¡Bienvenidos a la libertad!

Este 31 de agosto ha sido un día histórico y alegre para la ciudadanía de Cataluña. Después de décadas de soportar el sistema de peajes para transitar por las principales vías de comunicación del territorio, esta medianoche se han levantado las barreras, espero que para siempre (y lucharé para que así sea).

A partir de las 0:00 del 1 de septiembre, los dos grandes ejes viarios (La Jonquera-Alicante y Barcelona-Zaragoza) han quedado liberados y las cuatro capitales catalanas ya están conectadas sin necesidad de pagar los malditos peajes. Se acaba así una penosa etapa de nuestra movilidad, que empezó durante el franquismo y que la Generalitat pujolista –con la colaboración del PSOE y del PP- continuó y amplió con nuevas concesiones.

Las autopistas de peaje son uno de los grandes agravios que ha sufrido Cataluña en los últimos 52 años, desde que entró en funcionamiento la primera autopista, Barcelona-Mataró. La desidia corrupta del Estado franquista –y, después, de la Generalitat pujolista- hizo que se dejara en manos privadas la construcción y explotación de los principales ejes viarios del país, en vez de asumirlo directamente, como habría sido su obligación.

La Banca Catalana de Jordi Pujol fue copartícipe y accionista de la primera empresa concesionaria, Acesa, y el ex-padre padrone de Cataluña impulsó, cuando era presidente de la Generalitat, nuevas vías de peaje (túnel del Cadí, túneles de Vallvidrera, la autopista Terrassa-Manresa y la C-32 sur), que todavía tienen vigente el periodo de concesión. Los vecinos del Garraf, del Bages, de Sant Cugat-Rubí y de la Cerdaña tendrán que continuar sometidos, durante años, al yugo de los peajes para salir y entrar en su casa, gracias a la estrategia privatizadora de la movilidad que estaba incrustada en el ADN del pujolismo.

A partir de ahora, es un gran placer desplazarse a Girona o a Tarragona sin tener que rascarse el bolsillo. Y, además, sabiendo que los usuarios ya hemos pagado con creces el coste de la inversión y de la amortización de estas autopistas. La sensación de libertad y de justicia histórica que experimentamos es una satisfacción que nos merecíamos… y que, finalmente, ha llegado. (¡Todo llega!).

Existe el proyecto de volver a convertir estas vías liberadas en vías de pago, con la excusa que los usuarios tenemos que sufragar los gastos de mantenimiento del asfalto. No lo permitiremos. Todavía es demasiado pronto para cuantificarlo, pero la gratuidad de estos dos grandes ejes norte-sur y este-oeste tendrá – estoy convencido- unos efectos muy positivos en la dinamización de la economía catalana y las arcas públicas también lo notarán.

La constatación que las cuatro grandes capitales están abiertas, sin el castigo de los peajes, multiplicará las interrelaciones de todo tipo, en especial las comerciales y las turísticas. También se benefician un montón de ciudades y localidades catalanas (Salou, Montblanc, les Borges Blanques, El Vendrell, Mataró, Arenys de Mar, Mollet, Granollers, Sant Celoni, Figueres…) que, hasta ahora, solo eran accesibles pagando peajes.

Para la gente que vive al otro lado de La Jonquera y más al norte, la certeza que la autopista del Mediterráneo es gratuita incentivará la atracción de la movilidad hacia aquí. Igualmente, en las relaciones con Aragón, Castilla y el Atlántico que, sin duda, se incrementarán y serán mucho más fluidas con la desaparición de los peajes de la AP2.

La reversión de estas concesiones es la mejor inversión que podíamos tener en estos tiempos tan convulsos e inciertos. Pensar en reinstaurar los peajes es un disparate. Al contrario, hay que acelerar el rescate, si se puede, de los que todavía están vigentes. Los vecinos de Sitges, Vilanova i la Geltrú, Manresa, Sant Cugat, Rubí… no pueden quedar atrás y estar condenados a ser ciudadanos de segunda.

Obviamente, no estoy haciendo un llamamiento al uso masivo del transporte privado ni tenemos que convertir, a partir de ahora, las autopistas liberadas en un foco de atascos y de contaminación. El tren tiene que ser el gran medio para mover y trasladar las mercancías. De acuerdo con las estrategias europeas, también tiene que ser el modo prioritario de desplazamiento de viajeros, especialmente en las cortas y largas distancias.

Pero las vías de gran capacidad, como las autopistas, continuarán siendo necesarias, si bien los vehículos que circularán por ellas serán distintos. Los coches híbridos o eléctricos están ganando cada vez más cuota de mercado y no tardaremos en ver circular los camiones propulsados por hidrógeno.

Esta medianoche del 31 de agosto, Cataluña ha vivido su particular caída del muro de Berlín. Tenemos la íntima convicción que hemos sido víctimas, durante más de 50 años, de un castigo injusto por el mero hecho de movernos por el territorio. Ahora, esto se ha acabado y es hora de disfrutar y sacar rendimiento de esta libertad de movimiento reconquistada, que no permitiremos que nos vuelvan a arrebatar.

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