La lógica de la conexión rusa

El entorno de Carles Puigdemont ha mantenido contactos sistemáticos y continuados con la diplomacia y los servicios secretos del autócrata ruso Vladimir Putin, el mismo que vulnera los derechos humanos en su país y que según todos los indicios ha ordenado envenenar opositores allí donde se encuentren.

Algunos han querido minimizar los últimos datos sobre estos contactos, aportados por un periodista del New York Times ganador del Premio Pullitzer. No me refiero sólo a las reacciones defensivas patéticas de los personajes políticos o mediáticos más cercanos al ex presidente catalán. También personas perfectamente en sus cabales lo han descrito como el típico intento sin importancia de personajes secundarios que intentan hacerse escuchar por alguien importante sin conseguirlo.

Pero el entorno de Puigdemont, y también otros miembros importantes de la cúpula público-privada del proceso, no sólo han tenido relaciones sistemáticas con el entorno de Putin sino que también han recibido la simpatía de los medios informativos oficiales rusos, y en diferentes momentos del excongresista estadounidense Rohrabacher (un ultra trumpista), el italiano Mateo Salvini, y del inglés Nigel Farage. Sí que es un gran interés de lo que podríamos llamar la «internacional nacional-populista», para mantener el procés vivo y desestabilizar a España y con ella a la Unión Europea.

La información aparecida últimamente en el New York Times no es ninguna gran novedad (ya se conocían datos sobre esta relación), pero sí que aporta pequeñas novedades interesantes, como que la relación ha sido más continua y sistemática de lo que se sabía, que han participado personas de trayectoria oscura (vinculadas al espionaje o al crimen organizado), y que posiblemente (pero no está demostrado) tuvo que ver con la poco transparente organización Tsunami Democràtic.

Los historiadores Anne Applebaum y Timothy Snyder han hecho un llamamiento a tomarse más en serio los intentos de Putin de desestabilizar a la Unión Europea, apoyando referéndums o pseudo-referéndums como el del Brexit, el de Escocia o lo que en Cataluña tuvo lugar en 2017 después de que la mayoría del Parlamento catalán intentara derogar ilegalmente la Constitución de un estado miembro de la Unión Europea y los derechos que de ella se derivan.

Pere Aragonés hace bien en desmarcarse de la relación del entorno de Puigdemont con el putinismo. Y parecería ahora algo de sectores marginales y desesperados del procés. Pero los sectores que quieren realmente que Cataluña sea independiente pase lo que pase y lo antes posible saben que esto sólo puede pasar desestabilizando a la Unión Europea, y, por tanto, en alianza con todos aquellos agentes que compartan el mismo objetivo. Es una alianza lógica.

Hay un independentismo de beautiful people, que puede frecuentar salones respetables y que quisiera volver a pasearse por los despachos de Bruselas como antes del proceso. En parte son los mismos que siempre han sabido que el proceso era mentira, que no querían llegar hasta el final porque llegar significa aliarse con los Putins de turno y que la desestabilización prevalezca en Europa. Son los que se explican a sí mismos que lo cutre en Cataluña no es tanto el grupo de Alay, Boye, etc., sino que es «lo que queda del PSC», como si éste no fuera el primer partido de Cataluña (además de franquicia homologada de la socialdemocracia, y el único partido relevante con aliados democráticos potentes fuera de Cataluña en estos momentos), y que acaba de sacar el mismo resultado que sacó en 1980 con Joan Reventós.

Si el independentismo no es un farol, tiene que aliarse con Putin y con los que quieren desestabilizar Europa, por muy cutres que sean. Y si los independentistas quieren alejarse de Putin para no alejarse de Europa, es que en realidad no tienen ningún proyecto real para independizar Cataluña, porque es incompatible hacerlo (en cualquier versión) con la Europa de los fondos Next Generation, del euro y de Schengen.

Nuestro populismo plutocrático debe decidir: o «tornar-ho a fer» y seguir por la vía del sadopopulismo putiniano para desestabilizar a España y Europa, o hacer negocios y abandonar cualquier intento de secesión. ¿Un referéndum de autodeterminación en 2030? ¿Habrán conseguido entonces reformar la Constitución Española que lo impide? ¿Tendrán un acuerdo con todos los países miembros de la UE para que Cataluña sea admitida como nuevo estado miembro? ¿O quieren que salte por los aires la Unión Europea y aprovechar la situación de fragmentación que se produciría, y que nos empobrecería drásticamente? Esto último es lo que quisiera Putin, me parece a mí.

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