«El izquierdismo siempre ha sido un enemigo de la transformación»

Entrevista a Manel García Biel

Manel García Biel
Manel García Biel

Sindicalista. Fue portavoz de la Comisión Obrera Nacional de Cataluña en el tiempo en el cual Coscubiela era su secretario general. Militó en el PSUC e ICV. Escribe en diversas publicaciones y tiene un blog («El Manel des de la reserva»). Es sociólogo y economista.

Dijo el otro día Nico Sartorius que la izquierda no es un eslogan…
La izquierda, sobre todo la alternativa a la socialdemocracia, desde hace ya bastantes años, está muy falta de su contenido fundamental: el intelectual orgánico, del cual habló Gramsci. Es decir, un intelectual colectivo organizado, que llegue a todos los rincones y que se nutra de la realidad para poder elaborar sus teorías. En estos momentos nos encontramos que no hay izquierda, sino grupos reducidos de personas que se apropian de unas ideas, que son más bien populistas. Desde la desaparición del PCE y del PSUC, y también del PCI, hace ya 30 años, no existe una izquierda alternativa como tal. Quedan trozos de ella, pero en este momento el único intelectual colectivo realmente de izquierdas en España no es político, sino social: Comisiones Obreras.

¿Qué foto podría hacerse hoy de la izquierda socialdemócrata o socialista?
En principio, la socialdemocracia es la corriente reformista de la izquierda. Un intento de transformación de la sociedad capitalista, a través de sus reformas. Tiene el hándicap de haber dado más importancia a la libertad que a la igualdad. Situada dentro del sistema, vivió un momento de esplendor, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, con los laboristas británicos, que practicaron un reformismo fuerte. Por otro lado, la corriente comunista, después de la Revolución de Octubre, tuvo mucha dependencia de la Unión Soviética. Su adscripción a la igualdad se hizo en detrimento de la libertad. Esto hace crisis cuando los partidos comunistas de Europa Occidental, y hasta dentro del propio bloque socialista, optan por la vía democrática. EL PCI fue el abanderado de esta vía, algo que venía de Gramsci y que se concreta con Berlinguer. La caída del Muro de Berlín afecta a los partidos comunistas, que se ven obligados a cuestionar el burocratismo del modelo soviético, y también a los socialdemócratas, que habían gozado de muy buena salud, sobre todo por el miedo que se tenía al comunismo. Cosa que les permitió llevar a cabo políticas de redistribución, sin poner en cuestión la propiedad. Cuando los partidos socialistas dejan de ser útiles, tienden a deslizarse hacia el liberalismo. La lectura socialista de González, Blair…, renuncia a buscar una mayor igualdad social.

¿El Eurocomunismo, cuando sustituye el paradigma revolucionario soviético por la vía parlamentaria, no se convierte, en realidad, en una socialdemocracia?
Sí, el eurocomunismo se convierte en una vía algo parecida a la socialdemocracia, en un reformismo fuerte, que intenta no solo afirmar la idea de la libertad (una revolución de la mayoría), sino, también, la idea de fundamentar los pilares básicos de lo que fue en su momento la Revolución Francesa. No se pueden entender la igualdad, la libertad, y la fraternidad por separado. Las tres ideas han de vivir juntas, porque, si no, la libertad, por sí sola, es el individualismo capitalista; la fraternidad, por sí sola, no logra aunar al conjunto de la población, y la igualdad es un elemento que, tal como se ha demostrado, tiene sus derivas totalitarias. Estos tres elementos son consustanciales a un proyecto que quiera ser transformador.

Esto, que puede ser compartida por muchísima gente, no cristaliza, sin embargo, en movimiento unitarios amplios…
En Europa ha habido intentos de mejorar la izquierda. Uno fue en el laborismo británico, que intentó volver a sus raíces, puede que de modo no demasiado afortunado. Otro fenómeno, que pasó bastante desapercibido, fue el griego. Syriza es uno de los últimos partidos que sigue la estela del eurocomunismo. Creado poco a poco, enraizado en la sociedad, que crece y que, no solo es de izquierdas, sino que es responsable cuando tiene que gestionar. El papel de Tsipras, en un momento en que se encontraba acosado por el nacionalismo, llega a un acuerdo tan estratégico como el de Macedonia del Norte.

Y por aquí tenemos izquierdistas para todos los gustos…
El izquierdismo siempre ha sido un enemigo de la transformación. Son lecturas totalmente idealistas y fuera de contexto. Durante la transición, vivimos muchos fenómenos izquierdistas. Pero, en la actualidad, el izquierdismo se ha apropiado del ámbito de la izquierda alternativa, pero ya ni siquiera como izquierdismo propiamente dicho. No comparte con él, por ejemplo, el sentido organizativo. Solo es populismo de unas élites salidas de las clases medias, que experimentaron una subida gracias a la crispación y la indignación que la crisis económica provocó. Gente que preveía un futuro que se frustró. Podemos es un movimiento que surge de una crisis de las clases medias. Y en eso estamos. Son estructuras políticas sin organización, sin raíces en la sociedad, sin militancia, al albur de unas decisiones de grupos dirigentes cada vez más limitados. Sus propuestas están más sustentadas en proclamas propagandísticas que en realidades.

¿Con la emoción por bandera?
Las ideas no viven sin organización. Esta gente maneja ideas al margen de la organización, y entonces se convierten en relatos. No hay una ideología detrás, ni una estrategia política estructurada. Se resume a un tacticismo permanente, de salir al albur de lo que está de moda, dar eslóganes más que concepciones sociales. No está en los barrios, en los sindicatos, en las fábricas… No ha logrado tener poder municipal. Solo un limitado poder autonómico. Su fuerza en estos momentos está en su grupo parlamentario y en el Gobierno. No tiene discurso. Si aquí, en Cataluña, en algún momento perdieran la persona de Ada Colau y el ayuntamiento de Barcelona, sería una entrada en barrena. No hay ninguna opción para una izquierda alternativa mientras se mantenga la presencia de este populismo mediático que significan Podemos y sus confluencias. Es una vacuna contra una izquierda alternativa.

¿Cómo se explica que, según alguna encuesta, ocho de cada diez catalanes se consideren de izquierdas?
Si Junts per Catalunya se considera de izquierdas, al final la gente de izquierdas seremos de derechas ¿Qué quiere decir ser de izquierdas? Por sus políticas los conoceréis. Y las políticas que han llevado los grupos independentistas han sido en los últimos años claramente de derechas. Es absurdo, como plantea Podemos, estas alianzas con Esquerra Republicana, como si fuera un partido de izquierdas. Jamás lo ha sido. Cuando Cataluña tenía una amplia mayoría de izquierdas, ERC con Heribert Barrera al frente, dio paso al gobierno de la derecha, que ha durado más de 30 años, con Jordi Pujol. Sus políticas son totalmente de derechas, de desmantelamiento del Estado de bienestar. Y la pandemia ha sido un ejemplo más de todo esto: subcontratos a sectores sanitarios privados… Hay un nacionalismo que, como todos los nacionalismos, no tiene nada de izquierda, porque la izquierda es solidaridad, fraternidad e igualdad.

Asistimos a una sistemática apropiación indebida de referentes, términos, ideas… de la izquierda, por parte de los nacionalismos ¿Cómo separar aquí el trigo de la paja?
Existe un relato dominante que se basa en datos inventados. Lo de ser republicano no indica nada. Se puede ser republicano de derechas, de ultraderecha, de izquierdas… Más que ser o no republicano, lo que interesa son las virtudes republicanas. En este momento, hablar de repúblicas en abstracto lleva a una ensoñación del paraíso republicano. Una visión utópica incluso de la República española, que no fue de ninguna forma un paraíso en la tierra. Hubo, por ejemplo, un bienio negro. En estos momentos hay mucho fraude: presentar como crisis social las algaradas de estos días en Barcelona no responde a la verdad. Son actuaciones de sectores juveniles de las clases medias que, su mayoría, han crecido sin apuros. La gente que realmente está sufriendo la crisis social es la que hace colas en los comedores sociales y en los bancos de alimentos…

¿Dónde está en estos momentos lo que tiempo atrás denominábamos “sujeto revolucionario”?
Ya no estamos en la sociedad fordista. La clase obrera no es homogénea, pero sí que existen unas clases trabajadoras amplias, y continúa habiendo una centralidad del trabajo, aunque más disgregado y atomizado. También sigue existiendo la necesidad de la solidaridad, para salvar el propio hábitat. En este sentido, hay que hacer crecer la participación de los trabajadores en la empresa, la atención a las personas, potenciar las cosas públicas, respetar el medio ambiente… Creo que por aquí está la base del cambio. El trabajo, el género y el factor ambiental son las patas fundamentales del cambio. La desigualdad social es hoy más grande que nunca.

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