«Una cosa es ser diferente, y otra, distanciarse»

Entrevista a Silvana Boccanfuso

Silvana Boccanfuso

Historiadora no ortodoxa, y por eso se autocalifica de “comunicadora de la historia”. Trabaja sobre todo con jóvenes, especialmente en el ámbito turístico. Como historiadora, estudia el papel de las mujeres federalistas europeas, y en este contexto acaba de publicar Ursula Hirschmann, una mujer por y para Europa (Icaria Editorial).

Durante mucho tiempo, en Europa no había pasaportes, ni fronteras, como tan bien lo explica Stefan Zweig…

Ursula Hirschmann fue naturalmente cosmopolita. Formaba parte de una corriente, heredera de la Ilustración e incluso anterior, que compartía un sentimiento europeo de pertenencia, más allá de la gran diversidad que caracteriza Europa. Los intelectuales circulaban por Viena, París, Berlín… como por su casa. Me vinculé a Ursula de una manera tan espontánea y profunda (una cosa que resaltan quienes han leído mi libro), que hay, digamos, una transposición emocional. Porque el cosmopolitismo de Ursula es muy instintivo. Es una manera de superar absolutamente las distancias entre diferentes, porque una cosa es ser diferente, y otra, distanciarse. El hecho de ser diferentes no significa que estemos distantes. Nosotros, los déracinés –lo digo en el libro, citando a Brecht–, que hemos cambiado de fronteras más veces que de zapatos, no tenemos nada que perder, excepto nuestras cadenas, en una Europa unida.

¿Cuándo y cómo se compartimentó Europa en naciones, patrias, Estados… divorciados e incluso enfrentados a las trincheras?

Con la Primera Guerra Mundial este mundo, Europa, y con ella la percepción de formar parte de un espacio propio, identificado, unitario…, se fue a pique. En aquel momento, los nacionalismos resurgieron de manera más imperiosa, violenta, sin posibilidades de superar los enfrentamientos, sino, por el contrario, profundizando en ellos. Después de la Primera Guerra Mundial, Europa se consolida de una manera muy negativa. En el siglo XIX se formaron los Estados basados en la nacionalidad, y en el XX esto llega hasta las últimas consecuencias. En el periodo de entreguerras se exacerba, y desemboca en la Segunda Guerra Mundial.

¿El federalismo europeo surge desde una visión directamente europeísta, o llega influido por federalismos, digamos, nacionales?

No creo que los federalismos a escala interna de los países fueran muy significativos en Europa. En cualquier caso, no influyeron de manera determinante en el pensamiento federalista europeo. Los enfrentamientos en las guerras mundiales no se derivaban de conflictos internos, sino de la confrontación entre Estados. La división tenía un marcado carácter europeo, y de ahí surgió el federalismo europeo: de la necesidad de superar la profunda división y el enfrentamiento entre naciones. La Segunda Guerra Mundial fue consecuencia de la primera, con actores parecidos. En realidad, sólo hubo una guerra, con veinte años sin batallas, sin sangre.

En España el federalismo sigue siendo una asignatura pendiente. ¿Pasa una cosa parecida en Italia?

En Italia tenemos algunos que se reclaman federalistas internos, que son, sobre todo, de derechas. Se trata de un movimiento que viene desde hace 20 o 25 años, inducido por la Lega Norte (ahora La Lega), un partido regionalista, liderado por Umberto Bossi, que inicialmente planteaba la secesión de la Padania (el valle del Po), del resto de Italia. Se trata, está claro, de una manera negativa de entender el federalismo, con la creación de barreras, en vez de intentar superarlas. En realidad, esto no es más que una forma encubierta de nacionalismo, al que le han puesto la etiqueta de “federalista” para camuflarlo. Ahora, cuando en Italia hablo de federalismo europeo, tengo que explicarlo, porque lo confunden con este otro federalismo, que es su contrario. Lo que queda claro es que el federalismo europeo facilita el desarrollo de las autonomías locales. El principio de subsidiariedad entre los diferentes niveles del poder es una cosa innata al federalismo. De esto no se habla mucho, porque a los políticos no les interesa.

¿Tanto decir “Europa, Europa” no podría estar contribuyendo a generar un patriotismo europeo poco o nada deseable, en un mundo globalizado?

He reflexionado sobre esto del nacionalismo europeo, sobre todo a raíz de la pandemia de la covid. Estamos hablando de Europa, como hablábamos de Alemania, Italia, España… ¡Atención! Hay que pensar más en cómo podemos abrirnos, generar más flexibilidad, crear vínculos con aquello externo. Creo que en este terreno el desafío es sobre todo cultural. Hay que generar pensamiento, cambiar la visión del mundo y nuestro lugar en él. Tengo muchísima relación con adolescentes, y percibo que de manera generalizada siguen ajenos o en contra del diferente. No encuentran ninguna satisfacción en la relación con el otro. No se trata de un problema político, sino cultural. Hay algo atávico en esa percepción que no acabamos de superar. La escuela, la familia…, siguen transmitiendo una visión endógena, cerrada, de las personas. ¿Cómo es posible no sentirse próximo al diferente? ¿Por qué hacemos hincapié en lo que nos separa, en vez de ponerlo en el que nos une? Me encantan las diferencias, porque soy curiosa, porque me gusta descubrir algo nueva en esta maravilla del diferente.

Cómo decía Umberto Eco, ¿estamos asistiendo a nuevas tentativas de “construir el enemigo”?

Seguimos aferrados a la idea de que lo diferente es un ataque a la propia identidad. Una cosa que la extrema derecha, el nacionalismo populista se obstina a inculcar. Vamos a peor. Yo tenía 20 años en los 80, y mi generación era europeísta, de manera natural. Estábamos en un camino que no parecía permitir la marcha atrás. Europa era una cosa normal, positiva. ¿Por qué ahora se vuelve a hablar de fronteras? ¿Quizás porque los más jóvenes han nacido teniéndolo todo hecho? ¿Es sólo una cosa retórica? Conocí hace poco a unos jóvenes de alguna de las repúblicas bálticas, nacidos después de la caída del Muro de Berlín, que hablaban de manera muy negativa de la Unión Europea. Eran muy nacionalistas… ¿Cómo es que sus padres no les han explicado de dónde venimos? ¿Qué somos?

El antieuropeísmo no fue durante años patrimonio solo de la extrema derecha y de los nacionalismos. Una parte de la izquierda, con la idea que se estaba construyendo una “Europa de los mercaderes”, se opuso…

Altiero Spinelli, uno de los considerados “padres fundadores de la Unión Europea”, fue muy crítico con lo que denominaba “corporativismo de la izquierda”. Cuestionaba la llamada “autonomía de la lucha de clases”, entendida como que ésta se libraba en el marco de los Estados. Reconociendo, por supuesto, ese ámbito, planteaba una superación del corporativismo, que compartía una visión, digamos, nacionalista de los intereses y de las luchas de la clase obrera. Aquel discurso está ahora bastante superado. Incluso la extrema derecha, más xenófoba y nacionalista, ha dado un paso atrás en su crítica a Europa. Le Pen, Salvini… están virando en su estrategia. Sin dejar, aparentemente, de enaltecer los “valores patrios”, ahora intentan tomar posiciones a escala europea. Intentan sobrevivir. Necesitaban votos y para obtenerlos se dirigían a la gente temerosa, que proyectaba sus miedos en los extranjeros, los emigrantes. Diseñaron sus programas sobre esta base, y ahora empiezan a darse cuenta de que esto no es realista. Europa ha avanzado demasiado. Ya es imposible dar marcha atrás. La misma globalización nos obliga a ser una parte consciente, activa y operativa de ella.

Y el Brexit, ¿qué pinta en todo esto?

El Brexit, ¡qué dolor! Un tropiezo grave, decidido por un puñado de votos, y con gran parte de la ciudadanía desesperada. Tengo un amigo inglés, periodista, que vive en Italia desde hace más de veinte años. Como residía y tributaba en Italia, no tuvo derecho a votar en el Brexit. Esto les pasó a muchos ingleses. No podían votar, ni siquiera yendo a Inglaterra. Sencillamente, se les impedía por ley. Así pues, la Inglaterra más atrasada, temerosa, nostálgica, decadente…, acabó ganando la partida a la parte más innovadora, abierta, pragmática. Creo muchísimo en el estudio, el conocimiento, la cultura, el progreso intelectual. En el Brexit, también ha sido por ahí por donde ha acabado apretando el zapato.

Polonia, Hungría, Vox, Salvini, Meloni, Zemmour ahora en Francia… ¿La extrema derecha surfea y sigue siendo un peligro para Europa?

Cambian, sin duda. Incluso Salvini tiene una posición más moderada, con cosas, por supuesto, sobre las que no pasa. Sobre todo, la emigración. Un mantra. Cuando estaba en el poder, no firmó los acuerdos de Dublín sobre emigración, y ahora quiere que sea Europa la que asuma la cuestión. Italia está en crisis. Crisis social endémica. Ir superándola pasa por planteamientos avanzados, humanos, más allá de los miedos.

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