La prensa laportista protagoniza otro maltrato mediático contra Rosell

Pese a que nunca ha sido condenado, el expresidente azulgrana es presentado como una figura de permanente actividad delictiva por un periodismo incapaz de admitir la persecución judicial confesada por Villarejo

Sandro Rosell
Sandro Rosell

“Más problemas para el expresidente del Barça Sandro Rosell”, este ha sido el titular más repetido desde el lunes pasado, cuando el expresidente del FC Barcelona compareció en un juicio presentado en su contra por un presunto delito fiscal por una cuantía de 230.591 euros. Así tituló la agencia EFE el despacho de una noticia que, por el grado de penetración y de difusión de la primera agencia estatal de noticias, se convirtió en la más leída sobre el tema en toda España por la sencilla razón de que la mayoría de los medios digitales nacionales que cuentan con los servicios de EFE no filtran en la redacción sus noticias, sino que las publican automáticamente. El matiz es importante porque la delegación en Barcelona sigue controlada por un sector de periodistas laportistas, una herencia que dejó atada y bien atada su anterior responsable de deportes, Àlex Santos, tras dejar ese cargo para participar en la campaña electoral de Laporta como responsable de prensa y, luego, fue nombrado director de comunicación del FC Barcelona tras el triunfo laportista en las elecciones.

En consecuencia, las noticias de EFE sobre el Barça de Laporta se distribuyen en un formato propio sin esa asepsia propia de una agencia que, por su naturaleza y compromiso, debería apartar de su título, enfoque y contenido cualquier elemento inductor hacia un estado de opinión, como sucede con estas informaciones que se afinan sistemáticamente a favor de los intereses de Laporta y de su junta, y también en contra de sus enemigos, como lo es, sin ningún género de dudas, el expresidente Rosell.

El titular “Más problemas…” para Rosell de la agencia EFE no fue el único que, mayoritariamente en la prensa catalana, pretendió presentar a Rosell como alguien que, permanentemente, está fuera de la ley a causa de una vida lindante con lo delictivo, los negocios sucios y las prácticas criminales como empresario o como presidente del FC Barcelona.

Esa sensación es relativamente fácil de transmitir mediante un relato en el que se acumulan, con una mirada manipulada y perversa, las causas judiciales en las que Sandro Rosell se ha visto envuelto a partir de que, en un momento determinado de su presidencia en el Barça, algo o alguien en su entorno empieza a moverse y a actuar en su contra, con o sin argumentos.

En el juicio del lunes pasado, cuando Rosell se acogió a su derecho a no declarar, una de las líneas de defensa mediática de su abogado, Pau Molins, se basó en las evidencias de una persecución por tierra, mar y aire con el propósito de que, a base, de sumar condenas penales, finalmente, tuviera de volver a la cárcel, donde ya pasó dos años por la actuación infame, reconocida y manifiestamente malintencionada, de la jueza Carmen Lamela.

El caso es que Sandro Rosell no había recibido una sola citación judicial en su vida hasta que, tras asumir la presidencia del FC Barcelona, también fue acusado y condenado por sus poderosos enemigos de ese laportismo, vencido ampliamente en las elecciones de 2010, de impulsar una acción de responsabilidad, un acto legalmente obligado por la ley en caso de pérdidas del mandato anterior. Esa fue, junto con la fantasiosa interpretación de que Rosell le había retirado a Johan Cruyff la presidencia de honor, la espita o la excusa de una primera campaña coordinada de las cloacas del estado y de las propias del soberanismo catalán, directamente orientadas contra su figura. Como resultado, el primer juicio de Neymar, del que salió ileso, y su encarcelamiento preventivo y e infundado por una investigación basada en recortes de prensa. Lo segundo fue una consecuencia de esa primera maniobra estéril urdida en la Audiencia Nacional por el entorno de Laporta -el abogado Xavier Albert Canal moviendo los hilos detrás del socio Jordi Cases-, de la misma manera que, a raíz de los registros y de la instrucción de la jueza Lamela, la Fiscalía y la Abogacía promovieron causas tan absurdas y lamentables como la de su presunta participación una trama de tráfico de órganos, abominable iniciativa, o esta acusación por fraude fiscal que el abogado de Rosell describió como una actuación proactiva e infundada intencionadamente iniciada más bien para provocar un fallo en la defensa o un pacto, carente de una base sólida de indicios delictivos.

Más o menos lo mismo que en el juicio pendiente (caso Neymar 2) escandalosamente ordenado por la Fiscalía de la Audiencia Nacional contra el criterio del juez instructor José de la Mata, también con la única ambición maligna de seguir dándole palos al expresidente del Barça, a ver si en uno de estos golpes a ciegas suena la flauta y le cae una condena. Un festival de acoso y derribo en los tribunales al que se añadió Jaume Roures, para añadir leña al fuego y aumentar este ruido mediático, con una querella en la que se presentó como víctima de un espionaje ocurrido en 2008, curiosamente denunciado diez años después de haber perdido definitivamente el contrato de gestión de los derechos de televisión del club azulgrana en favor de Movistar. De esta decisión, quien ha sufrido las consecuencias, además de por haber defendido la independencia de la junta y del club respecto de las exigencias y el chantaje del soberanismo catalán, ha sido Josep Maria Bartomeu, también en el punto de mira de ese poder y podredumbre inmensos del entorno político, económico, jurídico, mediático y social de la oposición al eje Rosell-Bartomeu, que ha presidido el club entre 2010 y 2020.

Los días previos y posteriores al juicio por el caso de delito fiscal de Sandro Rosell tanto TV3 como el resto de los medios no han dejado de repetir esa misma estructura informativa, destacando y amplificando la implicación del expresidente del Barça en una serie de sucesivas causas, pasadas, presentes y futuras, y las decenas de años de cárcel que el fiscal de turno, siempre el máximo, solicita para el acusado. Se diría, por el terrible impacto periodístico de ese juicio de telediario, que Rosell se ha convertido en poco menos que una especie de enemigo público número uno, un peligro para una sociedad amenazada por sus continuas fechorías.

En el fondo, con esta conducta, el ejército mediático laportista y dominante no deja de exhibir su propia frustración porque, pese a la infinita capacidad para el mal de esas fuerzas telúricas policiales, judiciales y periodísticas, Sandro Rosell no ha sido condenado y además ha obtenido victorias sonadas e impecables para su inocencia.

Un deje de desesperación en el periodismo sobrevuela esta compulsión por abundar en la apariencia delictiva del personaje, que es al cien por cien el resultado de una conspiración, reconocida y grabada en el material circulante del excomisario José Manuel Villarejo, y de la confabulación de otros agentes del independentismo, claramente perceptible. El mismo periodismo no hace, sin embargo, el ejercicio de analizar con una cierta distancia y objetividad la estadística y la naturaleza de los procesos abiertos contra Rosell con los precedentes del caso Neymar, en el que no fue imputado ni acusado, como falsamente se asegura en los medios de forma recurrente, y del montaje que resultó ser su encarcelamiento preventivo y sin fianza por culpa de una decisión judicial improcedente e irregular que ha dado la vuelta al mundo.

Las causas pendientes, además de haber sido absuelto de la querella de Jaume Roures por espionaje, que también presentaba indicios de artificialidad, están envueltas en dudas más que razonables sobre quién las motiva y promueve en realidad, pues incluso la confesión y el argumento de Villarejo de ir contra Rosell porque “el Barça era un instrumento del independentismo” suena a coartada para los intereses oscuros de otro tipo de enemigos menos mesetarios y más próximos a la Plaça de Sant Jaume. La investigación de Lamela contra Rosell, que emana de la misma comisión rogatoria en la que se ampara el registro a Mediapro, que sí acabó condenada, se inicia cuando Rosell ya no es presidente del Barça.

De la misma forma, ha bastado que Rosell haya insinuado su intención de presentarse a la alcaldía de Barcelona para que, de pronto, la justicia y las fuerzas mediáticas se hayan activado otra vez como si les fuera la vida en condenarlo. Hay bastantes más sospechosos en esa reacción que en los indicios, presuntos, livianos y cargados de conjeturas, sobre los que se sustentan las causas abiertas contra Rosell.

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