¿Por qué Neymar fue el ‘pecado original’ de Rosell y Bartomeu?

Neymar, amb la samarreta blaugrana

Con frecuencia, se suele relacionar la fuga de Neymar en agosto de 2017 con el inicio la decadencia del mejor equipo de la historia, un hecho que coincidió con inevitable sintomatología de la vejez futbolística de buena parte de aquel once glorioso y, sin duda, las consecuencias directas de esa baja trascendente apenas a unos días de arrancar la Liga y la temporada oficial 2017-18.

La realidad es que, como se está demostrando en el segundo juicio por Neymar, cinco años después de su marcha y nueve a contar desde su llegada, el calvario sufrido por el propio club y especialmente por los expresidentes Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu tiene su origen en un fichaje que reunía en la delantera del Camp Nou al mejor jugador del mundo, Leo Messi, y al segundo mejor, Neymar Jr.

Aquella operación no sólo fue un golpe bajo a los grandes clubs europeos, sino que garantizaba la hegemonía del equipo azulgrana sobre el resto durante varios años más. Las reacciones en contra no se hicieron esperar, pues la oposición a Rosell, entonces presidente, se concentró en atacar el flanco más débil de un vestuario todavía bajo el shock que supuso el diagnóstico del cáncer de Tito Vilanova, a su sucesor, Tata Martino, que fue acribillado desde fuera y desde el propio vestuario, sobre todo por el ahora entrenador, Xavi, cuando empezó a sospechar que iba perdiendo peso en el equipo. La negatividad del entorno y su animadversión hacia el entrenador argentino fue tal que, a diferencia de ahora, los mismos que protestan por los arbitrajes celebraron haber perdido la Liga en el último minuto por un error del colegiado, que anuló un gol legal de Messi. Le echaron la culpa al entrenador.

Para entonces, desde las cloacas del Estado y del soberanismo ya se había forzado la dimisión de Rosell, circunstancia que fue aprovechada por el entorno laportista para exigirle a Bartomeu, legítimamente presidente, que convocara elecciones, como así fue al final de la temporada del segundo triplete, con Messi, Neymar y Suárez formando la mejor delantera de la historia.

Tras ese cañonazo fallido, las fuerzas opositoras, aliadas con la ira de Florentino Pérez y con las cuentas pendientes de Jaume Roures por haber perdido la explotación de los derechos del Barça, comenzó una caza mayor en los tribunales con el primer caso Neymar.

El delantero brasileño siempre se sintió rechazado por un sector amplio de la prensa que, por ser un fichaje de Rosell, lo puso en el punto de mira permanente por todo, por su estilo de vida, por sus compañías, por su juego… Esa presión llegó a incomodar a Neymar, a quien se le tendió un puente de oro hacia el PSG tendido entre Pini Xahavi y Joan Laporta.

La delantera de leyenda se acabó, torpedeada desde dentro de un barcelonismo que, tras su marcha, presionó a Bartomeu como nunca para que el dinero de la cláusula acabara inmediatamente en el campo, invertido sucesivamente en Coutinho, Dembélé y Griezmann.

Algo muy parecido a lo sucedido tras la patada a Messi, una decisión de Laporta que hundió al equipo en la miseria la temporada pasada y que se ha tratado de tapar con once fichajes desde que se fue: Adama, Aubameyang, Ferran Torres, Alves, Lewandowski, Raphinha, Koundé, Kessié, Marcos Alonso, Bellerin y Christensen.

Neymar fue el pecado original por el que Rosell y Bartomeu, pero sobre todo el Barça han tenido que pagar una generosa penitencia. Así lo ha querido el laportismo.

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