Un largo aplauso a Joan Ollé

Cuando acabó el funeral de Joan Ollé y se llevaron su féretro, la gente, la mucha gente que se reunió en el tanatorio, se puso en pie y aplaudió mucho rato. Era como si fuera una obra de teatro de las suyas y que, al terminar la representación, el público reclamara con sus aplausos que los actores y el director volvieran al escenario. Por un momento, se me ocurrió la peregrina idea de que los empleados del tanatorio volverían a entrar el féretro para agradecer la insistencia de las cerca de quinientas personas que nos reunimos el viernes en este acto triste y doloroso.

Un acto triste y doloroso, sí, pero también un canto a la vida, a la cultura, a la creatividad, a la inteligencia, a la amistad. De los dos Joans hermanos –Barril y Ollé- he tratado más al primero que al segundo. Con Barril trabajamos en Ràdio 4 haciendo el programa Parlem-ne. Con Barril y Ollé trabajé en Com Ràdio en La República. A Ollé solía verle en actividades que hacía junto con su hermano Barril. Por ejemplo, en alguna noche de san Juan, cuando nos invitaban a pasarla juntos, con un grupo de amigos, en casa de Ollé, si no me falla la memoria.

No pertenezco al mundo del teatro, aunque lo valoro como una herramienta muy útil para transmitir denuncia y compromiso social. Es, por así decirlo, un mundo mucho más de izquierdas que el cine o la televisión. Por eso, la extrema-derecha boicotea periódicamente representaciones teatrales. Ollé lo sufrió personalmente en alguna ocasión.

También sufrió la venganza de quienes no digieren que fuese crítico con la causa del independentismo fácil y oficial. Por eso, tantos fanáticos se sumaron alegremente a la campaña de desprestigio personal lanzada por el diario ARA basada en unas acusaciones de acoso sexual que nadie demostró. A raíz de este asunto me contactó. Estaba harto, desesperado. ¿Qué podía hacer? No se lo dije claramente pero mi sensación es que no había nada que hacer. Cuando la jauría mediática y política que había detrás de la campaña contra él se activa es prácticamente inútil defenderse. Lo único que se puede hacer es mantener la dignidad y esperar a que escampe. Y salir adelante como sea, entre amigos y manteniendo la confianza en la gente de bien. Una ex-alumna mía de la UAB pensaba dedicarse al teatro. Le recomendé que hablara con Ollé. Lo hizo.

Al poder político y mediático catalán le van bien ahora los Joan Lluís Bozzos y le molestan los Joan Ollés. Basta con ver el asqueroso tuit que hizo la consejera de Cultura, Natàlia Garriga, para decir alguna cosa después de la muerte de Ollé. Con la caradura de escribir: “Una trayectoria cuestionada por las acusaciones de acoso sexual y abuso, que nos hacen reflexionar sobre cómo queremos que se utilice el poder. Un abrazo a la familia y amigos”. Joaquim Ollé, hermano del difunto le contestó diciendo: “Rechazo su abrazo hipócrita. Su comentario repugna hasta la náusea”.

Malograda Cataluña la que tiene gente así en su gobierno.

Me quedo con la Cataluña de Joan Manuel Serrat. Fue el último en intervenir en un acto precioso organizado por Albert de la Torre. Cantó la Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández. “No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos/ y siento más tu muerte que mi vida”, escribió Hernández.

Aquí nos quedamos, Joan. ¡Recuerdos a Barril!

(Visited 391 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario