¿No habíamos quedado en que Cervantes era catalán?

«Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades y en sitio y en belleza única. Y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, solo por haberla visto», escribía Miguel de Cervantes en boca de Don Quijote. No sé si ahora, después de que el ayuntamiento de la capital catalana le haya denegado unas estatuas, a él y a su inseparable escudero Sancho Panza, pensaría lo mismo de su admirada Barcelona. Con el desaire, nada caballeresco, igual la Barcelona de Ada Colau se asemeja más a los malvados gigantes -aquellos que en realidad eran molinos de viento manchegos-, contra los que luchaba el hidalgo bajo la atenta y estupefacta mirada de Sancho.

Pues sí, el Ayuntamiento de Barcelona ha tumbado la iniciativa de Ciudadanos de colocar unas estatuas de los ilustres personajes en la Barceloneta, cerca de donde dicen que residió Cervantes -en el paseo de Colom, número 2-. Sea porque la idea es de quién es, o sea por esteticismos, o por, como dice el ministro de Cultura Miquel Iceta, “catetada”, lo cierto es que sorprende el rechazo. No quiere la estatua el gobierno de Colau y el PSC, ni la oposición republicana, y se abstiene Junts. Volviendo al inicio, Iceta recordaba recientemente que Barcelona es una de las ciudades que salen mejor representadas en la obra de Cervantes, a las que describe como “un patrimonio increíble para todos los españoles” y “particularmente, para los barceloneses”.

Sorprende aún más el rechazo si tenemos presente que entre los partidos que descartan el reconocimiento o se abstienen encontramos terraplanistas defensores de los orígenes catalanes de Cervantes, como asevera el Instituto Nueva Historia (INH), de quien por ejemplo el vicepresidente de la Generalitat, Jordi Puigneró, es un firme defensor, o el diputado Joan Canadell, o el jefe de la oficina del expresidente Carles Puigdemont, Josep Lluís Alay. El INH también sostiene que Cristóbal Colón o Leonardo da Vinci eran catalanes, entre otros. Casi nada. De Cervantes, que en realidad se llamaría según ellos Joan Miquel Servent -hijo de una familia procedente de Puigcerdà afincada en Jijona-, se sostiene que era catalán y que escribió Don Quijote en nuestra lengua. Cabe decir que, con el permiso del INH, de forma oficial Cervantes sería de Alcalá de Henares. Entonces, ¿siendo Cervantes Servent y catalán porque le deniegan el último reconocimiento?

A mí, como a Iceta, negarle la estatua a quien también escribió en Las dos doncellas, una de sus Novelas Ejemplares: «Admiróles el hermoso sitio de la ciudad, y la estimaron por flor de las más bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande, famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo», me parece también una solemne catetada.

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