Sin ratafía

Ni ratafía, ni libros, ni paseos por los jardines de La Moncloa. El primer encuentro entre presidentes –Pedro Sánchez y Pere Aragonès– en palacio fue austero, como el mismo Aragonès. ¿Es quizás el republicano aguado, bibliofóbico y poco botanófilo? Lo dudo. Pero, a diferencia de su predecesor en el cargo, Quim Torras -más especulativo-, el pinedenc es más pragmático. Fue de cara a barraca. Había acudido a La Moncloa a hablar de su libro y no a hacer amigos, y se centró en su cometido. Dice que pidió la amnistía y el referéndum -después la portavoz María Jesús Montero lo matizaría…-, y dice que conminó Sánchez a seguir con todo detalle el dictado del Consejo de Europa -un dictado que, dicho sea de paso, rechaza la amnistía y no contempla el referéndum-. Una hora y media de bla, bla, bla -el mismo tiempo empleado por Torra, pero esta vez sin jardines-. Esta vez, con más prosa que poesía.

La tangibilidad de todo ello indica que acordaron reanudar la mesa de diálogo después del 11 de septiembre en Barcelona para hablar del conflicto político, y la bilateral en julio para debatir aspectos de intendencia -inversiones e incumplimientos varios-. Pedir más después de lo que ha llovido quizás es pedir demasiado. Constataron también que las distancias son abismales y que lo único que les une es la voluntad de dialogar, que no es poco. El botín del encuentro no parece gran cosa, ciertamente. Pero, se han dado dos años para intentarlo -en realidad, los dos años es el crédito que les da la CUP-. Agotado el plazo, si no hay éxito la rueda del hámster volverá a rodar.

Cuesta vislumbrar en qué y cómo se pondrán de acuerdo los Pedros -que el día de la reunión celebraban el santo-. La solución de Sánchez pasa por completar los indultos de los presos independentistas con más autogobierno y mejor financiación. El independentismo entiende que, como dice el refranero castellano, para este viaje no hacían falta alforjas. Así, Aragonès insiste una vez y otra que la solución sólo pasa por la amnistía y el referéndum. Dos máximos difíciles de minimizar. Más y pensando que estas exigencias puedan necesitar cambios constitucionales, que Sánchez ni quiere ni dispone de fuerza suficiente para sacarlos a adelante.

Y mientras tanto, el Tribunal de Cuentas reclama 5.4 millones de euros a una cuarentena de altos cargos del Govern por la acción exterior de la Generalitat. Entre ellos, los de siempre: Artur Mas, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Vaya por delante que vigilar el dinero público me parece justo y absolutamente necesario. Pero sería bueno que quien lo hiciera tuviera una mínima legitimidad para hacerlo, y no fuera un artilugio controlado por el PP que en el pasado ya ha dado vergonzosas muestras de parcialidad. Ya se sabe, el zorro no puede ni debe cuidar las gallinas.

Resumiendo, sigo sin ver cómo resolver un conflicto tan enrocado como el catalán. No lo veo, al menos no sin ratafía.

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