Laporta echa a UNICEF para ahorrarse 7 millones

Día negro para el barcelonismo, coincidente con el secretismo del acuerdo con Spotify, que finalmente se votará telemáticamente sin que los socios conozcan las cifras del patrocinio

La realidad del Barça presidido por Joan Laporta mantiene la frustrante costumbre de enfrentar esa imagen idílica del club, esa que irradia el aparato de comunicación y propaganda, con la verdad de los embustes habituales, las distracciones mediáticas y una absoluta falta de transparencia. 

Ayer, por ejemplo, el club anunció que a partir del próximo día de 1 de julio en la espalda de la camiseta de los primeros equipos, masculino y femenino, lucirá el logo de ACNUR, la organización mundial especializada en la asistencia a los refugiados y desplazados por causas bélicas o desastres naturales, una reorientación de la responsabilidad social corporativa azulgrana hacia una actualidad en la que también se ha hecho referencia, como no podía ser de otro modo, a la crisis humanitaria producida por el efecto de la invasión rusa en Ucrania.

La rimbombante literatura del acuerdo viene a tapar una noticia que ya se había apuntado días atrás sobre la crisis y finalmente la ruptura de las relaciones entre el FC Barcelona y UNICEF, a la que se ha invitado a abandonar el Camp Nou después de 16 años de caminar juntos.

La promesa electoral de Joan Laporta fue la de mantener el acuerdo con UNICEF, que era para toda la vida, afirmó, como un matrimonio indisoluble, y además procurar que si el club recuperaba los márgenes de sostenibilidad previstos incluso devolver el logo al frontal de la camiseta. Como siempre, palabras vacías y promesas sin ninguna base.

El Barça de Laporta ha echado a UNICEF para ahorrarse los 1,9 millones de la donación anual acordada en el último convenio suscrito por la directiva de Josep Maria Bartomeu en 2015, a través de la Fundació FC Barcelona, con la firme determinación de reforzar, también bajo la presidencia de Sandro Rosell, un patrocinio que, además de proporcionar ayuda directa a miles y miles de niños y niñas en todo el mundo, realmente identificaba la mirada internacional, solidaria y sensible del club en una dirección única en el mundo. 

El Barça no solo incorporó en su día el logo de UNICEF, sino que además acordó financiar con fondos para ayudas a la infancia ese concepto de patrocinio inverso.

Fue, como es sabido, el resultado de un sabio consejo de Evarist Murtra, siendo aún vicepresidente del FC Barcelona, para evitar esa extraña sensación de comercializar la camiseta igual que el resto de los clubs del mundo. Y así habría continuado si el mismo Joan Laporta no hubiera dejado el club seco, endeudado y sin aliento económico, con 47,6 millones de pérdidas y ni un euro en la caja, circunstancia que obligó a firmar un acuerdo con Qatar para la primera camiseta esponsorizada de la historia del FC Barcelona a partir de 2011. Fue una cuestión de pura supervivencia.

UNICEF entendió en aquel momento la situación perfectamente y agradeció que el Barça pidiera permiso a la Liga y a la UEFA para poder seguir luciendo el logo bajo el dorsal de las estrellas, además de seguir con el sostén económico, que fue en aumento con el paso del tiempo. 

Para poder hacer frente a este patrocinio de 1,9 millones, la directiva de Rosell incorporó como ingresos para la Fundació el 0,5% de la masa salarial en forma de donación de todos los profesionales del club.

Ahora, sin embargo, desde el regreso de Joan Laporta, la Fundació, que ha puesto de nuevo bajo la dirección de su prima, Marta Segú, ha reclamado para sus intereses otro tipo de proyectos y rechazado de plano el sacrificio de mantener el mismo trato o al menos un acuerdo relevante con UNICEF. 

Las negociaciones tenían un mal final, previsible porque UNICEF también recelaba de las intenciones de la nueva junta, poco sensible a realizar el menor esfuerzo ni sacrificio frente a otras prioridades.

En definitiva, el recurso más a mano era ACNUR, a la que se recompensará con 100.000 euros anuales por cuatro temporadas, lo que supone un ahorro respecto a la defensa de UNICEF de 7 millones. 

No hay otra clave ni explicación. ACNUR es la tapadera, la solución más barata una vez rota esa alianza histórica con el organismo mundial de referencia a favor de la infancia. 

El de ayer fue, pues, un día de regreso a la oscuridad del barcelonismo, coincidente con un hecho no menos llamativo e igual de lacerante para la actual junta directiva de Joan Laporta, que también abrió a los socios el periodo de información previo a la asamblea sobre el acuerdo con Spotify. 

La carpeta de Spotify, más allá de los dibujos, los colores y el despliegue infográfico y de diseño, junto con la sobredosis propagandística sobre la idoneidad de dos marcas tan singulares, transversales y conectadas con el mundo, no contiene una sola cifra del acuerdo.

Lo que se sabe, por las filtraciones periodísticas, coincide en que el neto a ingresar por todos los conceptos, incluidas las variables por títulos, no llega a los 70 millones, pues a ese total hay que restarle todavía la comisión por la intermediación de un empresario inglés.

Aunque la directiva haya preparado una envolvente a los socios y se prodigue anunciando que se trata del mejor acuerdo del mercado, la realidad es que Fly Emirates paga esa misma cantidad al Real Madrid solo por la camiseta del primer equipo. Por algo menos, Laporta ha vendido la camiseta del masculino, del femenino, la ropa de entrenamiento y el nombre del estadio, que pasará a denominarse Spotify Camp Nou si el socio lo aprueba en la asamblea telemática prevista para el día 3 de abril.

Pudiendo celebrarse, ahora con más razón que nunca, una asamblea presencial, inicialmente más breve y en un día de partido como mandan los estatutos, no es casual que Laporta prefiera un formato donde los socios no se puedan relacionar entre sí ni expresarse con esa proximidad y con ese peligro, evidente, de que los socios reflexionen en voz alta sobre si aprobar un patrocinio sin conocer un solo detalle de un acuerdo que ni Laporta ni Spotify pueden explicar. 

En realidad, no se atreven a explicarlo. Por eso, en este caso celebrar una asamblea telemática es de cobardes.

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