La pasión turca de Laporta añade más sombras sobre la reforma del Spotify

El directivo responsable, Jordi Llauradó, se desentendió de la asignación de las obras a Limak. El presidente y el Compliance también se escondieron, además de ocultar información y dejar en el aire el futuro del Espai Barça

Imatge del projecte del futur Camp Nou

A menos que el tiempo y los costes demuestren lo contrario, Limak Constructution, una constructora turca con la experiencia de haber levantado un estadio de fútbol de 25.000 espectadores y actualmente especializada en infraestructuras como aeropuertos, autopistas, plantas hidroeléctricas, oleoductos y hoteles, se ha convertido en la única capaz de realizar la reforma del Camp Nou por 900 millones de euros y en el tiempo calculado según los planes de Joan Laporta y confirmados por la vicepresidenta Elena Fort en rueda de prensa: “Las obras empezarán en junio de 2023 y regresaremos al Spotify Camp Nou antes del 125 aniversario del FC Barcelona (29 de noviembre de 2024). La entrega de obra finalizada la queremos antes de junio de 2026”. Es decir, en unos tres años, un año y cinco meses de los cuales con la actividad competitiva del primer equipo trasladada al Estadi Olímpic Lluïs Companys.

El anuncio, casi por sorpresa, realizado un mes después de lo previsto tras la presentación de las licitaciones cerradas el mes de noviembre, ha causado tanto impacto como la decisión previa de dejar a un lado a Nikken Sekkei, la ganadora del concurso arquitectónico realizado en su día, para dejar el nuevo proyecto constructivo y de obra en manos de un despacho mucho menor y sorprendentemente ajeno al ámbito de las infraestructuras deportivas como es Torrella Ingenieria, con sede en Terrassa.

La designación final a favor de una constructora turca, considerada la número 56 del ranking mundial ENR 2021, encabezado por ACS y con la presencia de las también españolas Ferrovial (10ª), Técnicas Reunidas (20ª), Sacyr (26ª), FCC (36ª) y Ohla (40ª), tampoco debe ponerse en cuestión, en principio, si, como ha refrendado la abogada Laura Mas, miembro del equipo de compliance del FC Barcelona, el proceso de selección, concurrencia y deliberación ha seguido los pasos y los controles exigidos de trasparencia y evaluación.

Las dudas, sin embargo, surgen cuando la propia puesta en escena y la comunicación de la noticia llega envuelta, como el giro protagonizado por el Espai Barça desde la llegada de Joan Laporta, en sombras, dudas y misterios por resolver, acaso demasiados.

Primeramente, por la ausencia inexcusable del directivo responsable del Espai Barça, Jordi Llauradó, sobre la que el club dio explicaciones poco claras, pues también trascendió su abstención en una votación de junta a favor de Limak por unanimidad, con esa excepción justificada inexplicablemente por su compañera Elena Fort «para evitar suspicacias y por ética profesional». Un argumento que, en realidad, proyecta la sensación inversa de suspicacia y de una franca voluntad de no involucrarse ni aparecer asociado a esa decisión trascendente e histórica de darle la obra a Limak. Sería como si el entrenador y el director técnico se hubieran abstenido y se hubieran marchado de viaje para no comprometer su imagen, prestigio y responsabilidad en el fichaje de Lewandowski. No se entiende.

Jordi Llauradó, además, ni participó en la junta del lunes pasado ni estuvo en el acto posterior de presentación ante la prensa, como era su papel y obligación. Nada hubiera impedido fijar su comparecencia en cualquier otro día de esta semana si de verdad existía interés por su parte, como directivo al mando del Espai Barça, de avalar y comprometerse con esa pasión turca del presidente Joan Laporta que, sin duda, ha tenido mucho que ver, seguramente el cien por cien, en esta decisión. Como a otros de la junta de Laporta, aferrados a la silla por las ventajas y privilegios del cargo, los sobra vanidad y les falta valor y honestidad para dimitir por más que el Espai Barça pueda conducirles a un abismo de responsabilidad que ni se imaginan.

Tampoco fue lógico ni comprensible que el propio presidente no hubiera comparecido en un anuncio de esta dimensión histórica, ni se entiende que el informe de garantías sobre la pureza y la higiene del proceso tampoco estuviera a cargo del compliance officer del club, Sergi Atienza. No guarda proporción que suscriba y haga públicos informes sobre la no participación del hijo del presidente, Guillem Laporta, en operaciones de mercado -una cuestión sin duda de relieve menor y una iniciativa discutible- y que desaparezca o no dé la cara a la hora de ratificar la pulcritud de una asignación de obra y de costes de 900 millones.

Sobre la propia obra, la vicepresidenta Elena Fort se refirió siempre a la reforma del Spotify Camp Nou y en ningún caso al Espai Barça, que comporta una enorme logística y esfuerzos constructivos en el entorno urbanístico del Camp Nou inevitablemente asociados a una MGPM aprobado en su día, lo mismo que la sustitución del Palau Blaugrana por otro que ni siquiera está en la agenda de Goldman Sachs como parte de ese plan de financiación pendiente e incierto todavía. También el futuro del Palau, más allá de que su derribo es requisito para terminar el frontal de la Tribuna Principal, quedó en el aire.

Surge la pregunta, también, sobre qué garantías de pago ha pedido Limak al FC Barcelona y si estas han sido atendidas o si bien el acuerdo final y definitivo, que es lo más probable, aún está por resolver y ratificar por ambas partes, lo cual querría decir que el anuncio ha sido sólo una formalidad, un preacuerdo provisional sujeto a que Goldman Sachs encuentre inversores para esa imponente obra.

Ni la vicepresidenta Elena Fort, en su comparecencia, ni tampoco el club, en sus comunicaciones, revelaron que también han sido ganadoras de una parte de las obras dos empresas españolas, la catalana VOPI 4 especialista en edificios de viviendas, oficinas, industriales, biomédicos y de ciencia de la salud, equipamientos públicos y aparcamientos, también ajena a equipamientos deportivos como la madrileña GHESA Ingeniería y Tecnología, constituida inicialmente con el objetivo de desarrollar proyectos para el sector eléctrico, especialmente en el área de generación.

¿Por qué motivo no ha sido participada esta licitación aparentemente residual? Estas son sólo algunas de las lagunas que siguen rodeando el Espai Barça, asignado inicialmente a un alto ejecutivo, Ramón Ramírez, que decidió apartarse del proyecto cuando Laporta, sin consultarlo con él, reforzó la estructura del área con Joan Sentelles, exconsejero del Reus, como responsable en “el ámbito técnico y de contratación”, y también con Àlex Barbany, a quien puso al mando de la explotación comercial del proyecto.

Antes ya habían salido corriendo de la comisión directiva del Espai Barça Jaume Llopis, Jordi Camps y Enric Llopart, además de José Elías, colocado en su día como un florero mientras fue necesario su aval para mantener a Laporta en el cargo. No hace falta decir que tampoco esta vez dejaron salir en la foto al vicepresidente económico, Eduard Romeu, que se enteró de todo un poco el mismo día, como el resto de la junta.

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