La situación de provisionalidad que hay en las instituciones catalanas hace que esta Diada de Sant Jordi haya sido políticamente removida. Reproches mutuos entre posconvergents y republicanos por no querer pactar el gobierno catalán y la investidura, ataques desde la oposición asegurando que el independentismo quiere cronificar los males de Cataluña, y los socialistas que no hacen más que reclamar su turno a pesar de saber que no les llegará nunca porque no tienen suficientes apoyos.
Pero más allá del espectáculo diario, este Sant Jordi sirvió para que la presidenta del Parlament, Laura Borràs, marcara un repaso popular -y populista- al vicepresidente con funciones de president de la Generalitat en funciones, Pere Aragonès. Borràs es la segunda autoridad del país. Aragonès tiene delegadas algunas de las atribuciones de la primera, sin poder serlo todavía. Pero ambos salieron a las calles como si fueran las figuras políticas más relevantes de Cataluña. La manera de hacer, la manera de ser y, sobre todo, la agenda apretada de visitas y paseos que se preparó hicieron, sin embargo, que Borràs eclipsara a Aragonès. La cantidad de puestos, paradas, entidades, librerías y espacios públicos que visitó la presidenta la convirtieron, además, en la reina del selfie en las redes entre los independentistas. Primera batalla ganada.
