Laporta se electrocutó con Audax y fundió los plomos

La carta de Bartomeu señala sutilmente el error de cambiar a Jaume Giró, un experto financiero, por un avalador

Josep Maria Bartomeu y Joan Laporta
Josep Maria Bartomeu y Joan Laporta

Lo que Josep Maria Bartomeu no dice literalmente en su carta al presidente Joan Laporta es aún más fuerte y grave que la relación precisa y ordenada de las habilidades que le incapacitan, por su demostrada ineptitud, para gobernar el FC Barcelona. Lo considera el único y el gran culpable de haber provocado la marcha de Messi, siendo plenamente consciente de que el FC Barcelona necesitaba una estrategia económico-financiera ágil y experimentada que el actual presidente ni ha liderado ni ha permitido poner en marcha. La reiterada imputación de «inacción» sirve para explicar su fracaso en todos los ámbitos operativos, excepto en su interés a renunciar a los 16,5 millones de Neymar. Una decisión absolutamente incompatible con la excusa «de anteponer los intereses del club» para justificar haber dañado la relación del Barça con Messi y la suya personal.

El problema para Laporta radica, exclusivamente, en el hecho de que todas sus soluciones son improvisadas y que, por esta misma razón, nacen condenadas a la fatalidad y al fracaso, a corto, medio y largo plazo. Cuando ganó las elecciones, pasó sobre la credibilidad y el reconocido prestigio de Jaume Giró, ingeniero financiero y figura relevante para sus planes de actuación económica. Laporta se lo cargó porque actuaba con seriedad, organización y con el compromiso de sacar al Barça de una grave situación económica que, no dudaba, tenía su origen y clave en la reducción de los ingresos.

A Jaume Giró lo echó mediante dos maniobras. La primera, relegarlo a la vicepresidencia económica cuando le había prometido la vicepresidencia primera, es decir, ser el segundo a bordo. La segunda, negarse -Laporta y los directivos históricos- a prestar el mismo aval que el resto. El recientemente ganador de las elecciones planteó que los «nuevos» eran los que tenían que encargarse de buscar, encontrar, firmar y pagar prácticamente la totalidad de los 124 millones exigidos por el aval. Jaume Giró descubre en este momento el verdadero Laporta, mentiroso y peligroso compañero, en un viaje donde la condición de ser directivo implica una gran responsabilidad, y poner en juego y en riesgo un patrimonio personal muy importante que, como se verá en su momento , el presidente y su vieja guardia han eludido de nuevo, como siempre.

Joan Laporta, siempre pésimo estratega y peor gestor, sustituyó un profesional de las finanzas, a un experto como Jaume Giró, por un avalista, o varios, aceptando incluso un testaferro de Audax como vicepresidente económico. Ese día, sin saberlo, Laporta se electrocutó fundiendo los pocos plomos del club. La chapuza, el hecho de salir del paso a fuerza de celebrar y cantar en plena calle -a pesar del confinamiento-, a las cinco de la mañana, blandiendo un aval maldito, empieza a tener consecuencias directas con hechos como el de Messi o el retraso impresentable en la inscripción de jugadores y con los deberes del club, todos por hacer.

La prensa habría sido implacable con cualquier otro presidente que se hubiera ido de vacaciones después de hacer el ridículo mundial con Messi, aparecer como el perro faldero de Florentino Pérez y despreocuparse de la inscripción de los nuevos fichajes. Los periodistas habrían sido, también en las redes, crueles e insaciables. A Joan Laporta, en cambio, este ejército de estupefactos y también engañados periodistas le busca justificaciones y excusas que, por supuesto, empiezan y terminan en el mismo discurso: la herencia de Josep Maria Bartomeu.

Este periodismo es el mismo que no explicó, aunque lo conocía al detalle, el enfado y la sed de venganza del vestuario contra Bartomeu por reducir el 12% del salario de los jugadores y aligerar peso económico y toxicidad del primer equipo con las bajas de Luis Suárez y Arturo Vidal, entre otros. El vestuario, sobre todo Messi, jugó a echar a Bartomeu sabiendo que detrás venían las elecciones y un ganador, Joan Laporta, con el que se iban a entender y seguir ganando mucho dinero. Los Messi, legítimamente, podían exigirle al Barça un esfuerzo, pero cometieron el error de confundir a Laporta con el Barça.

El contenido de la carta de Josep Maria Bartomeu empeora la gravedad de un hecho consumado, irreversible y de extrema gravedad: el único responsable de la liquidación del ejercicio 2020-21 es la junta directiva de Joan Laporta. Porque después de expulsar al anterior presidente en octubre de 2020, se sabía y se advirtió el barcelonismo del impasse de la Comisión Gestora y de la necesidad de actuar deprisa y eficazmente por parte de la nueva junta entrante, a partir del 17 de marzo de 2021.

Hoy, estos directivos siguen ‘out’, creyéndose el cuento de un presidente que se va de vacaciones o se dedica más a sus negocios que a resolver los problemas del FC Barcelona. Tirarse a dormir sobre el colchón de la herencia es la actitud del vago. Sobre todo, cuando esta herencia ya es, en gran parte, por su inacción, una responsabilidad estatutaria al cien por cien de Joan Laporta, tal como le ha recordado Bartomeu.

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