El postureo electoral de Joan Laporta alcanza los límites propios de quien no entiende el barcelonismo desde su dimensión social sino desde esa elite en la que vive, sobre todo en su caso, alejado por completo de la realidad y de los miles y miles de socios que el martes pasado sufrieron la derrota ante el Paris Saint-Germain.
Por el contrario, el candidato solo tuvo el oportunismo de enviarle un mensaje a Gerard Piqué, al que vio abatido tras el partido. Esa fue su única reacción, calculada, para aparecer 24 horas después con ese gesto y tapar así que no hubiera dicho nada en todo el día sobre el 1-4. Mudo y oculto.
No hizo más que seguir las instrucciones de sus asesores de no relacionarse con los socios y menos asociarse con la derrota, con la finalidad, como ha hecho siempre, de desaparecer cuando las cosas se tuercen.
También se le está recriminando que hable con Gerard Piqué y no con los socios en los debates a los que está negando su participación y que no le están generando más que rechazo.
