Laporta y José Elías, protagonistas de una ruptura que hará saltar chispas

Desatado y ante la inminente supresión de los avales, el presidente ya no necesita al molesto y ambicioso “clan de los Audax”

José Elías

Fuentes y medios de toda solvencia laportista, es decir periodistas que forman parte de ese ‘camarote’ de la presidencia del Barça, personas de la máxima confianza con ojos y orejas puestos allí donde se comentan y deciden las cuestiones clave, confirman que la historia de ese aparente entendimiento entre José Elías, el presidente de Audax (foto), y la candidatura ganadora de las últimas elecciones del Barça solo fue el producto de un oportunista y estratégico pacto forzado por los intereses y las circunstancias personales de unos y otros.

Esa alianza está próxima a su fin, inicialmente, hasta el 31 de enero de 2022, si es que antes no se produce una detonación controlada o una deflagración en toda regla.

Ya se ha llegado a ese punto, avanzado y previsto, en el que no sólo nada les mantiene unidos, sino que ya no se soportan. Como era deducible, en el momento en que Joan Laporta se ha sentido presuntamente beneficiado por el decreto del Gobierno que se va a cargar los avales en breve lo primero que ha trasmitido a su entorno ha sido que el clan de los ‘lampistas’, los hombres de Audax, son más que prescindibles, son molestos y son perniciosos.

Laporta, a la fuerza en aquel momento, debió consentir y resignarse a la petulancia, el exhibicionismo y el posado chulesco de José Elías, el avalador que, por primera vez en la historia del club, se permitió decidir, con su dinero, quién iba a ser el vicepresidente económico, Eduard Romeu, y quién, o sea el propio Elías, iba a tomar las decisiones de trascendencia económica y financiera. Tales como echar a Leo Messi y traspasar a Griezmann y reforzar la posición de ‘ariete’ con Luuk de Jong para no poner en riesgo su aval.

Todo lo contrario de lo que hubiera hecho Laporta, renovar y gastar, dando por hecho que ya vendrá otro detrás a tapar las pérdidas o a devolver todo el dinero que Goldman Sachs sea capaz de prestarle. Era un choque de trenes entre dos personajes, cada uno con su locura, que no podía acabar bien para el Barça como ya se ha demostrado.

Elías apareció cuando más se le necesitaba, en vísperas de la dramática noche del 16 al 17 de marzo, imponiendo las condiciones que antes se le habían negado, pues Joan Laporta ya lo había descartado para formar parte de su junta, precisamente por la naturaleza de un personaje como Elías, ambicioso e insensible, que le restregaba su fortuna constantemente al propio presidente del FC Barcelona.

Las cosas han cambiado, sin embargo, desde que se sacó esa foto la madrugada de los avales. Audax ha perdido más de la mitad de su valor en bolsa, ha presentado unas pérdidas irreversibles -y sigue cayendo-, además de haber sido multado con más de un millón de euros como resultado de la primera de las reclamaciones y denuncias por estafa que ha resuelto la Comisión Nacional de la Competencia en su contra.

José Elías quería tanto el poder que otorga el Barça como Laporta para sus negocios y planes al margen de los del Barça, que ha sido finalmente la víctima propiciatoria de esa merienda de avalistas que, a la fuerza, se produjo cuando el ganador en las urnas el 7 de marzo pasado se encontró con que él mismo y su núcleo duro no habían previsto avalar. No al menos en el modo y la forma previstos por quien había de ser el vicepresidente económico del FC Barcelona, Jaume Giró.

Giró, tras descubrir del todo lo que tramaba Laporta, lo que se escondía de verdad detrás de la candidatura, saltó del barco como alma que se lleva el diablo. No había aval ni plan, sólo Laporta con su desparpajo y caradura, capaz de presentarle a Javier Tebas un aval con trampas e irregularidades jamás vistas.

De hecho, el propio Eduard Romeu, esa especie de testaferro de Audax en la junta, no podía firmar el aval como lo hizo no siendo un directivo electo, un episodio que sólo puede dejar dormir tranquilos a personajes como ellos, capaces de actuar conscientemente contra la ley, y a quienes miraron hacia otro lado en el momento de la toma de posesión, o sea Javier Tebas por parte de LaLiga y Carles Tusquets por parte de la Comisión Gestora. Prefirieron la patada hacia adelante que aplicar, con rigor, la normativa vigente.

Meses después, Javier Tebas debe de estar muy arrepentido, pues ahora le ha de estar parando los pies a Laporta, que no sólo se podrá saltar los avales gracias a un pacto entre Bildu y PNV con Pedro Sánchez, sino que encima intenta quitarlo de en medio al frente de LaLiga promoviendo una especie de motín entre los clubs para cargarse el plan CVC. La jugada es presentar un plan alternativo liderado por los tres clubs que no son sociedad anónima y dos de ellos, Real Madrid y Barça, que siguen siendo los “llaneros solitarios” de la Superliga.

Es una batalla que al Barça, de momento, no le reporta los ingresos con los que sí hubiera podido renovar a Leo Messi y que le ha provocado más dolores de cabeza que alegrías. Eduard Romeu, el vicepresidente que lideró inicialmente esta oposición a Tebas, uno de los “ignorantes” a los que el presidente de LaLiga más ha identificado y machacado en Twitter, ya se bate también en retirada, debilitado por esa caída de Audax en la junta, la fuga del aval de José Elías y la pérdida de confianza de Laporta en un vicepresidente al que tampoco va a necesitar a partir del 31 enero.

Eduard Romeu no puede ser cesado por Joan Laporta a causa de la naturaleza del cargo, aunque sí relegado a un puesto de vocal llano, arrinconado y sin amigos en la directiva. La suerte está echada.

La única y peligrosa situación puede darse si el decreto no llega a tiempo de retirar los avales antes del 31 de enero pues para entrar en esta nueva dimensión será preciso que Joan Laporta convoque y gane una asamblea extraordinaria a tiempo de eliminar el único obstáculo para presidir el Barça sin control ni vigilancia alguna, con libertad y plenos poderes para rematar, como ya ha anunciado uno de sus periodistas de cámara, Salvador Sostres, la fase final de la privatización del club y la generación de un modelo de gobernanza bajo el control financiero y económico de Goldman Sachs. Todo eso con el permiso, no hay que olvidarlo, la aprobación y el apoyo mayoritario de los propios socios del FC Barcelona.

Goldman Sachs, por cierto, ya controla desde hace años el destino de Audax y de José Elias. Y no puede decirse que les vaya del todo bien. Al contrario.

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