Cuando ERC hace de Junts y Junts de ERC

Junts -antes Convergència- no está acostumbrada a no gobernar, tampoco ERC a hacerlo. Se les hace extraño, y no saben disimularlo. Como cantaba Sabina, se les ve perdidos «como un santo sin paraíso». El primer caso lo resumió con precisión la exprimera dama Marta Ferrusola cuando el socialista Pasqual Maragall relevó a su esposo, Jordi Pujol, al frente de la Generalitat: «Es como si entran en tu casa y te encuentras con los armarios revueltos, porque te han robado». En democracia se le llama alternancia, pero Marta, en nombre de tantos otros, lo tuneó a su manera. Y es que, desengañémonos, llevaban muchos años gobernando, tantos como ERC opositando, y esto puede desorientar. En aquella ocasión, el robo lo sufrió Artur Mas, el heredero de Pujol, que tuvo que esperar turno para gobernar. Hasta ahora ese lapso tripartito ha sido el único referente opositor de Junts. El descarrilamiento precoz del Dragon Khan de izquierdas acortó la travesía del desierto y la nueva Convergència recuperó el objeto robado, el poder. Y hasta ahora que, tras consultarlo con las bases, han decidido abandonar, esta vez motu proprio, el gobierno de Pere Aragonès (ERC).

Con mayor o menor pericia, Junts ya oposita; de hecho, desde que ERC les robara la supremacía independentista, nunca han dejado de hacerlo, desde dentro o desde Bélgica. El estribillo de la canción opositora dice que el referéndum del 1-0 es todavía válido y hay que volver a proclamar la independencia. Por el contrario, ERC defiende la hasta hace poco tesis convergente del diálogo con el Estado, sin renunciar a la independencia, pero entendiendo que las prisas han sido malas compañeras de viaje. No hace tanto que unos y otros intercambiaron los discursos y el pueblo, o buena parte de éste, lo contempla desconcertado. Y no hablo de cuándo Pujol o Mas mandaban, sino más recientemente, cuando Carles Puigdemont eligió suspender la independencia para dialogar. ¿Recuerdan? «y con la misma solemnidad» -la misma con la que declaró la independencia unos segundos- suspendía los efectos de la declaración de independencia para abrir un diálogo con el Estado «que permita una solución acordada». Visto ahora, parece una idea de Aragonès, pero es de Puigdemont. Una idea, la de la suspensión de la independencia, que, dicho sea de paso, enrabietó a muchos republicanos. Tampoco Quim Torra, como Aragonès, encontró el momento o la oportunidad de deshacer la suspensión independentista de Puigdemont. Y hasta ahora que dura la cancioncilla.

Éste donde dije digo, digo Diego tiene un denominador común: la independencia la quieren ERC y Junts, pero declararla, lo que sería declararla más allá de unos pocos segundos y con todas sus consecuencias, esto se defiende mejor desde dónde no es posible, desde la oposición. Como decía el gran Jaume Perich, «un político es aquel tipo que tiene soluciones cuando está en la oposición y problemas cuando está en el gobierno».

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