El trágico partido de Múnich en el que ‘no pasa nada’

El colchón mediático de Laporta y Xavi ha atenuado el drama que supondría no pasar a los octavos de Champions con un presupuesto de 765 millones

El partido de este miércoles en Munich se afronta bajo parámetros que, curiosamente, no revisten tintes dramáticos ni de catástrofe por la sencilla razón de que, con el aterrizaje de Xavi, tal y como suponía y calculaba Joan Laporta, el Barça puede permitirse el lujo de ser eliminado de la Champions en la fase de grupos sin que la sangre llegue al río. Casi, ridículamente, sin provocar en la afición un estado de decepción, puede aventurarse que sería un trauma menor. 

Por el contrario, conseguir la clasificación, algo sólo presuntamente posible con la primera victoria azulgrana en el Allianz Arena de Múnich, será la demostración del regreso del Barça a la vanguardia del fútbol continental y la canonización de Xavi, pendiente todavía después de un estreno en el banquillo decente, motivador y serio aunque desde luego marcado por las mismas carencias de un vestuario, como sucedía con Koeman, que necesita transición e inversión si además se prescinde de futbolistas como Messi y Griezmann.

La mínima preocupación, o resignación con la que se vive la previa, es gracias al colchón mediático fabricado por la junta y el indesmayable trabajo del lobby periodístico que protege a Xavi con una póliza de seguro a todo riesgo.  Como resultado, la cita ante el Bayern se afronta bajo la paradójica normalidad de aceptar que este Barça, con un presupuesto de 765 millones, puede aceptar, hasta con complacencia, jugar la Europa League.

Otro espejismo más de una realidad, la otra realidad, que los medios y el discurso oficial han conseguido trasladar al entorno social bajo la receta de esa enorme ilusión y extraordinario futuro que anticipaba la llegada Xavi y su revolución futbolística, sobre todo en contraste con la tan verbalizada y repetida incapacidad del anterior titular del banquillo del Camp Nou, Ronald Koeman.

La verdad, sin embargo, es que la hipótesis de caer en la Champions por primera vez en la historia en la fase de grupos sólo puede calificarse de desastre y de ruina en todos los sentidos. No hay excusa ni argumento que sostenga la lógica de no quedar al menos segundo de grupo junto al Bayern Munich, Benfica y Dynamo Kiev a no ser que se reconozca como pésima la gestión de echar a Messi, el jugador que ha sido referencia y motor futbolístico de los últimos 13 años. 

Se produzca, o no, el pase a octavos de la Champions está claro que el Barça necesitaba a Messi tanto como Leo echa de menos levantarse en Castelldefels, dejar a los niños en el colegio y ponerse la ropa de entrenar en la Ciutat Esportiva de Sant Joan Despí.

Hoy, en cambio, ese debate se rehúye e ignora por parte de la mucha prensa cómplice de esta situación engañosa en la que hasta se sugiere que la experiencia de la Europa League será provechosa para los jóvenes y para el crecimiento del equipo.  No hay otra salida ni justificación para ese periodismo que acorraló sistemáticamente a Koeman, exigiendo el mejor juego, grandes resultados y un elevado rendimiento. 

Al entrenador holandés nadie le perdonó ni justificó las consecuencias de sufrir las bajas simultáneas de jugadores como Pedri, Ansu Fati, Agüero, Dembélé, Sergi Roberto y Braithwaite, eso después de haber planificado un once titular con Leo Messi y Griezmann en punta de ataque hasta que le fueron arrebatados en la pretemporada.

Koeman, perseguido y sometido a ruedas de prensa modalidad pelotón de fusilamiento mediático, acabó por defenderse con un argumento sincero y real: “Esto es lo que hay”, el mismo empleado por Piqué para referirse a las bajas, con la diferencia de que a Piqué se le siguen riendo las gracias y a Koeman se le criminalizaba por todo, también por decir lo mismo que su defensa central de 34 años. 

Eso, al margen del acoso público de personajes como Enric Masip, que fue a TV3 a decir alto y claro que Laporta no estaba contento con su trabajo porque el equipo ni ganaba ni jugaba al nivel exigido.

El propio Xavi fue poco o nada respetuoso con Koeman en cuanto vio que podía ser el momento de negociar con toda la ventaja y de imponer todas sus condiciones. ¿Quién se las podía negar a quien garantizaba darle la vuelta a la situación con apenas chascar los dedos y dar la primera rueda de prensa? 

El caso es que los argumentos de Koeman son los mismos que hoy admite esa misma prensa, que no hay goleadores, que faltan jugadores de talento para replicar el fútbol y el juego de los últimos años.  y que, pese al nuevo orden táctico de Xavi, que ha tirado del 4-4-3  y del 3-4-3 lo mismo que Koeman, el entrenador de Terrassa no puede hacer milagros. 

“El equipo está en clara mejoría, pero acusa las bajas y la falta de gol. En Munich se juegan seguir en la Champions, pero sería muy injusto hablar de fracaso de Xavi si caen eliminados. Si el Barça está donde está es por el 0-3 con el Bayern y el 3-0 en Lisboa. Y aun así, van a Munich a ganar. No a rendirse porque ‘es lo que hay’”, ha escrito uno de sus periodistas de cámara, Edu Polo, interpretando el sentir mayoritario y único de ese lobby de Xavi que, en su desesperación, admite el indudable peso de la ausencia de rematadores y de las bajas como justificación y omite que bajo la dirección de Xavi el equipo dejó de tener opciones de clasificarse tras empatar en casa con el Benfica (0-0).

Así, resulta más fácil modular la conclusión final y el enfoque, pues a Koeman se le aplicaba un tercer grado tras cada empate o derrota, se le daban ultimátums y se le recordaba que en el Barça no hay temporadas de transición. Con Xavi es todo muy distinto, pese a que el juego no ha mejorado sustancialmente, los marcadores han llegado sin juego, en la Champions el equipo no dio la talla esperada y finalmente el Betis le dio un baño de realidad.

Básicamente el problema sigue siendo el mismo, que para ser fieles al ADN -lo mismo para Koeman que para Xavi- y salir a jugar al ataque se necesitan tantos jugadores y esfuerzo que defensivamente el equipo se convierte en un Barça expuesto y más vulnerable.

Más aún si futbolistas como Dembélé y Ansu Fati desparecen del once por lesión, aumentando la desesperante sensación de falta de puntería y de determinación ante puerta.

Por ese motivo, ahora, el fenómeno Dembélé se ha convertido en un nombre clave para lo que queda de temporada, pues ha debido de llegar Xavi y afirmar que es el mejor del mundo en su puesto para que la directiva se tomase en serio su renovación y su papel trascendental para el futuro del Barça, sea finalmente por su continuidad o por su ausencia. “Es mejor que Mbappé”, ha añadido el presidente Joan Laporta, siempre inoportuno y desafortunado, pensando que con ese elogio se metería al delantero francés en el bolsillo. 

El efecto ha sido el contrario, pues ese guiño, tan adulatorio, no se corresponde para nada con la oferta del Barça que tiene sobre la mesa para renovar mientras que más de media Europa participa en la puja por un delantero que, como fue fichado por Josep Maria Bartomeu, en el propio club se habían encargado de devaluar y menospreciar.

Está claro que al Barça no le llega para renovar a Dembélé quien, además, sabe lo que ganan sus compañeros y asiste incrédulo a la obsesión por traer a Ferran Torres del Manchester City, que no saldrá por menos de 60 millones del equipo inglés.

Un conjunto de situaciones que tampoco mejoran el estímulo de una plantilla a la que Xavi, por ejemplo, no parece tratar con el mismo criterio. El nuevo entrenador ha promocionado el talento de Coutinho, el más devaluado de los grandes fichajes del pasado, pero no aprecia tanto en público las aportaciones de Memphis, provocando que, con el consentimiento del propio staff técnico, se haya convertido en el blanco de las críticas. No fue así, en cambio, cuando marcó de penalti contra el Espanyol, salvando el estreno de Xavi.

Al final del camino, todavía corto para Xavi, el problema sigue siendo el cúmulo de esas enormes expectativas abiertas desde su llegada en oposición al derrotismo mediático que se promovía desde la propia junta de Laporta en contra del entrenador holandés. 

La situación es tan surrealista que si Dembélé, como se espera, es capaz de partir en dos al Bayern habrá salvado el pase del Barça a octavos y puesto aún más cara esa renovación que hoy el Barça no se puede permitir. ¿Piqué y Jordi Alba se bajarán sus fichas para retener al delantero francés? No, seguro. El momento de atar a Dembélé ya pasó. Ahora juega para su propia prima de fichaje, suculenta, a embolsarse después del 30 de junio fichando por otro equipo. No está mal como estímulo.

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