El laportismo convierte el 0-4 en el gran título prometido

El análisis de la mejora del equipo, sin embargo, no lo atribuye a la gestión de la junta, sino que lo ha conseguido a pesar de los muchos y continuados errores y negligencias del presidente

En el entorno mediático del Barça, ese que sirve a la junta ciegamente con notable efectividad como altavoz único y totalitario, todo hay que explicarlo en función del último resultado y orientarlo, según el marcador, en la clave que mejor le convenga al discurso del poder y de un presidente que, por la misma manipulación periodística, sólo es responsable de las buenas noticias como la el 0-4 del domingo en el Bernabéu.

Ahora ese será, hasta nueva orden, el gran título de Laporta esta temporada, lo único importante, la inequívoca señal del éxito de su gestión, sin que ningún otro elemento pueda ensombrecer, anular e importunar la grandeza de ese marcador con el que se etiquetará, pase lo que pase, esta temporada.

Como no habrá nada mejor, salvo ganar la Liga, desde luego, o el doblete Liga y Europa League, el 0-4 será el techo de esta temporada, el símbolo y la razón de ser de una expresión que hasta casi tres meses después no ha tenido credibilidad ni sentido pues la frase de Laporta “¡Hemos vuelto!” nada tenía que ver con el juego o los resultados del equipo.

Laporta la utilizó para celebrar el fichaje de Ferran Torres por 65 millones, el fichaje estrella del fútbol europeo del mercado de invierno y para fanfarronear con la posibilidad de fichar a Haaland. “Que tiemble el mercado”, llegó a decir en aquel arrebato de euforia que se convirtió en la portada del diario Sport.El Barça continúa siendo una referencia. Todos los jugadores contemplan la posibilidad de venir al Barça”, dijo, sobre el peso de su gestión en el mercado.

Luego sucedió que, como todo se improvisa y la prisa por reforzar económicamente al City nadie la entendió, Torres llegó sin margen salarial para inscribirlo, motivo por el que la única solución ideada entre tanto crack, el presidente Laporta, el vicepresidente Yuste, el jefe de fútbol Mateu Alemany y el propio entrenador Xavi Hernandez fue la de amenazar a Ousmane Dembélé con darle la baja, prohibirle entrenar y echarlo del equipo si no firmaba en las condiciones que le convenía a la junta, por poco dinero y, sobre todo, si no lo hacía antes del cierre del mercado de invierno para darle cabida a Ferran Torres.

Una cacicada, una brutalidad, un error, un acto de desesperación y de frustración, una inmoralidad y una falta de profesionalidad y sensibilidad sin precedentes que, convenientemente filtrada a la prensa, convirtió al francés en el demonio y en un futbolista a quien la grada del Camp Nou repudió desde la misma postura firme y decidida de la junta y de la prensa de que nunca más volvería a vestir la camiseta azulgrana. Su pecado, el de intentar seguir negociando un contrato mejor, era imperdonable.

El equipo, por culpa del palco, de los despachos y del entrenador, pura negligencia y despropósito aunados, pagó caras las consecuencias, pues fue eliminado de la Copa, cayó en la Supercopa, y si no se descolgó de la Liga fue porque, pese a los fichajes de Alves, Torres, Adama y Aubameyang, quien sacó las castañas del juego fue Luuk de Jong en los momentos de aquel shock sufrido por el equipo.

De ese relato absolutamente verídico, de aquel desaguisado colectivo, hoy nadie se acuerda ni se quiere acordar. Tampoco de la lección de profesionalidad, humildad y sentido común que les dio a todos el propio Dembélé en un comunicado, confirmando que seguía ilusionado con su futuro en el Barça y comprometido hasta el último día con la camiseta azulgrana. Nadie creyó al único que decía la verdad. Sólo al cabo de unas semanas Xavi lo admitió: “Nos hemos equivocado”.

En esas semanas de naufragio total de los que ahora se apuntan al “¡Hemos vuelto!”, como Piqué y la prensa facilona, en esos días de zozobra, los goles de Luuk de Jong permitieron que dos jugadores clave, como Dembélé pero sobre todo Pedri, que habían dejado atrás lesiones de larga recuperación, recobraran ese ritmo que sólo se consigue a base de partidos.

La chispa del francés y el orden y la personalidad de un genio como Pedri, declarado mejor jugador del mundo la temporada pasada (Golden Boy y France Football) resolvieron de golpe esos problemas de juego de posición tan lamentados por Xavi.

En todo este tiempo, la estadística y la evolución del juego, hasta el 0-4 el domingo, gira en torno a un relato muy crudo, del que no se ha escrito prácticamente nada por una prensa acrítica y sin el valor necesario para admitir que los 100 millones gastados en una delantera nueva y la recuperación de los futbolistas fundamentales, pero ausentes tanto con Koeman como con Xavi, han sido la clave de una remontada que, no hay que engañarse, forma parte del nivel exigible a este equipo con 765 millones de presupuesto.

Aunque ahora dé la sensación de que el Barça está en la cima del mundo futbolístico, otra vez, esa es más una fábula mediática y la sensación de mejora tras el resultado nefasto de grandes errores cometidos en el planteamiento de esta temporada.

Era evidente, por ejemplo, que la hora de la regeneración del mejor equipo de la historia de Messi había llegado. El Barça llevaba tres años sin competir al mejor nivel en la Champions. Pero incluso tras el 8-2 ante el Bayern la clave del triunfo de las elecciones de Joan Laporta se basó en la renovación de Messi. Que luego no se renovara, con el presidente escudado en esa situación económica que él iba a solucionar nada más llegar, y que se diera la patada también a Griezmann podía ser una necesidad deportiva y estratégica necesaria.

El problema es que se dio por hecho que con lo que había alcanzaba para seguir en la primera línea, sin analizar que la llegada de una nueva hornada de grandes futbolistas no era suficiente, teniendo que Ansu Fati, Pedri y Dembélé iban a seguir lesionados hasta media temporada.

También Xavi se la tuvo que jugar en algunos campos con Abde, Yussuf Demir y Luuk de Jong arriba, con un rendimiento y balance lógicamente por debajo del nivel que ahora ha adquirido con la recuperación y con la paciencia mediática que a él sí se le ha dado acertadamente, a pesar de que había aumentado la ventaja del Madrid tras su llegada, de la inapelable eliminación en la Champions y los KO en Copa y en la Supercopa de España.

Con la mitad de la mitad de ese balance Koeman y Bartomeu habrían sido linchados por la misma prensa y tuiteros que hoy hacen suyo el “¡Hemos vuelto!”, como si se celebrara la consecución de un título.

No sería justo juzgar a Xavi por los partidos de Granada, Vitoria, Cornellà o Mallorca. Tampoco convertir el partido del Bernabéu en el partido que salva una temporada, ese era el premio de consolación de aquellos tiempos en los que el Barça no ganaba títulos, pero superaba al Madrid en el mano a mano particular.

Queda la Liga y queda la Europa League, antes de realizar el verdadero balance de una temporada más plagada de errores de gestión y de cálculo que de aciertos. Es evidente que el 0-4 del Bernabéu viene a ser para el Real Madrid lo que el 8-2 del Bayern al Barça. Con la diferencia de que Florentino Pérez puede fichar a Mbappé o Haaland, o a los dos, y en cambio Laporta se ha enterrado en pérdidas, equivocada y absurdamente.

Tanto, que ahora necesita recuperar CVC, malvender Barça Studios y BLM para no perder este curso 100 millones más. En esa obsesión quiso enterrar también una herencia en la que, se quiera o no, estaban Fati, Dembélé, Pedri, Araujo, Nico o Gavi, pero también Frenkie de Jong, Ter Stegen y desde luego Jordi Alba, Piqué y Sergio Busquets, jugadores que son inmejorables cuando se gana 0-4 en el Bernabéu, porque gracias a ellos es Laporta ‘el que vuelve’ y a los que se ignora o criminaliza cuando se trata de escribir que Bartomeu es lo peor que le ha pasado al Barça.

Siempre gana el relato laportista porque así se dicta desde el club y por esa vía se domina el discurso y el estado de opinión del barcelonismo, hoy eufórico y desmelenado a nivel de afición.

Lo discutible es si el ‘¡Hemos vuelto!” culmina el éxito de una gestión o si, como parece, el equipo ha recobrado un nivel competitivo decente, a pesar de la nefasta y desvariada actuación de Laporta, de su ‘camarote’ y de tanto arribista. Si Dembélé ha vuelto, por ejemplo, ha sido únicamente por sus propios méritos. Sólo por poner un ejemplo.

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