Viviendo en el planeta de los virus

El científico y humanista Juan Fueyo nos atrapa con un libro donde despliega todo su talento divulgativo, lo cual no quiere decir que a la vez no sea un libro erudito, erudición que incluso desborda la esfera científica. Con Viral, el neurólogo nos sumerge en la Histografía los virus y de las pandemias; nos hace ver lo conectadas están las pandemias con la emergencia climática y nos advierte que con el deshielo podrían empezar a emerger cuerpos humanos con virus de pandemias ya extinguidas, como el de la viruela, o como el calentamiento global es otra causa directa de las próximas epidemias, y que con el aumento de un grado pueden volver a países como España enfermedades como la fiebre amarilla.

Pero la ciencia no está exenta de ser una moneda con dos caras, y el neurólogo dedica un capítulo a hablar de los mercados de las armas biológicas y, explica que grupos de militares, con el apoyo de presupuestos, dedican sus investigaciones a manipular virus para crear armas biológicas que podrían acabar con un ejército o despoblar una región. En este sentido, la pandemia del Covid-19 ha sido una experiencia útil para estos laboratorios clandestinos, donde se pueden comprar armas biológicas que pueden acabar con la economía de un país.

Las armas biológicas, advierte Juan Fueyo, son las bombas atómicas de los países pobres, y nos damos cuenta, con la lectura de Viral, como de barato es producir enfermedades o armas para usarlas en guerras o terrorismo biológico. También encontramos en Viral un titular espeluznante si nos lo imaginamos en el presente: «Un virus asesina a 3.500 millones de personas». Lo cierto es que, como escribe el científico, vivimos en un mundo hiperconectado y en la última década ha habido un aumento exponencial de epidemias de virus igual de letales o más que el de la gripe española. MERS, Ebola o Zika serían algunos ejemplos. Por tanto, y en un mundo inexorablemente globalizado, el escritor nos alerta de la amenaza de una pandemia que supere con creces la que estamos viviendo y de que las posibilidades de que esto ocurra son mayores.

En cambio, el capítulo noveno es un canto a la esperanza, una maravilla, un ejemplo de por qué dedicar recursos a la ciencia ya sus investigadores es una de las mejores inversiones que puede hacer un país avanzado. Y así conocemos el trabajo que hacen Juan Fueyo y su esposa, Candelaria Gómez Manzano, dirigiendo un laboratorio en el Instituto M. D. Anderson de Houston.

En este laboratorio se trabaja para mejorar la calidad de vida de los pacientes que tienen tumores cerebrales y para erradicar la enfermedad con tratamientos innovadores y aún incipientes, como la viroterapia, que, según escribe Fueyo, consiste básicamente en manipular virus para hacerlos oncolíticos y de esta manera acabar con los tumores.

En este contexto en su laboratorio han manipulado un virus para obtener uno oncolítico. Lo han llamado Delta-24, y a estas alturas están ya en la tercera fase de la investigación. Hasta el momento en las fases preliminares han conseguido mejorar sustancialmente la vida de los pacientes que sufren tumores cerebrales.

Susana Alonso

Viral, en definitiva, es un libro que consigue atrapar al lector curioso intercalando propuestas sobre cómo afrontar la próxima pandemia que vendrá, por ejemplo, utilizando la inteligencia artificial, hacer unos protocolos donde entes supranacionales coordinen la lucha contra el brote de la epidemia. Intercalar ciencia e historiografía con referentes de primer orden y sus biografías, como las de Johan Hult, June Almeida, Louis Pasteur, William Coley, Jim Allison, Ramon Alemany o los mismos Candelaria Gómez y Juan Fueyo. Todos ellos tienen un denominador común, que es ganar la partida a las enfermedades, a veces atacando al virus, otras haciendo del virus un aliado para acabar con enfermedades en las que hasta ahora no se puede pronunciar la palabra curar. Y eso el escritor y científico lo consigue haciendo un libro científico y humanista.

Hace sus reflexiones mientras va caminando por los jardines de su barrio, donde nos hace partícipes de su conciencia de privilegio, o quién sabe si nos interpela contemplando en un tejado un halcón de cola roja que posa de forma regia oteando el horizonte… «Sigo sin encontrar un lugar mejor para estudiar el cáncer», asegura.

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