La tierra también es un bien común

Cuando hayamos quemado el último bosque, ocupado la tierra agrícola con instalaciones varias, tengamos los deltas productivos inundados por el mar y hayamos secado el último río, nos daremos cuenta de que el dinero no se come.

Preservemos los usos agrícolas productores de alimentos saludables y de proximidad como un tesoro, un patrimonio de la comunidad. Preservemos todo los codiciados por la especulación y el negocio fácil a corto plazo, los que están cerca de las ciudades (los más deseados por la especulación urbanística) y defendamos el mar y la tierra fértil del cambio climático, porque en esto también nos va la vida. El dinero no nos los podremos comer.

Hoy sabemos que el modelo de producción y consumo agroalimentario es también un importante determinante de la salud. La llamada revolución verde del siglo XX (en realidad, revolución industrial de la producción, con pesticidas, herbicidas, abonos químicos, transgénicos y explotación intensiva de la tierra), que debía dar alimentos para acabar con el hambre en el mundo, no lo ha hecho.

Se han perdido miles de puestos de trabajo en el campo, se está concentrando la propiedad de la tierra cada vez en menos empresas de capital riesgo, se producen más alimentos con más contaminación química y del medio, cada vez también menos sostenibles, por su producción lejos de sus consumidores (con grandes costes de intermediarios, transporte, contaminación ambiental y degradación del suelo).

Y el hambre en el mundo (y de mucha gente de aquí) continúa creciendo, porque no es un problema de producción (se tiran incluso alimentos para mantener los precios de la sobreproducción) sino de intereses de capital, monopolios y fijación de precios al servicio de estos intereses poderosos.

Conocemos también la necesidad para una buena salud de una alimentación variada, de temporada, equilibrada, mediterránea, con una proporción más alta de frutas y verduras y más baja en grasas, azúcares refinados y carnes rojas.

Susana Alonso

Estos hábitos alimenticios deben adquirirse ya en la infancia, en casa y en las escuelas, y por eso hay que luchar contra los mensajes y los intereses de la cultura del consumo industrial de calorías. Pero aquí en Catalunya, al menos, y concretamente en el área de Barcelona, ​​tenemos una gran suerte y unas condiciones que nos hacen estar más cerca de poder revertir esta situación. Una producción agrícola ecológica (sin sustancias químicas), sostenible, equilibrada, de temporada y de proximidad es posible.

En Barcelona y su área metropolitana tenemos una primera corona de producción de alimentos agrícolas de calidad importante en un radio de unos 30 km, que la hace extraordinariamente valiosa por su proximidad a las áreas urbanas, con posibilidades de ser aprovechada también para a educación ambiental, ocio, paseo y puestos de trabajo. Se trata de toda la zona baja del Baix Llobregat, Maresme agrícola y el Vallès Oriental.

Si con estas zonas no tenemos suficiente, todavía hay en Catalunya, a unos 150 km de la capital, las amplias zonas agrícolas de las tierras del Ebro, Lleida y Girona, que también podemos considerar de proximidad.

Hacen falta políticas para la mejora de la alimentación de las personas, en cantidad, diversidad y calidad. Aquí tenemos muchos instrumentos para aprovechar. Barcelona tiene 39 mercados municipales de alimentación que son del ayuntamiento (Instituto Municipal de Mercados) y el ayuntamiento tiene también más del 50% de las acciones de la empresa municipal Mercabarna, mercado central de frutas y hortalizas, mercado central del pescado, cárnico y matadero. Estos dos instrumentos, mercados municipales (y no sólo los de la capital) y el mercado central de compra, elaboración y distribución de estos alimentos, dan una capacidad de gobernanza y gestión de la cuestión de la agricultura y la alimentación al servicio de la salud extraordinaria, con políticas activas en la mejora de la producción ecológica y de proximidad, respetuosa con el medio, la sostenibilidad, los puestos de trabajo, el fomento de la economía social y solidaria, la mejora de la alimentación de las personas (suficiente y de calidad), la educación ciudadana en estos valores, los espacios de ocio…

Deberíamos conseguir al menos poder comprar, educar en una buena alimentación y unos productos sanos, en la distribución de alimentos a todos los comedores escolares y en todas las guarderías, escuelas y centros sanitarios y sociales en nuestros municipios. Y sobre todo no perder más tierra fértil para poder comer mañana.

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