Laporta asume plenos poderes y apuesta por paralizar el club

Se ha autonombrado ‘presidente ejecutivo’ y ha anunciado que no habrá Espai Barça, ni fichajes estrella ni soluciones económicas o financieras a tiempo de evitar otras pérdidas históricas

En síntesis, Joan Laporta les acaba de decir a los socios del FC Barcelona que no habrá Espai Barça por ahora, que eso va para largo, ni tampoco fichajes destacados el próximo verano ni atisbo tampoco de una recuperación económica sólida, según sus respuestas en las diferentes entrevistas concedidas a los medios el fin de semana pasado.

En un mes, Laporta ha pasado de enviar a Xavi y Jordi Cruyff para convencer a Haaland de venir al Camp Nou a descartarlo del todo por dos razones absolutamente contradictorias: una, porque es una operación que podría poner en riesgo la economía de club; y dos, porque ahora la filosofía del equipo es coral y en ningún caso va a depender del estrellato de un solo jugador. 

Ahora, por lo que se ve, al Barça no le ha ido demasiado bien contar con futbolistas como Messi, eso es lo que le ha faltado decir a un presidente que gobierna cada día con más frivolidad y oportunismo, a capricho de la actualidad, pero en cualquier caso, eso no falla nunca, contando con la servicial complicidad de una prensa acrítica y ‘palmera’ como no se recordaba en años.

El nuevo discurso de Joan Laporta, el que toca dar estos días de resaca del 0-4 del Bernabéu, con la afición entusiasmada, triunfal, ilusionada con la Liga, aprovecha la sedación social para que en la asamblea telemática del próximo día 3 de abril salga adelante el patrocinio de Spotify sin ningún problema y, si puede ser, sin debates ni opiniones discrepantes. 

A los socios les ha enviado, sobre el tema, un mensaje sin más argumento que el de la necesidad, la oportunidad y el deseo personal del presidente de aprobarlo, confirmando que no se facilitarán en ningún caso cifras ni detalles. La propuesta se basa en la palabra del presidente de que el acuerdo es bueno y que, por la obligación con esa cláusula de confidencialidad impuesta por la marca y aceptada por él mismo, el socio debe votar a ciegas la cesión de los mejores y mejor valorados activos publicitarios azulgrana, incluido el nombre del Camp Nou.

Laporta se lo juega todo a la Liga, a la posibilidad de alcanzar al Real Madrid y superarlo en lo que queda de campeonato. Quiere que esa sea la única referencia para el socio, al que ha convencido, con la ayuda del coro mediático a su servicio, de que el equipo de Xavi ya ha vuelto a la primera línea del fútbol europeo, imparable, ganador, competitivo y capaz de ganar el Triplete la próxima temporada.

Calculadamente y con eficiencia, Laporta ha buscado convertir en un portfolio la catarata de errores de la gestión deportiva de esta temporada, que se inició subestimando las expulsiones de Messi y de Griezmann y su actitud insensible a las bajas de larga duración -Ansu Fati, Pedri y Dembélé-, el derrotismo y el mal rollo que él mismo y su junta promovieron en torno a Koeman, erróneamente mantenido pese a su desconfianza, y la negativa inicial a traer los refuerzos necesarios en forma de una delantera nueva de más de 100 millones. 

No lo hizo hasta que Xavi se lo exigió en plan ultimátum cuando ya todo, o casi todo, estaba perdido: Champions, Copa y Supercopa, con el equipo muy descolgado del liderato, fuera de las cuatro primeras plazas y vivo finalmente gracias a los goles de Luuk de Jong. 

Y eso después de dudar en traer a Xavi, en quien no creía, hasta que se vio obligado a fichar un entrenador como el de Terrassa con su propio escudo mediático. Más que su propio convencimiento, pesó la urgencia de protegerse tras haber arruinado la temporada con sus decisiones. Luego, como siempre, se limitó a obedecer y dejar que otros asumieran la dirección a tomar.

El tiempo, pero sobre todo la paciencia, la tranquilidad y la confianza que la prensa sí le concedió al equipo de Xavi cuando peor jugaba facilitó la reentrada clave de Pedri en el equipo y el regreso de Dembélé, otra víctima de la soberbia y de la demostrada incapacidad de todos, Laporta, Alemany y el propio Xavi, para gestionar una crisis generada por ellos mismos. 

Como muestra de esa errabunda trayectoria presidencial, los fichajes de Ferran Torres, Aubameyang y Adama costaron el doble de lo que pedía Messi por renovar. Por poner sólo un ejemplo. Tampoco debe olvidarse que el FC Barcelona, con 765 millones de presupuesto, sólo empieza a estar donde le corresponde en la Liga, aunque todavía lejos de ese liderato que persigue, en segunda división europea (Europa League) y caído en el resto de las competiciones.

El repunte del equipo, sin embargo, le permite ahora a Laporta soslayar e ignorar el resto de las cuestiones propias de una junta que, a tres meses del cierre del ejercicio, aún no ha hecho los deberes. 

Al contrario, del mismo modo que no supo llevar las riendas del primer equipo, el staff ejecutivo ha sido relevado tras la renuncia del CEO Ferran Reverter por un ente singular y extraño de gobierno integrado por tres o cuatro directivos y el ‘camarote’ de presidencia, es decir por ningún especialista en los ámbitos financieros, comercial, económico, marketing y patrimonial.

El propio Laporta se acaba de nombrar presidente ejecutivo, después de revolucionar un organigrama en el que han desaparecido los profesionales de primer nivel y han sido reemplazados por amigotes y amiguetes, conocidos y personas de confianza que no han de acreditar experiencia ni conocimientos específicos, como el propio presidente.

El Barça queda, pues, en las mismas manos de quienes ya arruinaron el club en 2010 y luego liquidaron el Reus con sus extravagancias e intereses personales. Es el Barça pre-apocalíptico que hoy, frente a una situación de desorden absoluto, lleva a la asamblea de socios un acuerdo secreto con Spotify, abandona la lucha por el Espai Barça, no sabe cómo conseguir recursos ni recomponer la economía. 

El acuerdo con CVC no llega ni tampoco se consuman las ventas de Barça Studios o BLM, por la sencilla razón que ya no son tampoco una solución estructural sino un parche para este ejercicio.

Ante una situación de absoluto desgobierno, Laporta se ha quedado paralizado, ha completado el exterminio ejecutivo, pues ya no soporta a quienes acreditan autoridad, experiencia y conocimientos ni se atreve a dar pasos en ninguna dirección concreta.

Ha vuelto al punto de partida, como le ocurrió hace un año con Koeman, cuando no se atrevió a apostar por otro entrenador, pues no tenía la mentoría de Cruyff ni de Evarist Murtra y, por tanto, no sabía qué hacer y, de hecho, no actuó hasta verse acorralado, como en el caso de Messi, por un entorno de avalistas del cual también se ha deshecho.

Muy propio de Laporta, que no es más que un buen agitador, saber moverse en la crisis aguda del momento, por pura necesidad, pero que siempre ha sido incapaz de gestionar con rigor, seriedad y eficiencia. ¿Solución? Pararlo todo, los fichajes, el Espai Barça, las decisiones financieras… y esperar o actuar como en el caso de Spotify, por despecho y reacción al criterio de Ferran Reverter. 

Como el CEO le decía que no aceptase, él apostó por ir en la dirección contraria. Es lo que él mismo califica de negociar más por la intuición, o sea, actuar sólo cuando está contra las cuerdas, y al estilo familiar, o sea sin que nadie le discuta nada. A temblar.

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