La anterior junta de Josep Maria Bartomeu se ha visto hoy desagradablemente sorprendida por una información de La Vanguardia según la cual se llegaron a disputar hasta 21 partidos en el Camp Nou con riesgo de daños para el público por pequeños desprendimientos del hormigón del estadio. Los ex-directivos han calificado esta información como alarmista y sorprendentemente amarillista, muy en disonancia con el rigor y la línea informativa de medio.
Están seguros, se interpreta como explicación, que se ha producido desde el club una filtración interesada y perversa como preparación de la asamblea del domingo, en la que Joan Laporta necesita dos tercios del quórum para sacar adelante varias medidas controvertidas y dispares, habiendo recurrido una vez más al ataque a Bartomeu como el único guión socialmente efectivo que tape sus precarias ideas y avances, más allá de perder a Messi y desatender todas las promesas electorales. Sobre todo después de que Bartomeu y Tebas desmontaran la exagerada e infundada situación, supuestamente de club en liquidación y fuera de control económico.
Se trata, de nuevo, de una maniobra de distracción, otra más, para que el socio no repare en los embustes electorales ni en que, como única justificación del retraso económico de la temporada que viene, tanto Ferran Reverter como Eduard Romeu se amparan en los problemas derivados de la Covid. Nada que no haya explicado, como LaLiga también ha reconocido, la anterior junta por activa y por pasiva.
Laporta y su equipo se niegan en redondo a aceptar que la gestión de Bartomeu se vio enormemente comprometida por el efecto de la pandemia pero recurren a ella para justificar que no hay indicios de recuperación, al contrario.
En cuanto a los desperfectos, el informe de referencia sobre las patologías del estadio fue encargado, recurrentemente, por los ejecutivos del área patrimonial de la etapa de Bartomeu y elaborado por el estudio de arquitectura del Espai Barça en previsión de que el inicio de las obras sufriera retrasos. Las indicaciones de reparaciones más urgentes fueron cuantificadas y licitadas y las obras debían realizarse al acabar la temporada, pero se cerraron las instalaciones por la pandemia.
El caso es que ese informe fue evaluado por los especialistas y trasladado al conjunto de las reparaciones rutinarias que se desarrollan cada año en función de estas inspecciones. Tanto es así que se incluyeron en los presupuestos y se dotaron económicamente sin que ni siquiera llegaran a plantearse en junta porque para los técnicos no cabía alarma alguna, sólo proceder a las reparaciones.
Aunque estaban dotadas y previstas, el cierre del Camp Nou propició un ligero retraso que se recuperó cuando la Comisión Gestora dio la orden de iniciarlas. Es evidente que estas obras son continuadas a lo largo del tiempo y que, como había estado haciendo la junta anterior y le toca hacerlo a la actual, cada vez con más premura deben realizarse trabajos de mantenimiento debido a la edad del Camp Nou y del material empleado en su construcción.
Tras 63 años de vida necesita una gran reforma, de ahí la necesidad del Espai Barça aunque en ningún caso se han detectado problemas estructurares sino esas puntuales degradaciones del hormigón, controladas, desde hace ya unos cuantos años.
La Vanguardia se ha sumado, pues, a la orquestación mediática de la junta de Laporta ante la falta, por lo que se ve, de nuevos indicios de esos que Mossos se encarga de difundir periódicamente sobre el Barçagate. Aunque no habría que descartarlos de aquí al domingo para que la asamblea, la menos democrática en muchos años, se convierta en un paseo triunfal para Joan Laporta.
Lo que es seguro es que el Palau Blaugrana, aunque viejo y reparado también cada año, no se derrumbará en plena celebración.
