La vertebración del espacio ibérico avanza imparable

Hay un sueño y hay un camino: la reunión de los dos grandes Estados que formamos la península Ibérica en una Confederación que dé pleno sentido a este privilegiado territorio que habitamos, cruce del Atlántico y el Mediterráneo, de África y Europa. Después de tantas guerras e invasiones que han martirizado, durante siglos, este hub -¡la península es un gran hub!- es hora que, bajo los auspicios de la Unión Europea (UE), los ibéricos reencontremos nuestro lugar en el mundo y construyamos un espacio de progreso y libertad para las próximas generaciones.

Este proyecto, preñado de futuro, no para de traernos buenas noticias:

-Se ha confirmado que el portugués António Guterres, sin duda la personalidad ibérica más relevante de este primer tramo del siglo XXI, será reelegido secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el próximo quinquenio

-La Comisión Europea ha decidido que empezará el plan de recuperación post-pandemia por España y Portugal, ya que la presidenta Ursula von der Leyen considera que son los dos países que han hecho antes y mejor los deberes

-Después de la XXXI Cumbre bilateral celebrada entre ambos países el pasado mes de octubre en Guarda, se ha creado, por primera vez, un mecanismo de seguimiento para que los acuerdos entre gobiernos no queden, como pasa a menudo, en papel mojado.

-Los cuatro máximos representantes institucionales y políticos de España -el rey Felipe VI y el presidente Pedro Sánchez- y Portugal -el presidente Marcelo Rebelo de Sousa y el primer ministro, António Costa- se han reunido en diversas ocasiones en los últimos meses, exhibiendo una sintonía total.

El último encuentro fue el pasado día 4 de junio, cuando los cuatro asistieron y avalaron, oficialmente, la presentación de la candidatura conjunta de España y Portugal para organizar el Mundial de fútbol del año 2030. La FIFA tomará la decisión sobre el lugar de celebración de esta competición en 2024. Pero, sea cual sea el veredicto, el gesto y la voluntad de colaboración que han evidenciado las más altas autoridades españolas y portuguesas es un hito histórico que hay que subrayar.

Si Estados Unidos y la China maoísta empezaron, en la década de los 70, el deshielo de sus relaciones con la llamada “diplomacia del ping pong”, no hay duda que el proyecto de organizar conjuntamente el Mundial de fútbol del año 2030 puede dar un impulso definitivo a la dilución de la absurda frontera mental y política que todavía separa, después de 380 años, España y Portugal. En este sentido, la “diplomacia del fútbol” puede ser el empujón necesario para fusionar el destino de ambos Estados y de las enormes áreas de influencia lingüística y cultural que mantienen en África y en América.

Separados, España y Portugal somos unos actores muy secundarios en el mundo de la globalización. Unidos, conseguiremos tener una voz potente en el proyecto de construcción europea y seremos una tercera potencia entre los grandes bloques anglosajón y chino. ¡En el planeta hay casi 1.000 millones de habitantes que hablan las lenguas ibéricas!

Con 1.214 kilómetros, la frontera entre España y Portugal (La Raya) es la más larga que separa dos países de la Unión Europea. Demasiada frontera para dos sociedades que, entrados en el siglo XXI, se asemejan como dos gotas de agua. Os animo a que leáis el diario eltrapezio.eu, con noticias y artículos de opinión en lengua portuguesa, española, gallega y catalana. Veréis que los podemos leer y entender perfectamente, aunque no dominemos alguna de estas cuatro lenguas. ¿Por qué no somos valientes y, con la herramienta de la intercomprensión –sin prejuicios ni imposiciones- avanzamos hacia una mayor compenetración, preludio de una futura vertebración económica y política?

El concepto de España como “nación de naciones”, que promueve el presidente Pedro Sánchez, nace cojo. La península Ibérica –no solo España- es, en su conjunto, una “nación de naciones” y, sobre esta base plural y complementaria, es como se debe encarar el futuro. En general, la población de España y Portugal es favorable a una mayor integración peninsular. Ahora hace falta que los políticos transformen este sentimiento difuso en realidades tangibles.

El proyecto de reunión ibérica tiene muchos partidarios -cada vez más-, pero también muchos enemigos. Hay una facción del independentismo catalán -la más hiperventilada- que considera que el iberismo es el “caballo de Troya” contra la secesión. Olvidan que en la historia de Cataluña hay independentistas, como el mítico presidente Francesc Macià, que tenían la fraternidad ibérica como horizonte geopolítico final, como dejó muy claro en su discurso del 14 de abril de 1931.

Encerrados en el “triángulo” que va del Cabo de Creus al Valle de Arán y el Delta del Ebro, los catalanes estamos condenados a la inanición. Nuestra plena potencia la lograremos si conseguimos consolidar la Diagonal ibérica –Lisboa & Madrid & Barcelona- como eje que da sentido a la dimensión peninsular. Hay trabajo, hay futuro, hay esperanza. Solo faltan liderazgos que, sin complejos, abanderen este reto histórico.

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