurdo, ¿verdad? Pues éstas son las conclusiones a las que lleva el hilo argumental de la excusa de mal pagador que ha dado Colau para romper con Tel Aviv. Pura frivolidad política para conseguir una foto que, en su cabeza, era superchachipiruli. Una imagen que se ha hecho a expensas de escupir sobre la capacidad de las ciudades de crear puentes de diálogo, vender a aquellos que defienden los valores de la democracia en Israel y convertir Barcelona en un lugar más irrelevante y con mucho menos peso en la liga de las capitales mundiales.

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