Junts x Catalunya (JxCat) celebró la primera parte de su segundo congreso nacional con la elección de su nueva dirección. Después de una guerra interna fratricida entre los partidarios de Laura Borràs y los seguidores de Jordi Turull para ocupar el liderazgo de la formación, ambos sectores llegaron a un tipo de pacto de no-agresión que consistió en aquella vieja fórmula política de establecer una bicefalia y dejar el problema interno para los próximos meses o años.
Puntapié y adelante, que se acostumbra a decir en estos casos. A pesar de haber una única candidatura a la dirección, cada militante podía dar su voto al nombre que se presentaba para cada cargo o, si quería, abstenerse en la votación para aquel lugar. Tanto los de Borràs como los de Turull aseguraban que habían pedido a sus que todo el mundo votara todos los cargos, independientemente de qué sector patrocinaba cada nombre.
Pero la realidad fue muy diferente, y algunos nombres obtuvieron menos votos de los esperados, y otros sobresalieron y obtuvo más, para desesperación de los adversarios. Esto hizo que la palabra “traición” en boca de los dos sectores fuera la más repetida en todas las conversaciones de pasillo durante el congreso.
